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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reestructuración agridulce

Con la adjudicación de Catalunya Banc a BBVA podemos asumir que el sistema está prácticamente asentado

Tras dos intentos fallidos previos, se ha cumplido el refrán a la tercera va la vencida, con la adjudicación esta semana de Catalunya Banc a BBVA por parte del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), su principal accionista. Después de esta operación, que sucede a las de Banco de Valencia y NCG Banco, en noviembre de 2012 y diciembre de 2013, respectivamente, y de la primera venta de un paquete de acciones representativas del 7,5 % del capital de Bankia en febrero de 2014, podría darse por concluido el gran proceso de reestructuración, al menos en lo que al Grupo 1 se refiere. Esta tarea le fue encomendada al FROB en el Memorando de Entendimiento firmado en el marco del Programa de Asistencia Financiera europea.

El Grupo 1 lo formaban las entidades que ya eran propiedad del FROB en julio de 2012, y que requerían inyecciones de capital o una resolución ordenada por no ser viables en solitario. De las cuatro entidades que componían el Grupo, Bankia es la única que continúa operando en solitario, cumpliendo con las exigencias establecidas en su plan de restructuración.

El nuevo reto del FROB es gestionar su salida de las entidades del Grupo 2, aquellas que podían continuar con su negocio según los planes de viabilidad presentados en 2012 pero que requirieron inyecciones públicas ante la falta de capacidad para captar capital de forma privada. Sin duda este nuevo cometido del FROB es de menor envergadura que el anterior, tanto por el importe como por el tipo de operaciones a realizar: amortización de bonos contingentes convertibles en el caso de tres entidades, y venta de su participación en el capital de la única entidad de dicho Grupo 2, BMN, en la que el FROB mantiene un 65 % de participación.

Con la resolución de Catalunya Banc, y sin entrar en consideraciones sobre el coste final resultante —algo que no se conocerá hasta que se termine de colocar los "paquetes" pendientes— podemos asumir que el sistema está prácticamente asentado tras el proceso de reestructuración. Sin embargo, dicho proceso deja un sabor agridulce, en la medida en que no ha conseguido, al menos por el momento, el objetivo de reactivar el flujo crediticio hacia la economía real. Por tanto, hasta que no vuelva a fluir el crédito no puede darse por finalizada la reestructuración del sistema bancario español. Sobre todo después de una caída acumulada del crédito bancario al sector privado de casi el 25 % en los últimos cinco años.

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