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De tunear coches a pintar cuadros

El artista hiperrealista Don Eddy presenta su primera muestra individual en España

'My Brother’s Keeper', de Don Eddy (2009).
'My Brother’s Keeper', de Don Eddy (2009).

“En 1969 pinté 52 cuadros. El año siguiente, 24. Después 12, 6, 3… hasta llegar al punto que, durante mucho tiempo, no pintaba más que una obra en 12 meses”. Así justifica el pintor hiperrealista Don Eddy (Estados Unidos, 1944) su larga ausencia en Europa: comprometido con una galería de Nueva York, rara vez consigue reunir suficiente material para organizar una exposición monográfica como la que, por primera vez en España, alberga hasta finales de este mes el Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM) de Barcelona.

Don Eddy tuvo éxito en la década de los 70 por sus obras figurativas y foto- realistas (reproducción exacta de una fotografía mediante pintura): automóviles, sobre todo de la marca Volkswagen y detalles industriales y escaparates de la ciudad de Nueva York. Su lenta producción no se debe a una crisis creativa. Solo hay que observar los matices de colores de los ocho trípticos -realizados entre 2005 y 2011- que forman la exposición: “Cada cuadro tiene unos 25 estratos distintos”, revela el artista. Dibuja usando el mismo aerógrafo desde hace 56 años, cuando ayudaba a su padre a repintar y tunear coches de segunda mano en el taller de mecánica familiar. La fotografía –su otra gran herramienta- llegó por necesidad: de familia pobre, hacía retratos a los turistas para poder estudiar en la Universidad de Hawái. “Estos instrumentos son los únicos que tienen sentido para mí. Una vez intenté empuñar un común pincel, pero no funcionó en absoluto”, se ríe.

Las ocho obras reunidas en el MEAM se alejan de sus sujetos tradicionales y se adentran en cuestiones trascendentales basados en la diferencia entre percepción y experiencia. Los trípticos están colgados a una distancia de 2,54 centímetros cada uno: en la mayoría, los detalles naturales de lagos, bosques, frutos y flores, se combinan con fragmentos industriales de puentes, estructuras de hierro y rascacielos, además con referencias a la antigüedad a partir de estatuas griegas, ruinas y bóvedas medievales. Nostalgia, poder, fragilidad, entropía e incluso muerte habitan estas obras creadas con una técnica que desde su invención, a finales de los años 60, obtuvo más críticas que elogios: “El trabajo con el aerógrafo y la fotografía, derivado del arte comercial como la publicidad, era rechazado en el mundo del arte”. La situación no mejoró en 1972, cuando la galería Sidney Janis de Nueva York organizó la primera exhibición colectiva de los denominados foto-realistas: “En la prensa se escribió que mis trabajos eran una abominables”, recuerda.

El movimiento alcanzó su momento de auge, pero Don Eddy tuerce la nariz cuando lo califican como foto-realista o hiperrealista: “No ha existido nunca este grupo”, garantiza: “Todos éramos gente con un bagaje sociocultural muy distinto y sin objetivos en común. Descartábamos esta etiqueta, inventada por el mercado para comercializar nuestro estilo”. Para él, su arte es “pintura figurativa contemporánea”. Pero las categorizaciones, igual que el significado de sus cuadros, prefiere dejarlas al juicio los espectadores.

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