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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gramática y aritmética de la consulta

Si el referéndum no puede tomarse en serio, mejor verlo con mirada jocosa y aprovechar la ocasión de regocijo que depara

Por más que en manifiesta minoría entre los ciudadanos de Cataluña, una parte conspicua de la nación catalana se ha ilusionado con la quimera de hacer real la profecía del estupendo Francesc Pujol: “Ésser català equivaldrà a tenir les despeses pagades a tot arreu allà on un hom vagi, perquè bastarà i sobrarà que sigui català perquè la gent el tingui a casa seva o li pagui la fonda”.

Dicho de otra manera: se trata de hacer las cuentas sin la huéspeda, decidir que se va a decidir lo que no se tiene capacidad ni poder para decidir. Porque si algo está claro en el camino a la independencia de Cataluña es que la meta es imposible, ni por las vías regulares ni con atajos irregulares: los catalanes jamás votarían pagar el precio del imprescindible pacto con el Estado español.

El misterio de la Santísima Trinidad parece un juego de niños comparado con el de averiguar si la pregunta de la consulta es de hecho una pregunta o cuando menos tres con una sola respuesta verdadera

Si el asunto, pues, no puede tomarse en serio, mejor verlo con mirada jocosa y aprovechar las numerosas oportunidades de regocijo que depara. Para un espectador lejano como quien firma, la fuente más notoria de diversión es la pregunta consensuada (¿con seny?) por los partidos favorables a la consulta del difunto 9 de noviembre. Como mis conocimientos apenas van más allá de leer, escribir y la primera de las cuatro reglas, no pasaré de un par de observaciones desde esa perspectiva.

El texto reza “¿Quiere que Cataluña sea un Estado?”, con dos respuestas posibles, Sí y No; y, por otra parte, “En caso afirmativo, ¿quiere que este Estado sea independiente?”, con otras tantas. Si yo tuviera derecho a voto en el Principado, que no lo tengo, confieso que me quedaría perplejo, con mi nula cultura política, y acudiría al diccionario y a la Wikipedia.

La ortografía o más bien la ortotipografía castellana y subsidiariamente catalana prescriben que Estado se escriba con mayúscula cuando designa la “forma de organización política dotada de poder soberano”. Por si fuera poco, la exégesis más autorizada, nada menos que de Mas, afirma que en la papeleta irá “escrit Estat, òbviament en majúscules”.

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Pero, entonces, si acaba siendo así, ¿cómo entiende la primera parte contratante y cómo debe entender la segunda parte contratante la primera parte de la segunda parte y la segunda parte de la segunda parte de las preguntas?

Porque si para la primera parte de la primera (Sí) estado fuera en minúscula, cabría entender que se daba la oportunidad de escoger, por ejemplo, un estado al modo de cada uno de los territorios autónomos de los federales. (Concuerdo, como bastantes veces, con la dilecta amiga Silvia Senz; no sé qué opinará mi admirado Màrius Serra.)

Pero en mayúscula, tras un Sí en la primera parte, la primera parte de la segunda es redundante, pura tautología: su tenor literal, de acuerdo con la mente del legislador, hace inútil inscribir, otro sí, otro Sí en la papeleta.

Pasémoslo por alto, desdeñemos la eventualidad de usar unas veces la mayúscula y otras la minúscula o alternarlas en catalán y en castellano, e interpretemos que debe leerse estado, con minúscula, según se hace en el blog de Oriol Junqueras, con su finura habitual y contra Mas. “Mala grammatica non vitiat chartam”.

Otra cosa es si la vicia la aritmética. El misterio de la Santísima Trinidad parece un juego de niños comparado con el de averiguar si la pregunta es de hecho una pregunta o cuando menos tres preguntas con una sola respuesta verdadera. Acaso a estas horas el Boletín Oficial de la santa casa prescriba ya una solución al acertijo, que sin embargo no anulará las otras varias teóricamente posibles.

Tengo la sospecha de que la formulación se hizo para asegurar el rechazo a la independencia. De haberse llegado a las urnas, en efecto, de un lado estarían los noes a “¿Quiere que Cataluña sea un Estado?” y del otro los sies o los noes a “¿Quiere que sea independiente?”

Ahora bien, por principio, es inadmisible que los No a la primera y los Sí a la primera y No a la segunda no sumen más resultados que los Sí a la primera y los Sí a la segunda. Porque quienes voten Sí a la segunda habrán votado también Sí a la primera (donde sabemos que es necesario leer estado), vale decir, habrán dado por buena más de una posibilidad, aunque en definitiva se inclinen específicamente por una sola. Y ¿por qué esta preferencia última tendría que anular la anterior opción abierta?

En un menú de a nueve euros, tres comensales quieren vino, pero dos de ellos piden además agua. Las condiciones, no obstante, permiten servir solo una bebida por mesa, la que decida la mayoría. Luego los camareros tendrán que servir vino. “Intendami chi pò, ch'i' m'inted'io” (Canzoniere, CV).

Francisco Rico es filólogo y académico de la Lengua.

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