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El escritor que compró su tiempo

Los editores de Jaume Cabré celebran sus 30 años de fidelidad a Proa

Carles Geli
Jaume Cabré, flaqueado por sus editores Josep Lluch (izquierda), Romi Porredón (viuda de Isidor Cónsul), Joan Carreras y Oriol Izquierdo. /
Jaume Cabré, flaqueado por sus editores Josep Lluch (izquierda), Romi Porredón (viuda de Isidor Cónsul), Joan Carreras y Oriol Izquierdo. / CONSUELO BAUTISTA

A veces un gesto, un detalle de factor humano, puede más que todo el dinero del mundo. Bajo el pseudónimo de Martí Sellarés y con el título Un estiu maleït, Jaume Cabré, un profesor de instituto de 36 años, ganaba el Sant Jordi de novela en diciembre de 1983. En la primavera siguiente, aparecía como La teranyina, editada por Proa. Y en ese mismo sello, 30 años después, sigue publicando el hoy autor de Les veus del Pamano y Jo confesso, ya uno de los escritores más reputados y de mayor éxito de las letras catalanas. En tiempos de desapego y escalas de valores en relación al mejor postor, la fidelidad es noticia. ¿Y el dinero? “He recibido ofertas espectaculares, donde se me prometía el oro y el moro y quizá por eso desconfié, pero la literatura es confianza y yo la tengo en una manera de hacer y en la sensación de que no me siento abandonado nunca porque el gran deseo oculto de un autor es no ser abandonado jamás en ningún momento por su editor”, argumentaba ayer Cabré ante todos los editores que ha tenido en esas tres décadas y que ayer en Barcelona quisieron agradecerle, juntos, esa continuidad.

La otra clave de la longevidad de la relación de Cabré con Proa está en un pacto de caballeros de una sola cláusula cumplida, dice “escrupulosamente”: “No me presionéis, no me habléis del nuevo libro ni de cómo está ni de cuándo lo tendré acabado”. Parece simple, pero siempre cuesta que un editor no apriete y más el que conozca los tempos productivos del autor de Senyoria. De media, Cabré tarda entre libro y libro de cinco a seis años, pero es que para el celebrado Les veus del Pamano (16 idiomas) tardó siete; y desde ése al último, Jo confesso (23 lenguas), ocho años.

El autor exige una condición: que no se le presione nunca con la nueva entrega

Cierto es que el autor deja cuerpo y alma, casi materialmente: “Cuando entregué Les veus del Pamano, en el primer encuentro con el editor, Isidor Cónsul, me desmayé”, desveló ayer. “Suele pasarme cuando termino una obra: debe ser una especie de duelo que hago a los personajes que se me van”. Justamente, ahora por casa tiene dando vueltas desde hace un par de años a otros personajes: “Los acabo de conocer, pero no he hallado aún el elemento mágico que me lleve a decir que funcionarán”. El esfuerzo para comprender a sus personajes y hacerlos creíbles es casi mítica en Cabré, hasta el extremo de incorporarles alguna cualidad que les permita poder admirarlos por más malvados que sean, como ocurrió con su pérfido Rafel Massó de Senyoria, al que hizo aficionado a la astronomía, una de las pasiones del escritor. Lo confiesa en el reciente Què pensa Jaume Cabré (Dèria), larga entrevista con su amigo historiador Cristòfol A. Trepat.

La amistad permite que Cabré, de natural muy reservado, admita que fue lector tardío (16-17 años) y cite su noviciado de año y medio con los jesuitas en Raïmat y el inicio de la redacción de una primera novela del Oeste en unas aburridas tardes de sus veranos infantiles en esa Tona tan autobiográficamente elogiada por el joven protagonista de Jo confesso. Sin llegar al mismo grado de intimidad, Cabré se mostró distendido rodeado de sus editores, que facilitaron el ambiente contando anécdotas de su vinculación. Así, fue Joan Carreras Martí quien, “jurado ingenuo” de ese premio Sant Jordi de 1983, recordó como primer editor de Cabré que éste llegó tarde a la velada de concesión porque se perdió. Oriol Izquierdo le conoció cuando era jefe de redacción en 1986; tres años después ya le trató como director literario: “Fue generoso por paciente: él me enseñó a ser editor”, recordó quien promovería la Biblioteca Jaume Cabré.

Tuvo que ser Romi Porredón, la viuda del tercer editor, Cónsul, quien evocara la amistad entre ellos por ser ambos de la generación literaria de los 70 y de cómo se intercambiaban los papeles puesto que Cabré “era el primer lector de los textos de Isidor”. Una gestión de Cónsul con Antonio Lobo Antúnes, de los autores favoritos de Cabré, hizo que el portugués diera claves editoriales para que el barcelonés fuera publicado en Francia por su mismo editor, Christian Bourgois.

“No es nada dócil cuando se ha de intervenir en sus textos”, apunta su editor actual Josep Lluch, ex alumno del Cabré profesor en un instituto de Tarrassa. Un Cabré que dedica todos sus libros a su mujer Margarida, ayer también presente (“Han de pasar unos años para leer lo que va escribiendo y saber con exactitud qué hace”, admitía) y que mantuvo un tiempo la familia con su sueldo cuando el marido se la jugó con la literatura y dejó el magisterio. Hoy le va bien, como constatan las cifras de traducciones que recitó su agente Cristina Mora. Y porque los editores nunca le preguntan: “¿Cuándo entregarás?”. Cabré es de los pocos escritores que ha podido comprar su tiempo.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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