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Vivir la eternidad en gallego

Una treintena de alcaldes se compromete a impulsar el uso del idioma propio en los cementerios

Lápida en gallego del escritor Ben-Cho-Shey en el cementerio de San Francisco de Ourense.
Lápida en gallego del escritor Ben-Cho-Shey en el cementerio de San Francisco de Ourense.NACHO GÓMEZ

Cuando los gallegos mueren, casi todos viven la eternidad en español. Incluso ese 44% que siempre respira en gallego. La muerte no parece cosa del idioma propio. Dos de cada 100 esquelas publicadas en los medios de comunicación están en gallego. En los cementerios, ese porcentaje todavía mengua más: solo una de cada 1.000 lápidas está en el idioma propio de Galicia. A Xosé González, fundador de la Asociación de Funcionarios para a Normalización Lingüística, se le removían los sentimientos cada vez que uno de sus conocidos gallegohablantes moría en perfecto español de Miguel de Cervantes. Ahora, tras dos décadas de meticuloso trabajo, ha conseguido que una treintena de alcaldes, todos a una, se unan a la causa para espolvorear de gallego sus cementerios.

Hay más de 3.600 en toda la comunidad. En el de San Xoán de Río (Ourense), el municipio más monolingüe de la comunidad, en el que la práctica totalidad de sus habitantes piensan y sienten en gallego a todas horas y todos los días del año, solamente hay una lápida en este idioma. No es el único caso estrambótico. González explica que esta anomalía sociolingüística “no sucede en otros sitios como Cataluña o Euskadi dónde la gente muere en el idioma en el que vive”. “O los gallegos tienen muy poca autoestima o hay algún problema cultural heredado del pasado”, matiza, casi entre lamentos, para llegar al núcleo del problema situado, en su opinión, en el “desprecio ancestral” que desde la iglesia ha rodeado al idioma propio y en la dejadez de las empresas funerarias. De hecho, el próximo año y con motivo del día de la Restauración de la Memoria Lingüística, pretende reunirse con este sector para hacerlo partícipe de la iniciativa.

Ha tenido que convencer uno a uno a regidores de todos los colores políticos –ninguno dijo que no– para que el próximo día de Fieles Difuntos coloquen una placa en los camposantos municipales con la inscripción “Na memoria de todos os que aquí xacen, porque grazas a eles Galicia segue a ter cultura e lingua de seu. Día da Restauración da Memoria Lingüística de Galicia”. También se han comprometido a llevar a cabo una labor pedagógica entre los vecinos, a los que pretenden convencer de su galleguidad eterna mediante la ejemplaridad. “En colaboración con las familias de personas representativas de esos pueblos, proponemos que sustituyan las lápidas viejas por otras en gallego”, explica González, que también advierte de la “obligación legal” de los ayuntamientos en la defensa y promoción del idioma. Recuerda que “hace 15 años, cuando lo proponía a algunos alcaldes, incluso a los nacionalistas, me miraban con extrañeza e incluso me acusaban de querer necrotizar”.

En los últimos años, algunos municipios ya se habían unido a la iniciativa de forma individual, aunque otros salieron en defensa de la muerte en gallego de motu proprio. En San Facundo de Ribas de Miño, en el municipio lugués de Paradela, llevaron el gallego a todas las lápidas de la nueva necrópolis de la parroquia. Lo hicieron sin dudar y al unísono aprovechando el traslado de sus moradores. “Es la gran oportunidad de que en los cementerios quede reflejada la cultura propia del país”, aseguran desde la asociación de funcionarios para la normalización, al recordar lo sucedido en esa aldea. “Si se produjera una gran catástrofe, los investigadores del futuro deducirían de nuestras tumbas que aquí no se hablaba gallego y eso es una aberración histórica”, advierten.

La propuesta quiere implicar al Gobierno gallego. Desde la asociación reclaman la ayuda de la Consellería de Cultura para la edición de un libro que sirva de guía a las empresas funerarias, en el que se recojan modelos de esquelas y lápidas para todas las ideas y confesiones, con el fin de facilitar “al máximo” su trabajo. También tienen como tarea pendiente convencer al clero y que, según sus datos, destierra al gallego de sus sermones en las iglesias. “El papel del cura es muy importante para preservar la memoria completa del fallecido”, aseguran. “Los cementerios, las parroquias de los muertos, conviven con la parroquia de los vivos” insiste Xosé González, que denuncia como sus moradores, una vez fallecidos, son “obligados” a pervivir en la memoria colectiva en una lengua que no es la suya. “Las parroquias de los muertos gallegos tienen que hablar el mismo idioma que la de los vivos”, concluye.

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