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La Filharmonía dedica su concierto a su violonchelista Palmira Martínez

Los primeros acordes en el concierto de Mozart marcaron un carácter de sobriedad y contrastes

La Real Filharmonía de Galicia ha dedicado su concierto del jueves a Palmira Martínez, violonchelista de la orquesta desde su fundación en 1996 y fallecida el pasado viernes. Dirigida por Paul Daniel y acompañando al pianista Christopher Park, que sustituía a Behdoz Abduraimov, tocó el Concierto nº 20 de Mozart. Abrió programa Testamento, de Brett Dean: obra inspirada en el llamado Testamento de Heiligenstadt, en el que Beethoven expresaba su desesperación por la sordera.

La RFG y Daniel recrearon adecuadamente el ambiente de aislamiento ensimismado escrito por Dean, con arcos sin resina en las cuerdas, soplidos sin notas en los vientos y largas notas pedal. En la segunda sección la obra se torna más dura, con ritmos más sincopados, escalas entrelazadas y acordes de la orquesta como latidos de un corazón asaeteado por las escalas como dardos del piccolo de Luis Soto.

Los primeros acordes en el concierto de Mozart marcaron un carácter de sobriedad y contrastes dinámicos. La versión de Park tiene una proporción idónea de fuerza y delicadeza mozartianas. Dio al Romance central un cierto toque de gracia alada y en el primer y tercer movimientos tocó cadenzas poco habituales. La orquesta siguió la línea de clara sobriedad del inicio. Park regaló Sueño, séptima pieza de las Escenas infantiles, de Schumann.

Tras el descanso se dedicó a Palmira Martínez un minuto de silencio, lleno de un dolor que se extendió al público como una mancha de aceite desde la visible expresión de dolor en las caras de sus compañeros. Así las cosas, la Heroica de Beethoven llegó colmada de emoción, que surgió de los dos secos acordes que inician el Allegro con brio, de la gran fuerza interior desarrollada en su primer tema o de la que alcanzó el segundo tras aparecer con la pasmosa sencillez con que el agua mana de una fuente.

Pero donde el dolor atenazó gargantas fue en su segundo movimiento: pocas veces la emoción que suscita la Marcha fúnebre de la Heroica ha podido tener tanto sentido. Y muy pocas se habrá interpretado con tanta sinceridad desde la sequedad del registro grave de los violines a la dolorida dulzura de timbre del oboe de Esther Viúdez, un bálsamo para quienes la escucharon. La claridad de líneas impuesta por Daniel hizo que toda la Marcha sonara como un intercambio de condolencias en el silencio de un camposanto.

En esas condiciones, el Scherzo fue como una inspiración honda tras un golpe en el diafragma, especialmente en su Trio con el canto de las trompas de la RFG, lleno de toda la fuerza de Beethoven y la ligereza redescubierta en la edición crítica de Jonathan del Mar. El gesto más que expresivo de Daniel, casi suprimiendo en su quietud el silencio intermedio, dio inicio a un Finale tan duro como minucioso, con una RFG y grande en verdad y sonido beethovenianos.

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