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El genio y la diletante

La música de Marianna Martines vuelve a sonar en el Palau gracias al empeño de la soprano catalana

La cantante Nuria Rial
La cantante Nuria Rialpere duran

Mozart solía acudir a las veladas musicales que organizaba en su lujoso salón, uno de los más apreciados de Viena, la compositora Marianna Martines (Viena 1744 –1812), descendiente de un militar español carlista, alumna de Haydn y protegida del poeta y libretista Metastasio. El genio de Salzburgo valoraba la destreza como clavicembalista, el encanto vocal y la calidad de las obras de Martines, cuyas sonatas tocaban a cuatro mano en aquellas placenteras veladas. Dos siglos después de su muerte, y lejos de Viena, la anfitriona y su ilustre invitado han vuelto a compartir una velada, igualmente placentera, en el Palau de la Música Catalana, gracias al empeño de la soprano catalana Núria Rial y el conjunto barroco La Floridiana, liderado por la clavicembalista rumana Nicoleta Paraschivescu.

La música de Martines refleja el espíritu alegre y galante de su tiempo. La factura es impecable, sin hallazgos memorables, pero con un sencillo encanto lírico que Núria Rial puso de relieve con musicalidad y elegancia. Conoce bien su estilo -hace dos años grabó con el mismo conjunto un disco monográfico (Sony) en el que figuran todas las partituras que han interpretado en el Palau- y canta este repertorio con frescura y naturalidad. No es una música genial, ni lo pretende. Estamos en otra dimensión, la de un virtuosismo sin pretensiones, ideal para pasar un rato agradable y, de paso, redescubrir el tipo de música que gustaba en los salones de la burguesía vienesa a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

NÚRIA RIAL

Núria Rial y La Floridiana.
Obras de Martines y Mozart.
Palau. Barcelona, 3 de marzo

La música vocal de Martines – la cantata Il primo amore y la melódicamente inspirada aria Berenice, ah che fai?-, ofreció muchos más atractivos, quizá por los delicados matices de Rial, que las páginas orquestales y concertantes: la muy previsible Obertura en do, para vientos y cuerdas, y el virtuoso Concierto para clavicémbalo en mi mayor, bien tocado por Paraschivescu al frente de un conjunto que no acabó de levantar el vuelo, con desajustes y una sonoridad un tanto pálida. Frente a la sencillez de la música de Marianna Martines, a la que Beethoven calificó como “una exquisita diletante”, sonaron a gloria las dos piezas de Mozart seleccionadas para completar el programa, la preciosa aria de concierto Nehmt meinen Dank, KV 383, cantada con extraordinaria delicadeza por Núria Rial, y la Sonata para clavicémbalo, violín y violonchelo, KV 13, una de las primeras obras del niño prodigio, en la que brilló el toque preciso e inspirado de Nicoleta Paraschivescu.

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