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Flotats y la ‘comédie’ vuelven al TNC

‘El joc de l’amor i de l’atzar’, del dramaturgo francés Pierre de Marivaux, podrá verse en la Sala Gran del 7 de mayo al 22 de junio

Flotats i Albertí, en la puerta del TNC.
Flotats i Albertí, en la puerta del TNC.consuelo bautista

A un año del vigésimo aniversario del nacimiento del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), la Sala Gran del mismo vuelve a acoger una obra de Josep Maria Flotats, quien fuera su fundador y primer director. Dieciséis años después de su destitución y tras una breve aparición en noviembre en un recital de textos de Espriu, Flotats se presenta con una adaptación de El joc de l’amor i l’atzar del dramaturgo francés Pierre de Marivaux. Una obra de 1730 enmarcable en la más pura tradición de la comédie francesa, “el arte interpretativo por excelencia”; porque uno se debe a su herencia y porque “en el arte todo es cuestión de referencia”, como sintetiza el propio Flotats citando a Josep Pla. La obra podrá verse a partir del 7 de mayo y hasta el 22 de junio en el TNC, y del 5 al 23 de noviembre en el Centro Dramático de Madrid, traducida al castellano.

No resultó fácil verter El joc al catalán, pues “el 90% de sus frases contienen ambigüedades”, como adelanta su traductor, Salvador Oliva. Sin querer destapar mucho de la trama, Flotats avanzó ayer que la obra se sirve del equívoco y el disfraz para generar un malentendido in crescendo. Dos jóvenes que han de casarse por conveniencia se hacen pasar por sus respectivos criados, en una estratagema paralela destinada a conocer al otro escondiendo su identidad. La quintaesencia de la comédie: criados haciendo de señores, señoras haciendo de criadas y líos amorosos que bajo una “falsa ligereza” revelan verdades más recónditas sobre el individuo y su capacidad de ser y mostrarse libres en un entorno cerrado. “La máscara permite a los personajes actuar con libertad y conocerse a sí mismos”, reflexiona Flotats, quien cree que la obra de Marivaux funciona en una especie de plano metaficcional: los personajes han de pasar por una mentira para lograr la verdad, el mismo mecanismo utilizado por el teatro. Sin ir más lejos “el teatro es la verdad”, remata el director.

El joc de l’amor i de l’atzar ha de situarse en un período de transición, el que va "del siglo de las sombras al de las luces", según interpreta el director del TNC, Xavier Albertí. Ya en el siglo XVIII la obra de Marivaux —aunque eclipsada en el tiempo por la de Molière, su predecesor más obvio— resultó provocadora; si bien clásica en su forma, la obra está minada de elementos distorsionadores que buscaban romper con los convencionalismos teatrales de la época. Según Albertí, la obra debe alinearse con la tradición epicúrea, aquella filosofía “ofuscada por los dogmas de la Iglesia” que fue en sus orígenes una reacción a la decadencia de la Grecia helenística. “Marivaux es ahora un clásico, pero en su momento fue un transgresor”, asevera a su vez Flotats, quien sin embargo niega que su adaptación de la obra sea un intento contemporáneo de transgredir nada. El director calificó la experiencia más bien de “ejercicio de estilo”: el reto de hacer funcionar un ejemplar de la gran tradición teatral europea a través de una generación joven. Consiguiendo revivir, además, la idiosincracia específica de la época mediante escenografía, vestuario y la música de clavicémbalo de Dani Espasa.

Flotats asegura ser un entusiasta de Marivaux y atribuye su elección de la obra a que ésta le permite “hablar de hoy a través de una generación de actores jóvenes, sin renunciar a la tradición”. Implícita en los vaivenes de la comedia está la crítica social. “No es lo mismo jugar al amor cuando se es un señorito o señorita con la vida solucionada que siendo el criado o la criada, para los cuales el baile de disfraces es una burbuja efímera y condenada a estallar”, explica el director.

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