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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cuatripartito pide paso

Otra sensación ha sido la novedosa expectativa de un próximo cambio de gobierno y de gobernantes

La impetuosa irrupción de Podemos en el escenario electoral sigue condensando la atención mediática y de los cenáculos políticos valencianos, especialmente de izquierdas, donde se debate entre alborozo y reservas acerca de su viabilidad como opción partidaria y sus posibilidades con respecto a los próximos comicios autonómicos y municipales de 2015. Por lo pronto, algo que nadie cuestiona es que esta formación haya sacudido no solo el habitual sopor de estas citas europeas con las urnas, sino también cuestionar el mismo aparato institucional del Estado y los problemas más candentes que agobian a los ciudadanos. Mediante un lenguaje desenfadado, un punto —o dos— demagógico y bien informado ha conseguido librar “el dogal de la pasividad social”, que diría Alexis Tsipras. Ha sido como una ventada de audacia y frescura en un concierto de rutinas retóricas, acaso correctas, pero desangeladas y previsibles. De ahí su éxito entre el electorado más joven, o no tanto.

En fechas no tan lejanas la coalición Compromís ha representado en Valencia un fenómeno similar cuyo efecto se ha ido amortiguando en la medida que ha emergido esta nueva propuesta que glosamos y, a nuestro juicio, han perdido incidencia pública figuras como Mónica Oltra o Mireia Mollà. Deberían hacérselo mirar antes de afrontar el reto electoral que se avecina.

Otra sensación compartida por los aludidos cenáculos y en el universo progresista valenciano ha sido la novedosa expectativa de un próximo cambio de gobierno y de gobernantes. Han transcurrido casi 20 años para poder sentirla. Por primera vez los Fabra, Cotino, Barberá, Castedo y demás elenco popular han sido marcados con la fecha de caducidad, como muertos políticos con pase de pernocta. Uf, qué liberación. Se comprende la respuesta airada y hosca de la derecha más belicosa que ha echado mano de su habitual Santa Bárbara. Que si antisistema, que si rojos —todavía, señor—, que si vendidos al oro de Caracas y otras lindezas semejantes. Ladran, luego son perros.

Y como era de esperar, en dicho debate se cuela la eventualidad de un gobierno autonómico que, a tenor de las circunstancias, tendría que ser cuatripartito, pues a este nuevo comensal se le supone interesado en compartirlo y hasta encabezarlo si crece a este ritmo. Por el momento se ignora —que sepamos— qué opina al respecto, e incluso si sus cabezas visibles en esta Comunidad tienen algún proyecto al respecto, algo que sería prodigioso habida cuenta de la rapidez e improvisación con que ha emergido esta movida. En realidad solo han trascendido unas opiniones del portavoz de Podemos en Valencia, un joven economista en paro y con pie en la emigración que ha dejado dicho que su colectivo no es de izquierdas ni de derechas. Una chorrada. Menos mal que tenemos constancia de que no son nacionalsindicalistas, como aquellos fascistoides que tampoco se reconocían una cosa ni otra, pero servían al dictador.

Tiempo al tiempo. En la decena de meses que restan hasta los comicios autonómicos el colectivo que nos ocupa habrá de superar el difícil listón que supone explotar el súbito triunfo obtenido ahormando una organización vertebrada. Estamos expectantes. El PSPV, por cierto, también lo tiene crudo para dejar de ser esta pirandelliana figura menguante de afiliados y votantes en busca de autor en que ha devenido el partido. Incluso cabe que se produzcan pactos o fusiones entre tantos compadres de izquierda. Por sugerir que no quede.

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