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Repartir la escasez

La única función que justifica el acceso de la socialdemocracia al poder es la redistribución de los bienes escasos

La única función que justifica absolutamente el acceso de la socialdemocracia al poder es la redistribución de los bienes escasos, de la riqueza que en estos momentos se concreta en la falta de trabajo.

El pensamiento liberal y también el socialdemócrata coincide en incrementar la demanda de trabajo para así generar riqueza y atender al exceso de oferta laboral. Ahí se deberían terminar los puntos de acuerdo en términos generales, entre ambas propuestas, la conservadora y la progresista.

En cambio, y en tanto se generan esos nuevos puestos de trabajo con políticas económicas que también deberían diferenciar las dos posturas, nos encontramos ante la necesidad de redistribuir mejor ese bien tan escaso que es el trabajo y frente a las posibles soluciones, solo la izquierda puede plantear alternativas solidarias en la coyuntura actual.

No hay soluciones mágicas, pero si puede y debe haber propuestas razonables que la sociedad en su conjunto puede comprender incluidos sindicatos y patronal.

La alternativa, de la que después analizaremos las ventajas e inconvenientes, se podría resumir en un cambio y una reducción de los horarios de trabajo:

Actividades a tres turnos o con correturnos, básicamente industriales con proceso continuo: el turno pasaría de las actuales ocho horas a cuatro turnos de seis horas. El incremento de puestos de trabajo seria del 33%, con parada de fin de semana. En el proceso continuo con correturnos se añadiría un quinto turno, actualmente son cuatro, prorrateando las 18 horas restantes entre el conjunto de los turnos, el incremento de puestos de trabajo seria pues de un 25%.

El salario hora debería tener un incremento de un 6% que es el coste actual de la media hora del bocadillo que con seis horas de trabajo resultaría innecesario.

La reducción del horario tendría los siguientes efectos beneficiosos para la empresa: una caída sustancial del absentismo debido a gestiones y actividades personales y familiares que con los actuales horarios provocan ausencias injustificables pero justificadas, visitas al médico, cuidado recogida de niños, gestiones ante la administración, etc.. (En un supuesto de turnos de 6.00 a 12.00, de 12.00 a 18.00, de 18.00 a 24.00 y de 24.00 a 6, las posibilidades de conciliar trabajo y actividades privadas son mucho mayores sin necesidad de ausencias).

La accidentalidad laboral, (los expertos nos pueden aportar sus conocimientos) se reduciría de un modo importante dado que está demostrado estadísticamente que la fatiga de final de turno es una de las causas relevantes de los accidentes de trabajo así como la falta de sueño.

El incremento de productividad se produce por dos vías, la primera es consustancial al menor coeficiente de fatiga, y la segunda por la no interrupción o discontinuidad del proceso productivo durante la media hora de descanso aunque en muchos casos se pacta tomar el bocadillo mientras se trabaja, práctica que no contribuye en nada a la mejora de la eficiencia. Desde el punto de vista de la empresa se le abre la posibilidad de un margen mayor de utilización de la capacidad productiva al contar con un mayor número de personal disponible para hacer horas extra en momentos de mayor demanda.

Desde el punto de vista social podemos resaltar algunos resultados positivos: La conciliación del trabajo con la vida familiar tendría un margen mucho mayor, en todos los supuestos de horarios que hemos propuesto la posibilidad de convivencia y de reparto de tareas domésticas es bastante óptima. El margen para el trabajo femenino se amplía considerablemente, reduciendo el temor empresarial a contratar mujeres y limitando la justificación al trabajo industrial a domicilio.

Otros efectos colaterales serian también apreciables, el más relevante es indudablemente la reducción de las tensiones sociales a causa del desempleo que irán in crescendo y que están provocando unas fracturas familiares y sociales insoportables e imposibles de gestionar políticamente. De menor importancia, un margen adicional para el consumo interno y para el aprovechamiento de las instalaciones de ocio. Un reparto mucho más eficiente de los horarios comerciales y administrativos. Una carga y un uso más eficiente de las infraestructuras de transporte.

Pero evidentemente todos los puestos de trabajo no responden al modelo descrito (turnos o correturnos). En los casos de dos turnos o turno partido la aplicación del mismo esquema tendría unos efectos similares y muy positivos en el supuesto del comercio o los servicios que paran a mediodía, podrían tener en establecimiento abierto doce horas sin interrupción y competir mejor con las grandes cadenas y con los nuevos hábitos de consumo. En estos casos y siempre previo acuerdo, trabajadores y patronal vía sindical o en el marco de la pequeña empresa, el incremento de puestos de trabajo puede llegar al 50%.

Veamos el resultado económico posible: (solo se trata de un ejemplo)

40 horas a 10 euros = 400 euros (sistema actual)

30 horas a 10 euros =300 euros (nuevo sistema sin correcciones)

Corrección por tiempo de descanso: 6’5% de incremento, 10+6’5% = 10,65 euros

Corrección por disminución de absentismo, un prudente 3%: 10,65+3% = 10,97 euros

Mejoras en la productividad y reducción de la infrautilización, un mínimo de un 2%: 10,97+2% = 11,20 euros.

Resultado final aprox. 30 horas a 11,20 euros = 336 euros.

Reducción salarial bruta: 16%

Reducción tiempo de trabajo: 25%

Saldo social neto: + 9%

La experiencia en situaciones similares es bastante ilustrativa: Con la llegada de la democracia la reducción de las 48 horas semanales hasta las 40 horas fue produciéndose a un ritmo acelerado, convenio a convenio, de 48 a 46, 46 a 44, de 44 a 42 hasta alcanzar las 40, que posteriormente llegaron a las 38. La patronal en aquellos tiempos estaba totalmente dividida, con mayoría de predicadores que pronosticaban la gran catástrofe si se reducían los horarios de trabajo. No solo la presión sindical que era mucho más potente que ahora, sino también un pequeño pero inteligente grupo de empresarios vieron todas o algunas de las ventajas que hemos descrito y los incrementos de productividad vinculados a incrementos considerables de la inversión permitieron industrializar España y muy especialmente el País Valenciano.

Ahora de nuevo empresarios del tipo “hay que trabajar más por menos” han arruinado el país y destrozado a la clase media y pretenden depauperar a la clase trabajadora.

Ante propuestas como la precedente se intentara inmediatamente descalificarlas como “arbitrismos”, “intervencionismos” , etc. el discurso es muy viejo y en cambio la necesidad del cambio social es urgente, posible y necesaria incluso para los que no estarían nunca de acuerdo.

La redistribución de la escasez, del trabajo escaso, es junto con la creación de nuevas fuentes de empleo la única posibilidad para pasar de la Sociedad del Malestar al Estado del Bienestar.

Otros elementos que afectan a nuestras costumbres tradicionales deberían formar parte de los cambios necesarios.

Las vacaciones: en términos generales resulta bastante irracional que en un país que depende de forma importante del turismo veraniego se sigan haciendo las vacaciones fundamentalmente en el periodo estival. Sería lógico repartir la carga sobre las zonas turísticas evitando que nuestras vacaciones se hicieran en los periodos comprendidos entre julio y agosto, alargando con ello la actividad del sector y descargando de presión las infraestructuras a veces casi vacías durante el resto del año. (El clima tan benigno que disfrutamos en general, ayudaría a poder establecer periodos vacacionales fuera del verano).

Por otra parte, es evidente que los nuevos empleos relacionados con las TIC y que incluso permiten ser desarrollados desde el domicilio o a horarios flexibles deben ser impulsados dentro de la estrategia de reparto del trabajo. Hay puestos de trabajo en la Administración y en la empresa privada que no requieren para su buen funcionamiento más que brevísimos tiempos de trabajo presencial, “unos pocos pantallazos”. Asumir esa realidad, liberaría horas personales.

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