Lo viejo y lo nuevo
"Hay personas muy viejas en todo lo que dicen o piensan a pesar de su insultante juventud"
Los últimos meses en España han sido una apoteosis de lo viejo. Vieja política, viejas maneras de entender y afrontar nuestros problemas, viejos discursos y protagonismo social de figuras que parecen sacadas directamente de los años cuarenta del siglo pasado. Basta ver cómo se gestionan las políticas urbanas o sociales en muchas de nuestras ciudades, dónde se centran los recortes o la manera en que la Generalitat gasta alegremente en conciertos con colegios católicos y subvenciones a universidades religiosas para constatarlo.
No es, por lo demás, una cuestión biológica. Hay personas muy viejas en todo lo que dicen o piensan a pesar de su insultante juventud, como hemos tenido ocasión de comprobar una y otra vez en los últimos tiempos atendiendo a las opiniones sobre la Monarquía con las que nos han deleitado muchas de las jóvenes promesas del star system que nos ofrece nuestra partitocracia, pródiga en la producción de carguillos orgánicos darwinísticamente seleccionados para mandar mucho a base de repetir con insistencia todo tipo de dogmas analfabetos mientras bordan las genuflexiones a sus naúticas majestades españolas y todo lo que representan: la estabilidad a toda costa del régimen de poder establecido en España tras la muerte de Franco.
Del mismo modo, hay mentalidades nuevas que se abren paso, cada vez más, en mucha gente. De nuevo, sin que tenga necesariamente que ver con la edad. Las protestas de muchos iaioflautas que antes que por su pensión andan preocupados por los recortes sociópatas asestados a lo largo de estos años a muchos otros sectores y que esencialmente van a condenarlos no tanto a ellos como a la generación de sus nietos —para la que todos intuimos ya un negro futuro no sólo económico sino social— son un ejemplo paradigmático.
La división, en realidad, es más entre la España oficial, viejísima, y una nueva España real. La espectacular, clamorosa y resonante soledad que “acompañó” en las calles de Madrid los fastos de proclamación de nuestro nuevo Rey —sólo leer lo de “nuevo Rey” alucina— mientras el Palacio Real se llenaba de viejas glorias de la caspa social, empresarial, rosa, deportiva y política española, señala dónde anda lo viejo a la vez que muestra a una sociedad pasando página. Todo ello con la banda sonora de fondo de prácticamente los mismos comentaristas que ya vivieron el “hecho biológico” de 1975 con similar emoción… expresada en decenas y decenas de artículos y análisis bochornosos.
A partir del verano van a pasar muchas cosas. Pero no parece que esta sideral (y creciente) distancia entre el mundo real y su representación política e institucional vaya a acortarse. Es más, tiene toda la pinta de que se va a incrementar. De hecho, así lo estamos viendo hace tiempo y las propuestas de “regeneración democrática” que se anuncian abundan con descaro en este intento de blindaje al margen de la expresión de voluntades y humores ciudadanos. A partir de 2015, de esta situación, sólo se podrá salir apostando por lo nuevo, pero lo nuevo de verdad, biologías y bandas sonoras al margen. Y no serán pocas las resistencias y zancadillas que habrá que vencer. Pero es importantísimo que el cambio que se avecina sea profundo y de verdad porque, si no, de los achaques de una vejez ya muy mal llevada pasaremos a padecer estertores que serán el preludio de cosas peores.
[PIEPAG]@Andres_Boix blog en http://blogs.elpais.com/no-se-trata-de-hacer-leer/
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