Pucherazo preventivo
Históricamente, las elecciones municipales siempre han adelantado en España el cambio de ciclo político
Históricamente, las elecciones municipales siempre han adelantado en España el cambio de ciclo político, cuando no de régimen, como sucedió con la proclamación de la II República. Las próximas municipales también van a ser determinantes. El PP lo sabe y Rajoy se ha sacado un as de la manga, ante la previsión de que la debacle en los comicios de mayo se conviertan en el principio del fin. Los cerebros de la calle Génova han puesto en marcha una estrategia considerada un clásico en la escuela de tahúres: si ves que no puedes ganar la partida, cambia la reglas del juego. Y así, hace tres semanas, Rajoy propuso un cambio en la Ley electoral para que resultaran elegidos alcaldes los cabezas de candidatura más votados, aunque no tuvieran mayoría absoluta y en perjuicio de una alianza entre el resto de partidos.
Rita Barberá, que sería una de las principales beneficiarias de esta trapisonda, no ha tardado en aplaudir la iniciativa de su cofrade, asegurando que es “absolutamente partidaria de la elección directa del alcalde”, una fórmula que, según dice, implica “que el ciudadano se manifieste por los candidatos, por la persona”. Esperanza Aguirre ha calificado como “maravilloso” el tipo de elección propuesto por Rajoy “porque las coaliciones de perdedores no pueden desplazar al partido ganador”. Un razonamiento que olvida, por ejemplo, que Rita Barberá accedió por primera vez a la alcaldía, hace 23 años mediante una coalición de perdedores, la formada por el PP con la Unión Valenciana de Vicente González Lizondo. E incluso, la propia Esperanza Aguirre se hizo con el Gobierno de Madrid gracias a una coalición con dos tránsfugas del PSOE, que como mínimo habría que calificar de golfos. Ambas, Barberá y Aguirre, han entrenado mucho la memoria, sí, pero para saber olvidar.
De manera que si, a la vuelta del verano, el PP sigue adelante con sus planes de cambiar la Ley electoral, nos encontraríamos ante una auténtica situación de pucherazo preventivo, pues no otra cosa sería perpetrar semejante enjuague. Un pucherazo preventivo que se sumaría al pucherazo presunto que podemos conjeturar, con fundamento, se esconde detrás de los presuntos delitos de financiación ilegal de las campañas electorales del PP valenciano, confesados por Bárcenas y ratificados por los inspectores de Agencia Tributaria.
Pucherazo presunto más pucherazo preventivo conformarían así un explosivo cóctel que no haría sino acentuar una crisis de régimen a la que se ha querido aplicar como bálsamo de fierabrás la entrada en escena del nuevo rey, Felipe VI.
Llegará septiembre con la gran movilización independentista que conducirá, si no al referéndum, por lo menos a unas elecciones plebiscitarias en Catalunya que pueden ser desastrosas para el PP. Algo que Rajoy sólo podría evitar con un golpe de audacia, adelantarse, disolver el Parlamento y convocar elecciones generales anticipadas, tratando vender los datos macroeconómicos para intentar pillar al PSOE a contrapié, sin tiempo a asentar el liderazgo del nuevo secretario general, Pedro Sánchez. Pero todos sabemos que la audacia no es uno de los atributos del presidente del Gobierno. Un Rajoy, por lo demás gran aficionado a las metáforas marineras y que por tanto algo sabe de las presuntas virtudes de aferrarse al timón.
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