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Picasso en el laberinto

Una exposición ahonda en Málaga en la obsesión del artista por el mito del minotauro

Una de los grabados que pueden verse en Málaga.
Una de los grabados que pueden verse en Málaga.garcía-santos

El minotauro, figura mitológica mitad hombre mitad toro, obsesionó a Pablo Ruiz Picasso hasta el punto de dedicarle una extensa serie de grabados que culminaron en La minotauromachie (1935), aguafuerte, buril y rascador considerado un precedente del Guernica por la factura de las figuras y su composición. Sobre esta obra gira la exposición Picasso: el minotauro en su laberinto, que hasta el 28 de septiembre acoge la Fundación Picasso de Málaga con obras de coleccionistas privados y de la Fundación Juan March.

A este aguafuerte le acompañan 15 grabados que realizó el artista malagueño en torno al mito desde 1928 para incluirlos en su Suite Vollard (1903-1937). En ellos desarrolla la historia del minotauro a través de un relato seriado, del hombre-toro galán al monstruo, que acaba con el monstruo pagando sus desmanes, recibiendo castigo y muerte. Asimismo, puede verse la colección completa de la mítica revista parisina Minotaure, cuyas portadas fueron diseñadas por artistas de la talla de Salvador Dalí, Max Ernst, Magritte, Matisse y el propio Picasso, junto a libros que ilustran los orígenes y la pervivencia literaria del mito cretense, provenientes de las bibliotecas del pintor Fernando Zóbel y de Julio Cortázar.

La figura del minotauro es una constante durante gran parte de la trayectoria artística de Picasso, quien en su identificación con el mito incluso se dejó fotografiar al borde del mar con una gran cabeza de minotauro en la icónica foto que firma Edward Quinn y que aparece en la portada del catálogo de la muestra. Según el mito original, este extraño animal nace del encuentro entre un toro y Pasifae, esposa de Minos. Al enterarse este de la aventura de su mujer, ordena a Dédalo que construya un laberinto donde hacer prisionero al minotauro, que es finalmente asesinado por Teseo.

Sin embargo, Picasso crea otras leyendas en torno al minotauro, como reveló una de sus compañeras sentimentales, la pintora Françoise Gilot, con quien Picasso convivió 10 años hasta 1953. Según Guillot, para Picasso los minotauros son ricos habitantes de la costa de Creta. Sus casas, repletas de obras de arte y mujeres bellas, albergan a menudo reuniones festivas que terminan en orgías, en las que hacen felices a las mujeres con las que mantienen una relación de sentimientos encontrados.

Picasso recurrió a este personaje para reflejar sus diferentes estados de ánimo en un periodo especialmente complicado de su existencia, debido a los avatares de su vida privada, un álter ego del artista, como lo fue el arlequín durante la época rosa. Era tal la identificación de Picasso con este mito que uno de sus amigos, el galerista Daniel-Henry Kahnweiler afirmaba que “el minotauro de Picasso, que festeja, ama y se bate, es el propio Picasso”.

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