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CANCIÓN | Rodrigo Amarante
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ternura desnuda

Desde Río, una propuesta de corte exquisito que pierde mucho sin banda de acompañamiento

Algo empieza a suceder en torno a Rodrigo Amarante, trovador carioca capaz de convocar a 300 personas en un escenario poco recurrente (Charada) y en un domingo otoñal y destemplado para verle en completa soledad. Habrá quien lo llame hipsterismo tropical, a juzgar por la media joven y documentada de la sala, conocedora quizás de Amarante por su condición de telonero y brazo derecho de Devendra Banhart. Pero no hubo anoche espacio para demasiado folk experimental, más allá de piezas meditabundas y hermosas como Iddle eyes y Wood & graphite. El grueso de la velada, breve y reflexiva, giró en torno a un catálogo evidentemente deudor de Jorge Ben o Caetano Veloso: el hijo de este, Moreno, es compañero de Rodrigo en la Orquestra Imperial, de la que ayer rescató una preciosidad titulada Pode ser.

Amarante fue el primer agradecido por esa acogida cálida y respetuosa, lo bastante como para saludar en elocuente castellano “¡Estoy de puta madre!” y estrenar una balada inédita en nuestra lengua, Tuyo, perezosa y evocadora. Hay sorpresas como una pieza en francés, Mon nom, la casi jazzística I’m ready y un par de títulos que bordean la condición de nanas, Tardei y The ribbon, este con un tarareo en falsete que fue lo más emocionante de la noche. Hay ternura y talento a raudales, pero el acompañamiento desnudo de esa pequeña guitarra de caja blanca es poca cosa para lo que merecen estas grandes canciones.

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