Sin crítica en la Barcelona de Trias
Hoy Barcelona sigue las leyes empresariales del libre mercado, algo que otras ciudades intentan compensar, corregir y redirigir
E l desarrollo del llamado modelo Barcelona generó crítica y debate; se seguía la tradición socialdemócrata de reequilibrar la ciudad, con laboriosos acuerdos entre la iniciativa pública y la privada, intentando liderar la ciudad al mismo tiempo que se atendía a las necesidades sociales, y ello daba margen para la discusión y la estrategia. En estos tres últimos años la falta de información, sobre lo que se decide y se realiza, sobre el porqué de los criterios aplicados, provoca que haya poca crítica, aparte de la que formulan los grupos municipales de la oposición.
Hoy Barcelona sigue de manera directa las leyes empresariales del libre mercado, algo que bastantes ciudades intentan compensar, corregir y redirigir. La agenda del Ayuntamiento de Barcelona la dictan los que concentran los capitales del sector turístico, inmobiliario, bancario y mediático, estrechamente relacionados entre ellos. Los hoteleros no solo deciden la política de nuevas licencias, sino que incluso algunos, como un hotel en la Via Laietana, promueven las obras urbanas en su beneficio. Objetivos y acuerdos internos quedan ocultos, aunque los rasgos generales del juego de intereses sean evidentes: la construcción neoliberal de la ciudad, cedida a las fuerzas económicas que la mueven. Si hace dos o tres décadas la mayor parte de las inversiones en la ciudad eran de procedencia pública, hoy la mayor parte son privadas; y las obras públicas les sirven de complemento y apoyo.
Hay propuestas y concursos que se corresponden con la modernidad líquida y que se desvanecen tan rápidamente como se plantean: el Blau@Ictínea, las puertas de Collserola... Y lo que se acaba consolidando son los proyectos elitistas e impopulares de privatización, como la lujosa Marina Port Vell; además de obras dispersas y de apaños en lo que ya funciona, para que los movimientos del capital y de los consumidores fluyan aun de manera más rápida y eficaz: paseo de Gràcia, calle Balmes y otros ejes para conectar más directamente rutas comerciales, monumentos, hoteles y terrazas de bar. Para remodelar una avenida tan crucial como la Diagonal el anterior Ayuntamiento montó una consulta con proyecto propio, tan mal planteada que acabó devorándolos en un desastre. El actual lo resuelve directamente sin concurso y con un proyecto promovido por los mismos comerciantes; y descubre las razones ocultas para boicotear la anterior propuesta: inaceptable un tranvía uniendo barrios populares metropolitanos al este y oeste de la ciudad.
Como que no hay modelo ni discurso articulando toda la ciudad, más allá de la apuesta tecnológica por la smart city, no queda espacio para matices y objeciones
Como que no hay modelo ni discurso articulando toda la ciudad, más allá de la apuesta tecnológica por la smart city, no queda espacio para matices y objeciones. Parece que la crítica y el debate democrático forman parte de la cultura de la izquierda, que argumenta y exige, tiene valores y busca una ética, se responsabiliza y elabora consensos; y que la derecha es pragmática: negocia y hace, con complicidades y poca transparencia, incumpliendo a menudo los acuerdos municipales. Lo que ha triunfado, de manera inapelable, es la Barcelona tematizada, tal como se comprueba intensamente en el Born Centre Cultural. Y no hay otra posibilidad para existir que conseguir un hueco en esta tematización.
Esta ausencia de crítica se demuestra en una obra tan absurda como el derribo del anillo de Glorias, con un coste de 26,1 millones de euros, desvelando la ineptitud para imaginarle usos reciclándolo. Pero todo el mundo calla; es una herencia del Consistorio anterior y un largo y tortuoso proceso de participación ha llevado a que incluso los vecinos reclamen el derribo. Quienes podrían ser actores críticos prefieren encargos pasajeros, ensoñaciones temáticas, miradas apocalípticas o el rodillo mental que todo lo iguala.
A pesar de ello, artículos, tesis y libros recientes intentan recapitular, polemizando con quienes han sostenido que la época del ayuntamiento socialista fue una mera continuidad del porciolismo, y con los que dicen que la época actual es resultado de la época progresista. En cada momento las tensiones en el campo de fuerzas urbano se han ido afrontando de maneras distintas. Y es cierto que ahora se terminan proyectos de la época anterior y se aprovecha la inercia positiva de la ciudad, pero se tiende hacia otra dirección.
Cerrar el año con superávit es un éxito para una empresa, pero para un ayuntamiento es signo de ineptitud para responder a los requerimientos y reivindicaciones de la ciudadanía, por ejemplo, que se atienda a los que se quejan del exceso de ruidos, que se mejore en los distritos la atención a los que solicitan información, que se aplique la tarifa plana anual en el transporte público o que la ciudad mejore en formación y conocimiento. Como que la desprecian, Trias y sus colaboradores intentan desactivar la crítica razonada sobre lo que hacen y dejan de hacer. Pero sin crítica va a ser imposible replantear y mejorar la ciudad.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedrático de la ETSAB-UPC
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