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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Célebres anónimos

La gloria no se alcanza solo con los títulos, sino que a veces se logra con un acto íntimo para ser famoso

Ramon Besa
Marín, Orene, Antonio y Navarro, en el vestuario de los veteranos del Barça, antes del partido semanal de los martes.
Marín, Orene, Antonio y Navarro, en el vestuario de los veteranos del Barça, antes del partido semanal de los martes.Juan Barbosa

No recuerdo haber llorado muchas veces por el fútbol, ni siquiera como aficionado, salvo cuando era un niño y al Pontevedra había que roelo hasta en el álbum porque siempre me faltaban los cromos de Neme y Batalla. Acaso me pudo la nostalgia la noche de Sant Jordi de 1975 cuando el Leeds de Bremer, Lorimer, Stewart y Jordan eliminó al Barça de la Copa de Europa. Yo, que he tenido colgados pósters de Velázquez y Gárate, estaba covencido aquel día que si hubieran podido jugar Juan Carlos y Cholo Sotil y no Neekens y Clares habría ganado el Barcelona. Ya se sabe que hasta el aficionado más tranquilo es un entrenador al que le dan ataques de pena o de rabia.

A mí me puede la nostalgia. No se me olvidará el día en que una representación de veteranos del Barça reforzó al equipo local en la inauguración del campo del Perafita. Recuerdo como mis ídolos azulgrana perdieron contra una selección de jóvenes del Lluçanès. No soporté la derrota, y menos que la firmara un delantero seguidor del Espanyol como Ramon Vall, Baget, quien fue durante años alcalde de Prats. Ha sido la única vez que no he militado en una causa a favor de mi comarca, entregado como estaba a jugadores célebres como los del Barça a quienes jamás había visto en persona después de soñar cada noche que ganaban la Liga y la Copa de Europa.

No tenía más héroes, esclavo emocional como era del fútbol, del Barça y de Mohammad Alí. Aprendí historia con los libros de deportes, de manera que no pude reprimir el llanto cuando constaté que el fenomenal Barça no solo perdía por culpa de los árbitros y de Franco sino que podía ser derrotado por un puñado de amigos. Únicamente encontré consuelo en mi padrino futbolístico, Manel Puig, Manel de Cala Nita, que me hizo notar que los azulgrana se habían dejado ganar, cebados como quedaron después de una comilona, homenajeados por la organización, irreconocibles en la cancha a la media hora de partido.

La llorera me duró poco porque Manel jamás me engañaba como mentían los diarios, así que recuperé muy pronto mi amor por aquellas leyendas personificadas en Juanito Segarra. Me ayudó la crueldad de la gente de pueblo, reiterativa en la queja, disgustada porque no hubieran venido a jugar los mejores veteranos del Barça. Incluso se escucharon ciertas chanzas sobre los más desconocidos y también menos artistas. Me dolió más que la derrota y me convertí en rehén de los futbolistas más altruistas, humanos y profesionales, nada mediáticos o que se olvidan con el tiempo, aquellos que hacen equipo como Francesc Rodríguez, conocido por Rodri (1934).

La semana pasada se presentó un libro suyo, Rodri, una vida entregada al Barça: Una muy buena historia personal y reveladora también del papel del FC Barcelona. Nacido en Sants y criado en el Ploble Sec, hijo de una familia murciana, entregó su primer sueldo a su madre, viuda desde que su marido fuera abatido en la Guerra Civil. Rodri jugó en el España Industrial y en el Condal, los filiales precursores del Atlètic de Catalunya y del Barça Atlètic —y del Barça B—, fue campeón con el equipo de Helenio Herrera, ejerció de ayudante de Buckingham, Weisweiler, Michels y Laureano, y como ojeador recomendó fichar a Migueli y a mi querido Milonguita Heredia.

Rodri anticipaba por velocidad y salía al cruce sin reservas, virtudes que le llevaron de la delantera a la defensa, hasta convertirse en un espléndido lateral y después central, muy competente en la marca, como cuando marcó a Gento y se rompió el menisco y los ligamentos cruzados en el Bernabéu. El sentido del deber le llevó a aguantar una hora lesionado porque entonces no estaban permitidos los cambios y no era cuestión de dejar con uno menos al Barça. Aunque fue un campeón, de Liga y de Copa dos veces y una de la Copa de Ferias, desde 1959 a 1966, se ganó a sus compañeros por su compromiso con el club y con el fútbol.

“¡Bravo, Paco!”, resonó en la sala de la Agrupació Barça Jugadors, llena hasta la bandera para abrazar a Rodri, capaz de juntar a directivos de distintas épocas, afines y antagónicos (Núñez-Borràs), actuales (Elías) y futuros (Pau Vilanova), e incluso alternativos (Benedito); rendidos como tiene a los futbolistas de antes (Olivella, Tejada, Rexach, Mora, Alfonseda, Tente Sánchez) y a los de hasta hace poco (Amor); admirado por personajes ilustres del club como Ángel Mur; y reconocido por periodistas de todas las generaciones, sobre todo por David Salinas y Frederic Porta, autores del libro y del prólogo, respectivamente, causantes del homenaje a Rodri.

Porta es un clásico, un periodista de raza, dispuesto a recuperar la memoria histórica del barcelonismo, quizá porque así podrá contar también la manera en que aprendió un oficio ahora mal visto, y Salinas es un joven artesano que se desvive por objetivar y racionalizar el fútbol desde el diario Sport. Trabaja por los demás, nos regala enciclopedias de consulta obligada, nada populistas, como El Barça en Europa o el Rey de Copas, o libros como el de Rodri que permiten evocar las vivencias del Barça. Salinas, Porta y Rodri están hechos de la misma pasta, forman parte de una especie en extinción, son celebridades que quieren ser anónimos, igual también que el recientemente fallecido Isidre Misèries Flotats, hijo del Pont de Vilomara.

La gloria no se alcanza necesariamente con los títulos ni la fama tampoco llega solo a través de la televisión, sino que a veces un acto íntimo y al tiempo multitudinario como el de la presentación del libro de Rodri puede convertirse en el mejor homenaje a los profesionales fieles y honrados, dispuestos a jugar un partido de fiesta mayor en un pueblo de Cataluña en que los sueños de los niños son eternos por más descreídos que resulten las respuestas de los mayores. A los 80 años, Rodri se puso a llorar hace quince días como yo cuando vi perder a los veteranos del Barça con la selección del Lluçanès.

¡Muchas gracias, Paco!

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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