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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ojalá pudiera la gente

Todavía no parece muy claro si Podemos es una agrupación política o una suerte de oenegé insomne ante el feo futuro

Todavía no parece muy claro si Podemos es una agrupación política o una suerte de oenegé insomne ante el feo futuro de los ciudadanos, una multitud de personas a la que ellos denominan como gente, como si sujetos a lo Miguel Blesa no formara también parte del genérico gente. Un portavoz valenciano del grupo, cuyo nombre omito ya que ellos mismos proclaman la urgencia de huir de la singularidad, declaraba el otro día en una entrevista para este periódico, respecto a las próximas elecciones a la Generalitat Valenciana, que “la cara visible del candidato de Podemos no tendrá importancia”. Bien dicho: Digo yo que no será porque no salen en las teles, en fin. Pero lo más preocupante de afirmaciones como esa es lo que podría ocurrir si el candidato en cuestión se sale con la suya y en presidiendo la Generalitat comienza a mostrar su cara invisible, algo que suele ocurrir con la mayoría de políticos, pertenezcan o no a la casta ¿Qué haría entonces Podemos? ¿Destituirlo? No está claro que pudieran hacerlo. ¿Aguantarse sin saber cómo sobreponerse y oteando la oportunidad de machacar a los traidores reinstaurando la ocurrencia de aquel gran hombre del teatro independiente que se hizo pasar también por vicepresidente del Gobierno con su célebre dictum “El que se mueva no sale en la foto”? Eso sería terrible para el trío formado por Iglesias, Monedero y Herrejón presentan... tachín tachán...

Más sintomática resulta, en la entrevista ya citada, esta aseveración del entrevistado: “Lo crucial es que el cabeza de lista a la Generalitat carezca del ADN de la casta”. Se entiende lo que quiere decir, pero no es obligatorio decirlo tan malamente ni mezclar como un labriego jubilado churras con merinas, pero qué le vamos a hacer si, para empezar, los comulgantes con la política inmaculada parecen ignorarlo casi todo sobre la política verdadera, una política que no repara en salmos ni fidelidades a la hora de salirse con la suya. Y, para seguir, que se sepa nadie es culpable del origen de su ADN, cosa más bien perteneciente a padres y demás familia. La casta viene después, debido a perfiles heredados o a otras circunstancias que no vamos a enumerar ahora, salvo que hablemos de torería o de cante flamenco, acaso. Pero claro, ¿qué hacer si el ADN de un joven redentor político va y coincide espiral por espiral con el de un abuelo o unos padres furibundos o mentecatos que se la jugaron con Franco o, bajando decibelios, con Adolfo Suárez, o, para hacer menos ruido genético, con Felipe González? También habría que determinar la manera exacta en la que el cruce de los factores genéticos incide en las preferencias políticas de los más jóvenes, y tantas cosas más que ahora mismo me da pereza determinar. Y quién sabe si esta omisión se debe a mi herencia genética o solamente al tedio que me producen tantas cosas como leo.

Es un tedio que no impide recordar al Lenin anterior a la toma del poder: “Solo cuando los de abajo no quieren y los de arriba no pueden soportar la situación, están dadas las condiciones objetivas para la revolución” (cito de memoria). ¿Está seguro Podemos de que, ahora mismo, los de abajo  no quieren y, sobre todo, de que los de arriba no pueden? Santa Lucía les conserve la vista. Y, por lo demás, Chávez siempre ha sido muy visible. Quizá demasiado.

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