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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pendientes de Podemos

Todas las cautelas o rarezas no habrían de impedir la aproximación y diálogo entre los partidos llamados a hacer piña para arrumbar a la derecha

No parece temerario afirmar que los dos fenómenos políticos más relevantes en lo que llevamos de año han sido la briosa irrupción de Podemos en la pugna electoral y la decadencia o caída en barrena del PP valenciano. Cabe especular acerca de la solidez o gravedad de uno y otro, pero es indudable que están condicionando de manera creciente la vida pública y la estrategia de los partidos, encarados ya con los comicios municipales y autonómicos del próximo Mayo. En este comentario nos ceñiremos al caso de la citada y novedosa oferta, dejando para futuras oportunidades glosar –no sin regodeo– la ruina de la formación conservadora que todavía gobierna la Generalitat.

Por lo pronto, de Podemos resulta obvio anotar que nunca, o no nos consta, al menos, una propuesta política de izquierda –¿o no lo es?– ha logrado un éxito tan fulgurante, con un programa intrépido en tanto que arriesgado e inusual y, por lo que al País Valenciano atañe, sin caras conocidas. En este aspecto, como es sabido, los referentes personales son los mediáticos y televisivos Pablo Iglesias, José Carlos Monedero e Iñigo Errejón que, eso sí –y que dure– consumen más horas de plató que la suma de toda la oposición. Tanto es así que de su imagen, oficio y mensajes pervive –y crece por doquier, aunque parezca asombroso- la iniciativa que lideran. Por cierto, y a tenor de lo que se constata, las descalificaciones con que les abruma la derecha y alguna izquierda desvaída solo sirven para abonar su auge.

Ciñéndonos al caso valenciano, nos consta que los responsables o promotores de Podemos por estos pagos practican una suerte aislamiento a modo de profilaxis mientras se aplican con plena dedicación a debatir sus cuestiones orgánicas e incluso ontológicas, pues no es fácil –ni siquiera para ellos– describir qué son o quieren ser cuando sean mayores. En estos asuntos, y valga la expresión, se la cogen con un papel de fumar, pues opinan algunos de ellos que confraternizar o compartir en estos momentos con otras fuerzas o partidos de su cuerda o similar podría influir en la definición del perfil ideológico o plan estratégico que están pariendo. De ahí, por ejemplo, que hayan rehusado colaborar en los preparativos de la tradicional mani del 9 d'Octubre. Silencio, pues, y que tengan un feliz alumbramiento.

Todas estas cautelas o rarezas no habrían de impedir ni siquiera demorar la aproximación y diálogo entre los partidos llamados a hacer piña, alianza o concierto para llevar a cabo el más apremiante objetivo del frente democrático: arrumbar a la derecha y gobernar para la inmensa y más inerme mayoría. En este empeño todos son necesarios. También esa vieja dama remilgada y venida a menos que es el PSPV, y que aún cree que puede ser por sí sola alternativa a la mangancia que nos gobierna. Y los folclóricos del Bloc que se tienen por administradores de las credenciales nacionalistas y desconfían, cuando no desdeñan, a estos inesperados cofrades. Y cuantos, sin adscripción partidaria, postulan una sociedad más justa y cohesionada que ha de renacer en este erial económico y cultural.

Y, por supuesto, Podemos, esa muchachada insólita que ha roto cánones y avivado ilusiones mediante un discurso rompedor y un punto desmadrado. Ahora sería plausible que pusieran rostro sus mensajes y moderasen su aparente arrogancia, pues, aunque mucho crezcan, por sí solos únicamente llegarán donde ya estamos. Pendientes de ellos nos tienen.

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