La suerte
El Deportivo ha sumado 3 puntos en las últimas dos jornadas gracias a goles sobre la bocina
El epidérmico universo futbolístico es propenso a glorificar variables como la que representa la suerte, argumento infalible cuando se trata de emprender el camino de la justificación. “Encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”, sentencia el diccionario para definirla. Puestos a encadenar, el Deportivo ha sumado tres puntos en las últimas dos jornadas gracias a goles marcados sobre la bocina. Justo antes tropezó en Murcia, pero en las dos anteriores había superado al Sabadell después de que a los catalanes se les escamoteara un penalti en el descuento y al Córdoba con otro gol cuando moría el partido. Ninguno de esos felices epílogos estuvo precedido de un recital futbolístico que anunciara tan favorable resolución, así que lo sencillo es concluir que el mismo club marcado de por vida por dejar escapar una liga al errar un penalti en el último minuto ante su público ha acumulado de pronto un insospechado arsenal de venturas.
Aquella desdicha próxima a cumplir veinte años apenas se explicó desde el prisma de la potra. Fue un penalti mal tirado en un momento de máxima presión. Se habló de nervios, de mal juego, de una deriva en el rendimiento que anunciaba el mal fario. “Muchos creen que tener talento es una suerte, pocos que la suerte puede ser cuestión de tener talento”, dejó dicho el Nobel Jacinto Benavente. La fortuna tiene que ver con una serie de factores que no se perciben, pero que la llaman. Ayer en Alcorcón el Deportivo la avisó gracias a un movimiento estratégico que viró un partido que se había enredado y no precisamente por mala suerte. No es complicado liarse en Santo Domingo y ante un equipo preparado por Pepe Bordalás, rival poco amable en un escenario de recuerdos hostiles. Puede estar bien o mal, arriba o abajo en la tabla, pero pocos oponentes pasan un buen rato en Alcorcón, donde lo simple se convierte en virtud y daña como un puñal el balón a la espalda de la zaga, alerta la estrategia e incomoda la presión. No hizo falta más (ni menos) para someter al Deportivo, tampoco para activar a Fernando Vázquez, al que se le vio pensativo en la banda durante media hora. Habitualmente remiso para hacer las sustituciones, el técnico lo vio claro y tras una amonestación a Wilk lo envió al banquillo para cerrar la zaga con tres centrales, dos mediocentros y dos laterales. Su decisión fue inmediatamente balsámica porque desactivó al Alcorcón, que hasta entonces tenía vía libre hacia el área, llegaba y además cargaba a la zaga de tarjetas amarillas que invitaban a un remedo de lo acontecido dos años atrás en idéntico escenario, de nuevo de la mano de otro árbitro que no entiende el juego. La determinación de Vázquez para enmendar un error en el planteamiento inicial sí fue una suerte.
Hay fortuna también en cuanto al temperamento del técnico. Donde otros ponen excusas, obviamente la de la suerte entre ellas, él no adopta medias tintas: “Hay que jugar un poco mejor”, asume. Y con esa letanía lleva meses, hasta el punto de que en sus declaraciones tras el partido dejó entrever alguna duda sobre su capacidad para extraer del equipo ese plus de fútbol. Los hechos desmienten sus intenciones y el Deportivo del que todos, por lo que se ve también él, esperaban un paso más sigue siendo un combo abonado al balón largo y a obviar el medio campo. Lo fue contra el Sporting hasta que el rival se encerró y le obligó a elaborar y lo fue en Alcorcón donde ni siquiera hubo argumentos para tratar de que Luisinho, Domínguez o el desaparecido Salomão pudiesen conectar con el delantero. Sin esa capacidad ni vocación, al Deportivo sólo le queda fiarse de su talento. Y parece evidente que su talento es sobre todo defensivo y además guarda relación con valores como los del oficio. Igual no es casual que fueran Marchena y Lopo los que cocinasen en el área el gol de la victoria de ayer o que los hechos conviertan a un crepuscular Manuel Pablo en un pilar básico de la solidez en la zaga aunque sea a banda cambiada. Por eso mientras atrás tenga las llaves del candado siempre será más sencillo que al Deportivo le visite la suerte, la buena.
El epidérmico universo futbolístico es propenso a glorificar variables como la que representa la suerte, argumento infalible cuando se trata de emprender el camino de la justificación. “Encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”, sentencia el diccionario para definirla. Puestos a encadenar, el Deportivo ha sumado tres puntos en las últimas dos jornadas gracias a goles marcados sobre la bocina. Justo antes tropezó en Murcia, pero en las dos anteriores había superado al Sabadell después de que a los catalanes se les escamoteara un penalti en el descuento y al Córdoba con otro gol cuando moría el partido. Ninguno de esos felices epílogos estuvo precedido de un recital futbolístico que anunciara tan favorable resolución, así que lo sencillo es concluir que el mismo club marcado de por vida por dejar escapar una liga al errar un penalti en el último minuto ante su público ha acumulado de pronto un insospechado arsenal de venturas.
Aquella desdicha próxima a cumplir veinte años apenas se explicó desde el prisma de la potra. Fue un penalti mal tirado en un momento de máxima presión. Se habló de nervios, de mal juego, de una deriva en el rendimiento que anunciaba el mal fario. “Muchos creen que tener talento es una suerte, pocos que la suerte puede ser cuestión de tener talento”, dejó dicho el Nobel Jacinto Benavente. La fortuna tiene que ver con una serie de factores que no se perciben, pero que la llaman. Ayer en Alcorcón el Deportivo la avisó gracias a un movimiento estratégico que viró un partido que se había enredado y no precisamente por mala suerte. No es complicado liarse en Santo Domingo y ante un equipo preparado por Pepe Bordalás, rival poco amable en un escenario de recuerdos hostiles. Puede estar bien o mal, arriba o abajo en la tabla, pero pocos oponentes pasan un buen rato en Alcorcón, donde lo simple se convierte en virtud y daña como un puñal el balón a la espalda de la zaga, alerta la estrategia e incomoda la presión. No hizo falta más (ni menos) para someter al Deportivo, tampoco para activar a Fernando Vázquez, al que se le vio pensativo en la banda durante media hora. Habitualmente remiso para hacer las sustituciones, el técnico lo vio claro y tras una amonestación a Wilk lo envió al banquillo para cerrar la zaga con tres centrales, dos mediocentros y dos laterales. Su decisión fue inmediatamente balsámica porque desactivó al Alcorcón, que hasta entonces tenía vía libre hacia el área, llegaba y además cargaba a la zaga de tarjetas amarillas que invitaban a un remedo de lo acontecido dos años atrás en idéntico escenario, de nuevo de la mano de otro árbitro que no entiende el juego. La determinación de Vázquez para enmendar un error en el planteamiento inicial sí fue una suerte. Hay fortuna también en cuanto al temperamento del técnico. Donde otros ponen excusas, obviamente la de la suerte entre ellas, él no adopta medias tintas: “Hay que jugar un poco mejor”, asume. Y con esa letanía lleva meses, hasta el punto de que en sus declaraciones tras el partido dejó entrever alguna duda sobre su capacidad para extraer del equipo ese plus de fútbol. Los hechos desmienten sus intenciones y el Deportivo del que todos, por lo que se ve también él, esperaban un paso más sigue siendo un combo abonado al balón largo y a obviar el medio campo. Lo fue contra el Sporting hasta que el rival se encerró y le obligó a elaborar y lo fue en Alcorcón donde ni siquiera hubo argumentos para tratar de que Luisinho, Domínguez o el desaparecido Salomão pudiesen conectar con el delantero. Sin esa capacidad ni vocación, al Deportivo sólo le queda fiarse de su talento. Y parece evidente que su talento es sobre todo defensivo y además guarda relación con valores como los del oficio. Igual no es casual que fueran Marchena y Lopo los que cocinasen en el área el gol de la victoria de ayer o que los hechos conviertan a un crepuscular Manuel Pablo en un pilar básico de la solidez en la zaga aunque sea a banda cambiada. Por eso mientras atrás tenga las llaves del candado siempre será más sencillo que al Deportivo le visite la suerte, la buena.
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