Hacerse líder en el peor momento
Idoia Mendia jamás ambicionó dirigir al PSE-EE. Sin perfil acuñado, deberá implantar su renovación en medio del poder territorial y la caída electoral
Aquel día de enero de 1993, a su regreso de Bruselas donde consumía los últimos meses en la Comisión Europea, Idoia Mendia (Bilbao, 1965) tocó el timbre de la Agrupación del PSE-EE en Abando (Bilbao). Alfonso Gil, entonces secretario de Organización, le abrió la puerta. Meses después, Mendia, estudiante de la ikastola Lauro, procedente de una familia nacionalista, abogada y dominando euskera e inglés, se afiliaba al partido. A los tres años se casaba con Alfonso Gil, con quien tiene dos hijos. El próximo martes será elegida secretaria general del PSE-EE en lugar de Patxi López, su amigo, pero de quien siempre ha mantenido la suficiente distancia “diciéndole lo que pensaba solo cada vez que se lo preguntaba”, precisan en su entorno.
Mendia parece predestinada a las situaciones comprometidas. Cuando en 2001 el estallido interno forzó la salida de Nicolás Redondo Terreros, allí estaba para ocupar su escaño en el Parlamento vasco con bisoñez superada por su tenacidad en el paso de los años. Cuando apenas dos docenas de vecinos de Barrika votaban socialista, Mendia levantó en 2003 las expectativas hasta conseguir el acta de concejal. Cuando el PSE-EE llegó a Ajuria-Enea, Mendia lidió cada martes como portavoz en medio de la animadversión nacionalista. Y ahora que López se va en medio del declive electoral y de un debate identitario que despunta en el horizonte bajo una crisis económica que salpica, solo ella da la cara.
Pero ningún trance fue tan arriesgado como el sufrido en el parto de su hijo Pablo. Mendia vio entonces la muerte tan de cerca en el quirófano que sigue recordando aquel día como el de su nuevo cumpleaños. Quizá así se entienda que esta mujer de gestos poco expresivos, visible con sus 184 centímetros, cercana en la distancia corta pero sin concesiones, desprenda un acusado acento maternal en su entorno.
Nieta del fundador del ‘batzoki’ de ANV de Barakaldo y alumna de ‘ikastola’
Hija de un marino mercante que fue jefe de máquinas, siempre conoció la historia de su abuelo, el fundador del batzoki de Acción Nacionalista Vasca (ANV) de Barakaldo. Creció en un ambiente nacionalista, del que jamás se le ha escuchado renegar. Cursó Derecho en la Universidad de Deusto donde Xabier Arzalluz fue uno de sus profesores, y ha proclamado con firmeza que “Otegi no debe seguir en prisión”. Incluso, perteneció al foro de mujeres por la paz Ahotsak y mantiene una buena relación con la abogada de presos de ETA Jone Goirizelaia.
Con todo, nunca ha dado un disgusto a la línea oficial del partido. “Siempre sabe dónde hay que estar”, apunta un dirigente socialista para justificar su ortodoxia. Además, tampoco sus pasos se han seguido especialmente de cerca desde el aparato. “No es trepa, no sabe lo que es dar codazos y por eso nunca ha levantado suspicacias”, añaden entre sus colaboradores para explicar que “carece de enemigos”.
Pero esta lejanía de la cocina del partido donde jamás ha dispuesto de cargos orgánicos le impide disponer antes de comenzar su mandato de incondicionales que le irán surgiendo con los primeros movimientos y, sobre todo, de un perfil político acuñado. Es ahora, en sus frenéticos contactos diarios con las agrupaciones del PSE-EE, cuando empieza a rozarse más distendidamente con la afiliación y a proporcionarles sus líneas estratégicas. Les ha dicho que no habrá vocalías, que cada miembro de una ejecutiva recortada se responsabilizará de un área de la que rendirá cuentas y que el contacto con la vida del partido se dinamizará, “empezando por ella misma”, recuerdan en una Casa del Pueblo adonde acudió en plenas fiestas locales.
Fría, pero cercana, nunca ha dado un disgusto a la línea oficial del partido
Mendia sabe que lo tiene difícil, con una exigencia a corto plazo. La tranquilidad de su mandato pasa por el examen de unas elecciones municipales y forales donde juega en inferioridad de condiciones tras los últimos mazazos encajados. No quiere pensar en la dentellada de Podemos sino en recuperar el aliento perdido por los suyos. “La guerra que se vive en Bizkaia no le va a ayudar nada”, advierte un curtido dirigente socialista de este territorio, ahora mismo el único bastión y con el mayor peso de afiliados. “Habrá revancha y quienes pierdan no irán en las listas”, añade. ¿Lo reremediará Mendia? Los más escépticos sobre su peso político opinan que “estará en manos de quienes mandan en cada territorial” y que “tendrá que convivir con ello”. Quienes aspiran a un nuevo tiempo subrayan que “Idoia tiene registros distintos”.
Mientras escucha a Malia, Kepa Junkera o Itoiz, o lee a Marguerite Yourcenar, Camus o Lawrence Durrell, la futura líder del socialismo vasco fijará su hoja de ruta, condicionada por una obligada renovación “de la que está convencida”. Sabe que es un trago. Ya lo vivió en el Gobierno vasco, quizá su experiencia política “más tortuosa”, según quienes le acompañaron en la “vorágine del día a día”. Le queda el consuelo de un primer año de gestión donde fue capaz de normalizar las tensas relaciones con la Justicia que había dejado el Gobierno Ibarretxe y aquel acuerdo por primera vez en una década con todos los sindicatos de la función pública, aunque luego la reforma Zapatero lo augura. En cambio, le perseguirá su tremendo patinazo con el denominado caso Justicia, donde quiso ver irregularidades económicas en la gestión de los consejeros de EA Sabin Intxaurraga y Joseba Azkarraga, quien aún camina con la espina clavada.
“Es fría, no es mujer de grandes rebotes”, dicen quienes la conocen. Por eso, su círculo más próximo cree que actuará con prudencia, aunque avisan de que “será contundente” con los criterios que maneje. “Sabe que se hace querer, que siempre ha estado ahí cuando se le ha pedido algo y por eso va a tener mucha gente a su lado”, recuerdan desde los escaños socialistas del Parlamento. Mendia les espera en las urnas, donde, de verdad, se la juega.
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