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Marín baila a Messiaen

El bailaor interpreta el ‘Cuarteto para el fin de los tiempos’, que fue compuesto en un campo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial, utilizando su cuerpo “como un instrumento más”

El bailaor Andrés Marín.
El bailaor Andrés Marín.JEAN LOUIS DUZERT

Olivier Messiaen escribió su Cuarteto para el fin de los tiempos bajo los cielos grises de un campo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial. El creador, en medio de la desolación, escuchaba el sonido de los pájaros y confiaba en un Dios que, a pesar de todo, él seguía sintiendo cerca. El bailaor Andrés Marín invoca a la eternidad este sábado sumando su cuerpo al Trío Arbós y al clarinete de Joan Enric Lluna en una revisión de uno de los cuartetos más emocionantes de la historia.

El Auditorio Nacional recibe a un bailaor que cabalga a lomos de la vanguardia sin dejar de sentirse flamenco. “Bailar a Messiaen es una cosa muy complicada porque el compositor en esa obra es muy libre rítmicamente. He tratado a Messiaen pensando en que si él hubiera compuesto para un bailaor, habría hecho una partitura aparte. Me sumo con mi propia creación y entendiendo los motivos de la obra, no manteniéndome en la línea del cuarteto, sino como contraste y alejándome para no caer en lo redundante”, explica Marín. El compositor creó la obra para los únicos instrumentos que había en el campo de prisioneros, no tuvo oportunidad de elegir. Y cree el bailaor que si por allí hubiese habido un bailaor o bailarín entre los barrotes, Messiaen lo habría incluido.

Bailar a Messiaen no ha sido un trabajo fácil, sobre todo considerando el cuarteto como algo intocable y eterno que no se puede adaptar ni modificar. “Los tiempos están siempre en movimiento, con muchos instrumentos a la vez sonando. Tienes que elegir entre seguir a uno de ellos o quedarte en tu mundo, pero a Messiaen hay que bailarlo desde la libertad. Tú no puedes sumarte a ello, hay que buscar la eternidad en algunas partes. Mi cuerpo es un instrumento más y mi mensaje lo pongo al servicio de la música, pero siempre en contraste. Yo no cojo a Messiaen para meterme en una jaula, para trasladarme al campo de concentración con él”, explica el bailaor.

Para este montaje, Marín se presenta a quemarropa, sin alardes ni decorados. No hay donde esconderse, no hay trampas ni escenografías que revistan de dramatismo lo que es en sí una pieza de sentimientos de una fuerza devastadora. Como dice Marín, es “una obra maravillosa que encierra un mensaje de esperanza que viene muy bien para los tiempos de hoy. La escena es cruda y la música es la que impera, sin trucos ni efectos. Estamos en el Auditorio, un lugar para la música y no para la danza. La visibilidad corresponde a la personalidad de Olivier Messiaen, no al Trío Arbós ni a Andrés Marín. El autor es el protagonista y nosotros estamos al servicio del autor. Aquí hay dos botas, un hombre, un pantalón, un chaleco y cuatro músicos. Y bailar lo que uno es”, explica Marín.

El poderoso mundo interior de la obra, repartido en ocho movimientos, intenta ser una mezcla entre esa fascinación de Messiaen por los pájaros —aquí, metáfora de una libertad deseada, real y creativa— y el profundo mundo espiritual que el compositor transformó en una música rompedora y brillante. No es fácil asumir un cuarteto que nos habla de la eternidad de Jesucristo, de las siete trompetas del Apocalipsis y del ángel que profetiza, en plena Segunda Guerra Mundial, que el mundo tal y como lo conocemos ha llegado a su fin. Un viaje que comienza con el trino de los pájaros que simbolizan esa armonía de las esferas de la que ya hablaba San Agustín y que culmina con un solo de violín que simboliza un ascenso al paraíso.

No es la primera vez que Marín se aleja del rasgueo de las guitarras y de los quejíos para abordar otros mundos. Además de su gusto por Messiaen, ha usado obras de Ligeti y Penderecki en otras creaciones y actualmente baila el barroco reluciente de Tomás Luis de Victoria en su espectáculo Gólgota. Por algo se define como la antítesis de un “bailaor flamenco de clichés”, y orienta su baile hacia parajes abstractos.

Andrés Marín baila Messiaen. Este sábado en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional, a las 19.30. Entradas: 15 y 20 euros. Descuentos para mayores de 65, menores de 26 y familias numerosas.

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