Ciudad de microciudades
El escritor madrileño, que acaba de publicar ‘Brilla, mar del Edén’, recorre la ciudad de Norte a Sur: de Ciudad Universitaria a Matadero y de Azca a Lavapiés
1. La colina de los chopos. El nombre se lo puso Juan Ramón Jiménez cuando vivía en la Residencia de Estudiantes. Yo estudiaba en el instituto, justo al lado de la residencia en la que habitaron Lorca, Buñuel, Dalí o Falla. Me fascinaba la colina y lo que encerraba a su alrededor. Allí se encuentra el Archivo Nacional, la residencia, el Museo de Ciencias Naturales… En mis novelas, recurro muchísimo a este lugar.
2. Azca. Una microciudad dentro de Madrid, con pasadizos misteriosos, tráfico subterráneo, parques, paseos, tiendas y rascacielos. Una urbe de ciencia ficción construida sobre una nave espacial. A pocos turistas se les ocurriría pasear por aquí. Y no lo entiendo… ¡es de lo más interesante de la ciudad!
3. Ciudad Universitaria. No estudié aquí, pero paseaba con mis padres por la zona. Me encanta ver la fusión de la arquitectura bondadosa, típica de la Segunda República, con los edificios modernistas más tardíos. El resultado es una ciudad feliz donde cabe el deporte, el relax, el estudio, el saber…
4. El puente de Rubén Darío. Es un lugar que te permite volar sobre la Castellana. Abajo te quedan los coches, los árboles, el museo de escultura al aire libre o el edificio del Defensor del Pueblo. Flotar por encima de todo eso y disfrutar de las vistas de norte a sur y de este a oeste es, sencillamente, un placer.
5. Plaza del Dos de Mayo. Se ha convertido en un lugar delicioso. Disfruto de las terrazas, de los bares, del Pepe Botella. Tengo la sensación de que aquí todo está bien. Por no hablar de que en los ochenta vivía prácticamente en esta plaza, aunque entonces, tenía un aspecto muy diferente.
6. Calle de Lavapiés una tarde de primavera. Es la estación en la que el barrio enamora. Caminar por esta calle es sentirte lejos de España, en un lugar exótico: África, la India, Magreb… Hace años, intentaron destruir el barrio con obras interminables y remodelaciones eternas que lo hacían incómodo. Nunca lograron matarlo.
El jazz de la literatura
Además de escritor, Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) es un amante de la música. Estudió piano, pero no terminó la carrera. La dejó por el jazz, por tocar en los bares y por estudiar Filología Española. Su último libro se inspira en la serie Perdidos.
7. Matadero Madrid. Milagrosamente lo han hecho bien, con sensatez e imaginación. Han rescatado las viejas naves dándole un aspecto un tanto desolador, pero agradable y hogareño. Y lo mejor es que tiene de todo: cine, teatro, exposiciones, biblioteca, actividades para niños… Una ciudad en miniatura dedicada a las artes (Paseo de la Chopera, 14).
8. El Teatro Real. Estudié piano en el conservatorio cuando todavía estaba ubicado aquí. Es importante para mí porque ya no existe como yo lo conocí. No me apasiona como lo han dejado, pero reconozco que los bastidores, con 12 pisos de altura, son un alucine. (Plaza de Isabel II, s/n).
9. Los jardines de Cecilio Rodríguez. Están en el Retiro, pero no son muy conocidos. Quizás sea porque es difícil encontrarlos abiertos. Sus parterres, los pavos reales que pasean por los caminos, las flores y la distribución lo convierten en un lugar diferente dentro del que, para mí, es el parque más bonito del mundo.
10. Sala Cervantes de la BNE. También es conocida como sala de libros raros y curiosos. Es el lugar perfecto si quieres consultar libros antiguos, incunables, manuscritos… Libros que quizás nadie ha leído. Son los más caros y los más exóticos, lo que le da magia a la sala (Paseo de Recoletos, 22).
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