Un Cristo en la ‘iglesia roja’
El actor Eduardo Velasco, protagonista del monólogo ‘El profeta loco’, presenta la obra con una ‘performance’ en la parroquia de San Carlos Borromeo
La performance es sencilla: un actor desciende a la figura de un Cristo de la cruz y, tocado con una peluca y una corona de espinas, pasa a ocupar su lugar. El acto no tiene lugar en un museo de arte contemporáneo, sino en una parroquia. Realizar una protesta contra la Iglesia en una de sus sucursales podría parecer una osadía, pero este no es un templo cualquiera. Estamos en San Carlos Borromeo, la iglesia roja de Entrevías que el obispado intentó cerrar en 2007 y que negocia ahora para mantener su entidad de parroquia. Este lugar, donde el cura oficia en vaqueros y se comulga con pan y vino, ha sido el elegido por Eduardo Velasco (Santa Coloma de Gramenet, 1968) para realizar la presentación el pasado martes de El profeta loco, la obra que el actor interpretará en el teatro Galileo a partir de mañana.
En la pieza escrita por Paco Bernal y el propio Velasco sucede lo improbable: una talla de Cristo decide bajar de su cruz en un pequeño monasterio y cantarle las cuarenta a “la empresa” a la que representa. Un profeta que se queja de no tener días propios, ni jubilación, ni posibilidad de sindicarse, y que pasa una hora dando bofetadas verbales a la Iglesia (“¿Cómo podéis gastar todo ese dinero con la que está cayendo?”) y a su padre celestial, por no imponerse. El espectador decidirá si el individuo en cuestión es el hijo de Dios o un pobre loco que oye voces.
La pieza se basa en la suplantación del crucificado por un personaje crítico
Velasco acepta que realizar la performance en la parroquia es en parte “una estrategia comercial, un golpe de efecto para llamar la atención” sobre la obra. Pero también, señala, una forma de unir “en un solo altavoz” la fuerza de la cultura y del activismo social. “Esta iglesia lleva más de 35 años de lucha con todos los colectivos desfavorecidos de Vallecas. Es de las pocas parroquias del país que representa la médula espinal de por qué se ha hecho este espectáculo”. El actor recuerda entonces a Diamantino García, el párroco de su pueblo, Los Corrales, en Sevilla, “un pueblo de jornaleros, de verdaderos luchadores por poder llevar un trozo de pan a la mesa”.
El espectáculo ya ha pasado por Málaga y la capital hispalense, una prueba de fuego para observar si la obra levantaba ampollas entre los creyentes. “Hay gente ultracatólica que ha visto este espectáculo y no les ha parecido mal, como un asesor del obispo de Málaga o un hermano mayor de una cofradía. Pero le tengo más miedo a Madrid, es más reaccionaria. A Leo Bassi le colocaron una bomba incendiaria [que no llegó a estallar] en el teatro Alfil por una obra que hablaba de la religión [Revelación, en 2006]. Este señor [señala a la figura del Cristo] defendía la libertad. A ver si somos coherentes”.
“Respetamos la figura del personaje, ahora, me cago en la madre que parió a todo lo que le rodea: la santa Iglesia católica y romana, el obispado, la curia. ¿Han pedido perdón por los casos de pederastia? ¿Han perdido perdón por los crímenes?”, espeta apasionadamente Velasco. Pero en San Carlos Borromeo nadie parece ofendido por su propuesta. Unas ochenta personas asienten durante la representación de El profeta loco y aplauden a rabiar tras el oscuro. Hortensia, Pepe y Teresa, habituales de la parroquia, están encantados: “Esto es Borromeo, esto es lo que llevamos haciendo todos estos años”.
El profeta loco. Teatro Galileo. Galileo, 39. Del 11 al 27 de abril. Desde 18 euros.
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