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Fiesta y rigor en el aniversario de la Orquesta Joven de la Sinfónica

El Coro y la Orquesta de Niños contribuyeron a la brillantez de la efeméride

Concierto de la Orquesta Joven de la Sinfónica
Concierto de la Orquesta Joven de la Sinfónica XURXO LOBATO

Este lunes 21 se ha celebrado el concierto conmemorativo del 20º aniversario de la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia. El ambiente de fiesta entre el público asistente (aproximadamente un 60 % del aforo del Palacio de la Ópera) contrastó con la seriedad y rigor musical con que se vivió el concierto en el escenario, fruto de una semana de entrega e intenso trabajo de alumnos y profesores de la Orquesta Joven y la Orquesta de Niños. Fueron precisamente los componentes más “veteranos” de esta (hasta 15 años) quienes abrieron el programa con el Concierto nº 1 para clave y orquesta de cuerdas de Bach, dirigidos por Jorge Montes y acompañando a Luka Hauser, que actuó como solista. La ONSG sorprendió a los aficionados más exigentes por el empaste y afinación de su sonido, muy superiores a lo que cabría esperar en intérpretes de su edad, especialmente, teniendo en cuenta la dificultad añadida de una ejecución sin vibrato.

Montes mostró sus buenas maneras en la dirección, con un excelente control de sonido y un acompañamiento muy bien acoplado al pianista. Hauser, nacido en A Coruña hace dieciséis años e hijo de una profesora de la OSG, hizo una versión de mucho rigor estilístico. Con un sonido limpio y claro, un uso adecuadamente moderado del pedal y un fraseo muy bachiano supo integrarse al sonido de la orquesta o destacarse de él en cada momento oportuno. Solista, orquesta y director fueron premiados con una cálida ovación. Con la Joven ya en los atriles subió al podio su primer director artístico, James Ross, invitado especialmente para la ocasión. Y lo hizo con Lingua de escuma -obra para coro infantil y orquesta de uno de sus primeros alumnos, el compositor gallego Fernando Buide, sobre un texto de Javier Vizoso-. La obra, encargada por la OSG para su Coro de Niños, fue estrenada en su momento por ambas agrupaciones y esta segunda audición ha permitido corroborar las primeras impresiones sobre su calidad y buena factura, el cuidado y buen aprovechamiento de las voces infantiles y el poderío de una gran orquesta sinfónica. El coro, que dirige José Luis Vázquez, mostró la limpia belleza de unas auténticas voces blancas que, con una excelente afinación, destacan sobre otros coros infantiles por la su brillantez de su timbre. Hicieron una preciosa versión de su parte de la obra. Junto a ellos, la OJSG mostró su aplomo creciéndose en las dificultades rítmicas de los duros interludios con los que Buide muestra en Lingua de escuma la fuerza del mar y sus arrrebatos.

Tras el descanso, una verdadera prueba de fuego orquestal, que no para cualquier orquesta: la Sinfonía nº 10 de Shostakóvich. A su inicio, la oscuridad de la cuerda baja y su tensión expresiva fue la señal: uno de esos momentos, apenas un instante, en los que el melómano avezado palpa que algo grande está apunto de suceder; que ese no va a ser un concierto cualquiera.

Y no lo fue;. No podía serlo porque la Joven cumplía 20 años, un número redondo, y esta Décima terminó de redondear la efeméride. Sobre la oscuridad de chelos y bajos se alzó la luz del clarinete; la sección de fagotes completó el color; las trompas pusieron el toque heroico y toda la cuerda se hizo escala en la que las maderas, con la incisividad de los agudos, se convirtió en los peldaños por los que ascendió la tensión emocional. Y a partir de ahí la maestría: la de Shostakóvich escribiendo; la de un inmenso James Ross dirigiendo y la maestría en formación de los músicos de la Joven se apoderó del Palacio de la Ópera y de su público. Del resto, poco se puede decir que no sea dar fe de una versión de las grandes, de las que dejan huella en el auditorio. Todas las secciones y solistas estuvieron a grandísima altura: en el brillo de luna de las cuerdas agudas en el Moderato; en las cuerdas como sables afilados al inicio del Allegro; en el vértigo de su ritmo arrebatado y su agotadora brevedad; en la ironía del primer tema del Allegretto convertida en mordaz sarcasmo por el fagot; en el brillo y seguridad de la trompa de un espléndido Jacobo Loza al tocar el misterioso tema mahleriano de La canción de la Tierra y el poderío de la sección de trompas; en la vuelta a la ironía, un tanto sardónica en el cormo inglés y en la precisión milimétrica de su final.

Luego, el Andante-allegro final nos devolvió a la oscuridad, rasgada por la luz del oboe, primero de una serie de solos: clarinete, fagot, flauta y el canto de los solistas de maderas. Todo fue magistralmente controlado , con gesto preciso y enorme capacidad de matización expresiva por Ross. Un gran director “de la casa”, inexplicablemente ausente de la programación de la OSG, al que muchos aficionados querrán volver a ver en el podio. También en de la OSG. Especialmente de los que vieron nacer la Sinfónica y sus proyectos. Y, “last but not least”, hay que felicitar a cuantos han contribuido durante estos veinte años a esta magnífica realidad de Son Futuro, nombre de los proyectos pedagógicos de la Sinfónica. Especialmente a su actual director pedagógico, Alejandro Sanz, por toda la labor callada y eficiente que viene realizando en sus distintas etapas al frente de la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia.

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