Buscando piel para un Palau “pelau”
Si no pueden contenerse las ganas, y la obstinación les lleva a querer cubrir de nuevo con trencadís, no lo vuelvan a pegar, por favor. No insistan.
Hay a quien no parece importarle, pero cualquiera sabe que un pavimento de vidrio se torna resbaladizo al mojarse. Puede resultar espectacular pero en exteriores no es nada práctico. Y si para que la gente no resbale hay que acabar colocando una moqueta encima, queda demostrado que fue una estupidez y que aquel suelo no era el más adecuado. Es lo que tuvieron que hacer en la pasarela ZubiZuri de Bilbao, una obra de Calatrava.
Si está mal que eso ocurra una vez, repetirlo ya no digo lo que es. A algunos su arrogancia les impide aprender de sus errores. No contento con aquella experiencia, en Venecia repitió y la gente sigue resbalándose. No hacen falta expertos para criticar su obra. Surgen espontáneamente entre la gente de a pie.
Hay problemas que llegan a ser auténticas patatas calientes. Para nuestra desgracia, una de ellas es la del Palau de les Arts de Valencia. Por ahí ya corre la voz “pelau” para designarlo. Ahora, pelado y desnudo, van buscándole una piel con desespero. En realidad, lo ocurrido en este edificio no es más que la lógica consecuencia de una ley tan natural como la de la manzana de Newton. Sopla un poco de viento y a poco que te despistes se te ha venido el mundo encima. El caso es que tras los desprendimientos del trencadís que lo envolvía, se ha convertido en la efigie de la chapuza y en un reto de singular magnitud.
El acero y la cerámica tampoco son grandes amigos. Por esto no se entiende muy bien que el conseller encargado del asunto declare que se están realizando nuevos ensayos y estudios especializados, y que si le aseguran que al menos durante veinte años aguantará en buen estado prefiere la opción de recolocar el trencadís porque le gusta más. Aparte de conformarse con muy poco, dudo que alguien se atreva a asegurarle esto. Cualquier prueba a pequeña escala puede ser engañosa. De todos modos, no creo que haya mejor laboratorio que la propia obra, en la que ha estado colocado siete años, con el resultado que todos conocemos.
Un reciente informe técnico ha dictaminado que la incompatibilidad entre el material de revestimiento y la base de acero a la que estaba adherido fue la causa principal de las arrugas, los abombamientos, las fisuras y los desprendimientos, recomendando pintar la superficie como mejor opción y más barata. No sé, pues, en qué estará pensando este señor. Parece no haberse enterado de lo ocurrido.
Cuando lo hecho ya se ha visto que no funciona, empeñarse tozudamente en lo mismo raya en el descaro, la tomadura de pelo y en una total falta de respeto hacia el cliente, en este caso los ciudadanos. Hace ya mucho tiempo que los responsables políticos tenían que haberse plantado ante los caros caprichos de Calatrava. Ya va siendo hora de que digan basta, y si quienes trabajan para esta clientela no saben cómo hacerlo, que se dediquen a otra cosa y que lo dejen en manos de gente competente.
Todo arquitecto está en su derecho de hacer lo que crea más conveniente en su obra, por supuesto, por lo que no seré yo quien vaya a decir cómo deben hacerse las cosas. No obstante, existen otros métodos y sistemas con más garantías de éxito para envolver la carcasa de acero con mosaico, si esa es su obsesión. Más caros, también es cierto. Pero decir que no les gusta la pintura porque no quedará bien no es ningún argumento. Es, simplemente, una cuestión de dudoso gusto. Cójanse a un buen ingeniero naval y les explicará cómo se pinta una superficie de acero para que quede tersa, pulcra y elegante. Se asombrarán.
El problema no es fácil. Ahora bien, si no pueden contenerse las ganas, y la obstinación les lleva a querer cubrir de nuevo con trencadís, no lo vuelvan a pegar, por favor. No insistan. Y, sobre todo, hagan lo que hagan, y aunque no les gusten, pongan juntas de dilatación. No se olviden de decírselo al arquitecto. A todo lo demás se le llama tropezar dos veces con la misma piedra.
Vicente Blasco García es arquitecto y profesor de Construcción de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia.
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