La respuesta está en el verso
Hasta el 6 de julio Shakespeare o Moratín campan en Alcalá de Henares
La pregunta ¿qué es un clásico? ya es un clásico, valga redundancia. “Los clásicos tratan de los grandes temas de la humanidad, sus miserias y sus valores. Es difícil de que nos dejen de interesar”, dice Pablo Nogales. “Un clásico no es solo un texto que este escrito hace 200, 300 o 400 años, sino uno que siga disparando los interrogantes sobre la condición humana, de forma universal y a través del tiempo”, opina Miguel del Arco. “Como decía Borges: para novedades los clásicos”, apunta Yayo Cáceres.
Pablo Nogales es el director del festival Clásicos en Alcalá, en el que los directores teatrales Del Arco (Misántropo, de Kamikaze Producciones) y Cáceres (En un lugar del Quijote, de Ron La Lá), entre muchos otros, le dan nueva vida a unos textos que, por lo demás, nunca mueren. El festival, organizado por la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, trae a la ciudad complutense a 29 compañías que serán complementadas con otras actividades para acercar al público a estos textos.
“Después de 14 ediciones, el festival ha su propio público”, dice Nogales, “ese que ya tienen el oído acostumbrado al verso, pero también intenta acercarse a otros nuevos”. Existen en el teatro una creciente tendencia a descontextualizar los clásicos para hacerlos modernos (aunque también se dice que los clásicos son siempre modernos), aligerando el texto o utilizando vestuario y mobiliario actuales, haciendo las representaciones más cercanas, “si es que temas como el amor no son suficientemente cercanos”, apunta Nogales. “El gran hallazgo”, continúa el director, “son los creadores que tratan de recrear el texto en un tiempo sin tiempo, mezclando elementos de diferentes épocas, de tal forma que no sabemos bien dónde nos encontramos”.
Los Entremeses de Cervantes, con los que José Luis Gómez celebra el 20 aniversario del teatro de La Abadía, levantaron el telón del festival el pasado jueves. Varios espectáculos homenajearán a Shakespeare en el 450 aniversario de su nacimiento, como la lectura dramatizada Shakespeare en Benicassim, por Sergi López, el Otelo de Eduardo Vasco, Un cuento de invierno, dirigida por Carlos Martínez Abarca o La Tempestad, de Voadora. La compañía de mujeres Primas de riesgo abordan El mágico prodigioso, de Calderón de la Barca, mientras que Lope de Vega estará presente con La cortesía de España, comedia famosa, de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, y con Fuenteovejuna, por la compañía José Estruch. “Al enfrentarse a un clásico la batalla está perdida de antemano, y da un poco de miedo, porque son muy grandes”, dice Yayo Cáceres, “por eso hay que tratarlos con mucho respeto, aunque presentárselos al público de tú a tú”.
El teatro es, tal vez, la disciplina artística que más presente tiene a sus clásicos y más los revisita, cosa de admirar. Aunque hay quien se queja de que esto es fruto de la falta de valentía de los programadores a la hora por apostar por autores nuevos. “Un título clásico siempre es un reclamo para el público”, opina Miguel del Arco, “porque el texto ya tiene una garantía de calidad, aunque, claro, eso no garantiza la calidad del montaje”. Según explica el director del festival, en la programación hay algunos espectáculos de autores contemporáneos, aunque basados en texto o hechos históricos: El arte de las putas, basado en el opúsculo de Moratín y dirigido por Carlos Martín, el montaje Así es si así fue que narra la historia de España desde los Trastámara a los Austrias, dirigido por Laia Ripoll, con Verónica Forqué, o La puta enamorada dirigida por Jesús Castejón, un homenaje al Siglo de Oro escrito por Chema Cardeña.
Complementan la programación otras actividades, como la exposición Vistiendo el teatro, con los diseños de vestuario de Lorenzo Caprile, un creador famoso por sus diseños para celebridades pero comprometido la escena, o Historia de una Atracción: José Hernández y el teatro de la Abadía, en la que se muestran las escenografías, máscaras, vestidos y utilería creados por Hernández.
La condición humana, vemos en los clásicos, casi no cambia con el tiempo y seguimos siendo más o menos igual de defectuosos, envidiosos y pasionales que los protagonistas de las tragedias griegas. “En efecto, la esencia humana ha cambiado poco”, dice Del Arco, “aunque alguna cosas sí que han cambiado: a Molière podrían haberle cortado la cabeza por decir algunas cosas que decía. Ahora seguimos teniendo rey, pero, afortunadamente no puede cortarle la cabeza a nadie”.
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