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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando los adjetivos son insuficientes

El concierto de The Autumn Defense resultó exquisito

Escuchándoles sobre un escenario, resulta casi inaudito que John Stirratt y Pat Sansone apenas trasciendan como aplicados secundarios en Wilco y lleven ya tres lustros desgranando su discografía ante un público tan minoritario. Ambos forman parte de ese puñado de solventes subalternos en la banda que con mano férrea conduce Jeff Tweedy, pero juntos forman una pareja de creadores de canciones pop inmarchitables, soberanas lecciones de un clasicismo formal que nunca ahoga la emoción pura que transmiten, y que acaban por demostrar la insuficiencia de los adjetivos cuando se juntan para mostrarlas a todo aquel que las quiera oír. Por el formato (fundamentalmente acústico), por lo prístino de sus melodías e incluso por compartir sala, fue inevitable que aflorase la comparación con el pase que The New Mendicants (Norman Blake de Teenage Fanclub y Joe Pernice de The Pernice Brothers) ofrecieron en el mismo estrado hace unos meses.

The Autumn Defense

The Autumn Defense+Jacobo Serra. John Stirratt: voz y guitarra: Pat Sansone: voz, guitarra y teclados; Greg Wieczorek: batería. Loco Club. Valencia, 14 de mayo de 2014.

Desde la inaugural Circles hasta esa Sentimental Lady (de los primeros Fleetwood Mac) con la que casi se despidieron, pasando por el recuerdo a los albores de Wilco (It’s Just That Simple) y piezas recientes como This Thing That I’ve Found o None Of This Will Matter: todo en su concierto resultó exquisito. El argumentario de dos espléndidos vocalistas, de timbres complementarios, que desgranan con superávit de clase y oficio un repertorio acrisolado al son del mejor soft rock de los años setenta y del barroquismo pop de finales de los sesenta, en un ejercicio de maestría que, no obstante, acaba por trascender cualquier etiqueta coyuntural. Aunque tengan la costa oeste americana en el horizonte y la era de esplendor de sus FMs como quimera de un tiempo que cualquiera diría que nunca existió. Habría que tener el corazón de hielo (o los prejuicios muy arraigados) para permanecer impasible a la belleza de esas melodías de tiralíneas, o para simplemente despachar su entente como un mero capricho retro. O como un simple ejercicio de estilo de aplicados menestrales.

Así que todo el mundo salió más que satisfecho de una velada que, para que la fiesta fuera completa, había comenzado estupendamente: con la presencia del albaceteño Jacobo Serra, un cantautor de muchos quilates que, dotado de una estupenda voz y no menos estupendas canciones, podría opositar sin rubor a compartir cubetas con Teddy Thompson, Ron Sexsmith e incluso el Rufus Wainwright más contenido. Tal cual. Insistió en repetir su nombre, y bien haríamos todos en retenerlo.

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