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Regreso al origen
Crónica
Texto informativo con interpretación

“Primero son los valores”

Miquel Armengol impulsa una marca de ropa producida íntegramente en Cataluña

Lluís Pellicer
Miquel Armengol, fundador de Punt Volat, en su taller de Terrassa.
Miquel Armengol, fundador de Punt Volat, en su taller de Terrassa.gianluca battista

Muy atrás queda el tiempo en el que las chimeneas de las fábricas dedicadas al textil poblaban el horizonte de las principales ciudades de Cataluña. Terrassa fue una de las capitales de esa industria cuyos patronos siempre resaltan con ironía que acumula ya 150 años de crisis. La Gran Recesión, la peor en generaciones, le dio la puntilla. Con excepciones, hoy ya no se habla de textil, sino de moda o de diseño. Y ese proceso puede estar a miles de kilómetros de la producción. Las noticias que llegaban sobre las condiciones laborales en esas factorías, en China o Bangladesh, a Miquel Armengol, que había sido director de empresas, no le gustaban y decidió arriesgar y emprender.

Con su hermano Jaume y la colaboración de Lluís Arbós idearon un modelo empresa que tomaría forma casi de inmediato. “Nuestra filosofía se resume en que primero son los valores y luego el beneficio”, explica Armengol. La firma se basa en la marca que eligieron para estampar en las prendas que iban a comercializar. Y ese emblema era el punt volat, el punto que luce la ele geminada y que constituye uno de los signos diferenciales de la lengua catalana. “Es la única letra que los catalanes no compartimos con ningún otro idioma”, apunta. Y así se llamó la empresa: Punt Volat.

La elección del símbolo era toda una declaración de intenciones: se trataba de que el textil volviera a casa. Y puesto que querían ir más allá de la simple estampación del símbolo, decidieron que todo el proceso debía desarrollarse en Cataluña. En concreto, en las antiguas capitales del textil catalán. “Los tejidos venían de Mataró; el tintado, los patrones y la confección se hacían en Terrassa; los pantalones en Sabadell y las etiquetas en Barcelona”, detalla Armengol.

En un año de vida, la empresa sacó dos colecciones. La primera consistió en camisetas y sudaderas. “Gustó mucho y fue muy bien. No sirvió para ganar mucho dinero, pero sí para entrar en el mercado”, explica Armengol. A continuación se ampliaron modelos y se ofrecieron también pantalones. Luego llegó la promoción: la página web, los vídeos, la promoción en redes sociales... En todo eso se puso las pilas Lluís Arbós, que se dedica a la comunicación. Debían crear un producto atractivo, de calidad y, además, darle la máxima difusión posible. “Hoy es el primer día en mucho tiempo que no llevo la camiseta”, dice Armengol, que la luce allí donde va. Siempre hay alguien, explica, que lo para por la calle para preguntar dónde puede conseguir esa prenda. Así ha conseguido clientes. Todos esos esfuerzos se ven recompesados cuando ve a alguien con la camiseta. O cuando recibe, como ha sucedido recientemente, un mensaje de una clienta con una fotografía en la que un familiar japonés lucía una de sus camisetas.

Este antiguo director de empresas decidió

No obstante, la aventura no ha sido nada fácil. Es más, ha sido incluso muy complicada. Y tras haber agotado los recursos que había conseguido para la empresa, hoy los impulsores de Punt Volat dan vueltas a cómo pueden mantenerla con vida. Internet resolvía el problema cuando se trataba solo de estampar. “Los costes se disparan cuando hacemos patrones o compramos tejidos”, asegura Armengol, quien tiene claro cuál es el salto que necesita hoy la empresa. “La tienda”. Y eso, lamenta, “requiere un alto nivel de inversión” que ya no puede afrontar solo tirando de sus ahorros. “Una gran empresa de moda se gasta en un escaparate todo el presupuesto que nosotros tenemos en un año”, lamenta Armengol.

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Los fundadores de Punt Volat han explorado incluso la entrada de un socio. Sin embargo, las opciones que hasta ahora han recibido pasan por perder el control de la compañía, hasta por quedarse una pequeñísima participación. Pero los valores, dice, son irrenunciables. “Intentamos explicarlos a los clientes. Y no es fácil, pero deben saber por qué una camiseta de una gran firma puede estar a diez euros y por qué las nuestras son más caras. Las nuestras están hechas a conciencia y de forma ética. Y eso tiene un precio”, afirma.

Armengol incluso valora la posibilidad de tener que “aparcar” el proyecto. “No abandonarlo”, puntualiza. “No podemos dejarlo, hemos puesto mucha ilusión”, insiste. Porque, además, Armengol está convencido de que existe una demanda de unos clientes que quieren un consumo de proximidad, ético y justo. “El ascenso de partidos como Podemos nos indica que la gente se da cuenta de las cosas, de que hay un cambio de conciencia”, añade. “Vamos a encontrar la manera de que esto vaya bien”, remacha.

La firma Punt Volat hoy

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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