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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El concejal de Nules no es Kate Moss

Este chico, a fin de cuenta, ha suspendido las prácticas que tan brillantemente han realizado otros políticos

Cuando a la modelo Kate Moss la pillaron in fraganti preparando unas rayas de coca y su fotografía dio la vuelta al mundo, más de una editora predijo su “defunción” y su paso fulminante a la galería de las bellas y ahora malditas del mundo de la moda. Pero, por estas cosas de la vida, la modelo -y sus asesores- consiguieron darle la vuelta al calcetín y lo que suponía una imagen oprobiosa de la top -aparecer consumiendo cocaína como el que se toma un café con leche- se transformó en un bonus track para su carrera como icono transgresor que le había hecho debutar años atrás como adolescente algo bulímica de las campañas de Calvin Klein.

Ahora que el concejal de la cosa turística y de otros menesteres de la villa de Nules ha decidido dimitir a la vista del revuelo producido por una fotografía donde se le podía ver preparándose una supuesta raya de coca y que un alma sin piedad decidió enviar al infierno digital, le animo, además de lavar y abrillantar su imagen -como el propio interesado ha manifestado que piensa realizar- a sacar algo de provecho de su tránsito por el mundo efímero de la fama y las celebrities. Con esto no quiero decir que se presente a la próxima edición de Supervivientes, que solo con ver como está de consumida y arrugada Bibiana Fernández se le quitan a uno las ganas de viajar a los trópicos aunque sea con gastos pagados. Tampoco lo veo participando en futuras ediciones de MasterChef por mucho que se le dé bien como a todos los valencianos la preparación de la paella de pollastre i conill. A lo mejor, de seguir existiendo Canal 9, podría haberse ganado la vida como comentarista de fiestas y eventos de interés turístico.

A la vista de su excelente fotogenia -como hemos podido comprobar estos días por las fotografías que han circulado por la red- me lo imaginaba participando en uno de sus programas ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, donde estoy seguro que robaría el corazón a todas las aspirantes. Si algo tienen los alegres y siempre apuestos muchachos del PP, además de su gusto por las camisas de Ralph Lauren y la muñequera con la bandera española, es ese aura inconfundible de chicos responsables y encantadores dispuestos a devolver a su novia antes que den las diez y con la virginidad intacta y reluciente como los chorros del oro.

El hombre también puede venderse al mejor postor e ir de plató en plató contando las desventuras de una joven promesa del Partido Popular y de brillante porvenir caída en desgracia por culpa de un iPhone traicionero. Hasta puede postularse como un nuevo Borja Semper, ese político vasco de la nueva ola PP que tanto gusta a los editores de programas de debate. De momento ya se ha dejado esa barba de quiero y no puedo que es el nuevo signo hipster de la derecha española. Lo que en otros tiempos formó parte de la iconografía de la izquierda hoy ha pasado a manos de la barbería conservadora. Un día de estos se nos aparece Carlos Floriano luciendo una camiseta del Che Guevara y pantalones pata de elefante.

No sé si una vez lavada y centrifugada su figura, el concejal de Nules pedirá su reinserción en el cuerpo municipal, pero ya se sabe que el que se va a Sevilla, además de perder la silla, ha de aguardar su periodo de abstinencia. No están los tiempos ni el Partido Popular para muchas obras de beneficencia. Que ahora lo suyo es quitarse de encima el sambenito de los imputados que les está dando tan mala vida y que por su culpa ha disparado el consumo de ansiolíticos entre la cúpula de la dirección regional.

Si quieren que les diga la verdad, todo lo que le ha pasado a este muchacho lo encuentro un poco desmesurado. Me resulta mucho más antiestético e inmoral ver a una alcaldesa compartiendo fiesta del pijama con un constructor y haciéndose cuchicheos a cuenta del PGOU municipal. Este chico, a fin de cuenta, ha suspendido las prácticas que tan brillantemente han realizado otros políticos. Algunos las conocen como virtudes públicas. Otros, como vicios privados. Pero forman parte de la misma carrera profesional.

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