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ROCK | SAVAGES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La actitud y la monotonía

El cuarteto íntegramente femenino debuta en Madrid con un concierto breve en el que pareció estar todo dicho a partir de la primera media hora

No extraña que las londinenses Savages estén armando cierto ruido en la escena internacional. La irrupción de un cuarteto femenino (y nada bucólico) constituye una rareza en un universo donde prevalece la producción de testosterona. Tampoco sería justo circunscribir el fenómeno a una cuestión de cromosomas: existe una definición estética y un pronunciamiento por el desasosiego en estas mujeres de actitud reconcentrada. Unos carteles incluso imploran a la audiencia que guarden los malditos móviles en el bolsillo y presten atención al escenario. Todo ello suena loable, pero no queda claro que el público, que anoche abarrotaba el Shoko hasta imposibilitar la visión, experimentara esa catarsis súbita que auguraban las clasificaciones con lo mejor de 2013.

Existe un ritual, sin duda, y un universo no alejado de Siouxsie & The Banshees: iluminación espectral, humo denso, guitarras infranqueables, batería seca. Jehnny Beth exhibe un timbre de voz parejo a Patti Smith e invoca a ese animal sin domesticar que todos llevamos dentro, pero no sugiere exaltación. Su post-punk es más cerebral y refinado, con ciertos cambios de marcha y estructuras más elaboradas que aquellos telegramas de dos minutos que equivalían a un escupitinajo.

I need something new, por ejemplo, se abre como una plegaria y el único respaldo sonoro de algún acople. Waiting for a sign ralentiza el pulso y se hace innecesariamente extensa. Resulta incómoda la coincidencia temporal de la versión de Dream, baby, dream (Suicide) con la de ¡Springsteen! Y la sensación de que ya está dicho todo, aun enfrentándonos a un concierto muy breve (65 minutos), se generaliza en apenas media hora. No face invita a los saltos durante un suspiro y ni siquiera se intuyen secreciones de adrenalina con la convulsa Husbands. La actitud acaba siendo tan monótona como los 600 segundos de bajo pedal en Fuckers. Suena a despedida furibunda, pero es tan inofensiva como para agradecer que estas chicas tan especiales nos ahorren los vulgares bises.

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