Los sin vergüenza
Desde que tengo uso de razón electoral, la derecha valenciana, se ha distinguido, entre otras singularidades, ha sido por su intachable desvergüenza cultural
Desde que tengo uso de razón electoral, la derecha valenciana, sea de corte neo franquista o como la presente, de confección autocrática, llámese AP, UCD, UV o PP, si en el algo se ha distinguido, entre otras singularidades, ha sido por su intachable desvergüenza cultural. A la izquierda no es que hayan atado los perros con la Revista de Occidente del señor Ortega y Gasset, pero al menos han tenido un poco más de vergüenza torera con estas cosas de la cultura y la educación y tal como está el patio, siempre se agradece alguna mente iluminada que distinga entre una vocal abierta y una cerrada.
Aun no repuesto del todo del último bochorno veraniego que me dejó toda una semana flotando al baño maría, me encuentro con el ultimátum que la dirección del PP valenciano le ha lanzado a la Acadèmia de la Llengua. No sé si las huestes del Palau de la Generalitat piensan declarar la tercera guerra lingüística o enviar un ejército de drones a la sede de la academia en Sant Miquel dels Reis. Lo siento por los distinguidos miembros de la honorable institución que por decir- con la boca muy pequeñita- que todos nos podemos entender y hasta cantar al unísono si la cosa se presta “mon pare no té nas i ta mare és xata”, los gobernantes del PP estén dispuestos a llevarlos ante el mismísimo Tribunal del Santo Oficio si es preciso.
Lo que estas alturas es una obviedad o verdad como un templo científico, a los pobres académicos les puede costar que les dejen con el culo al aire como el título de aquella estimulante película de Carles Mira, un creador que por otro lado, merecería una mayor atención por parte de nuestras instituciones tan cuidadosas con otros próceres de nuestra cultura valenciana. A los señores del PP, esto de la lengua común cada vez que sale a relucir es como un forúnculo insumiso que les germina en sus partes más sensibles. El último en inflamarse sus partes ha sido el conseller de la cosa gobernativa, el señor Santamaría, un caballero que sepamos no posee ninguna titulación académica en cuestiones filológicas y que se ha apuntado al tiro al pichón contra la Acadèmia como lo podría hacer un tertuliano de barra de mesón o de cháchara de taxi matutino.
Alguien se imagina a un político español, supongamos a una Rosa Diez, que se caracteriza por su verborrea inclemente, ¿poniendo como hoja de perejil a la Real Academia de la Lengua Española porque no le gustan algunas de sus definiciones lingüísticas? Estos señores del PP exigiendo a la Acadèmia de la Llengua que cambien su definición me ha recordado una frase de la escritor Dashiell Hammet cuando fue llamado a declarar en el Comité de actividades antiamericanas que instigaba el senador McCarthy: “No pemito que ni los policías ni los jueces me digan qué creo yo que es la democracia”.
Nuestros ilustrados políticos de la derecha valenciana se han propuesto que la Acadèmia y de paso, los valencianos, digamos y avalemos lo que ellos creen que es nuestra lengua común porque a sus señorías, entre otras cosas, les importa un pimiento lo que digan todas las universidades y dictámenes científicos del mundo. Por cierto, una lengua, la valenciana, cuyo índice de utilización por parte de los diputados, consellers, concejales, etc. del PP valenciano debe ser similar al uso de plantillas antisudor entre la población de algunas islas de la Polinesia occidental.
Es verdad que todo esto tiene un aire déjà vu, de política vintage y por supuesto de deshonestidad política ejercida por los mismos que no se cortaron un duro la hora de cerrar el único medio público de comunicación en valenciano; es verdad que cuando se acerca el 9 d’Octubre hay que calentar motores anticatalanistas, ver como se arañan unos cuantos votos más al personal enciendo los ánimos, etc y etc. Es verdad que más allá de Sorolla, la Paella, el bou embolat y Santiago Calatrava- antes de pasarse al lado oscuro de la fuerza- la cultura y más si se realiza en lengua autóctona, sigue siendo un plato indigesto y siempre sospechoso para la derecha valenciana Es verdad y hasta estoy seguro que si el venerable patriarca de les Lletres Valencianes don Teodor Llorente levantara la cabeza les obsequiaría con una buena peineta.
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