Los equilibrios del PSM
El partido socialista celebra hoy su Comité Regional en mitad de una batalla interna para hacerse con el control de la formación. La consigna es dejar todo quieto hasta después de las elecciones europeas, pero hay demasiada tensión
En el Partido Socialista de Madrid (PSM) se juega estos días un gigantesco torneo de ajedrez con numerosos tableros y jugadores. Los participantes no buscan ganar, sino encontrar al mejor jugador, al que esté en buenas condiciones para enfrentarse al candidato o candidata que el PP presentará en las próximas elecciones autonómicas de 2015. Por primera vez en muchos años, el PSM tiene posibilidades de alcanzar el Gobierno de la Comunidad debido al desgaste sufrido por el Ejecutivo de Ignacio González. Y no porque los socialistas madrileños vayan a obtener, en principio, más votos que el PP —las encuestas así lo señalan—, sino porque la suma de sus escaños con los de IU y UPyD podría darles la mayoría absoluta. Pero en el PSM todo está cogido con alfileres. Y todos los saben.
Tomás Gómez, su secretario general, está siendo puesto en cuestión por una parte de los militantes. En el último proceso interno, en marzo de 2012, Pilar Sánchez Acera, una joven exconcejala de Hacienda de Alcobendas, se le encaró: obtuvo el 42% de los escrutinios con una candidatura creada a toda prisa. Finalmente, Gómez venció, pero dejó claro —piensan sus adversarios dentro del partido— que era derrotable. Un buen candidato o candidata no tendría problemas en vencerle. La próxima vez.
“El problema es que Tomás Gómez divide políticamente a la gente en dos clases: conmigo o contra mí. No hay matices”, admite un diputado de la Asamblea de Madrid contrario al secretario general. “Eso significa que si no le apoyas, desapareces literalmente”, añade. Y pone el siguiente ejemplo. De los 50 miembros del Comité Ejecutivo Regional del partido, solo tres apoyaron a Sánchez Acera.Únicamente, Rafael Gómez Montoya (exalcalde de Leganés), Pedro Santín (diputado regional) y Ángel Viveros (exalcalde de Coslada), tuvieron el beneplácito del secretario general para formar parte de este órgando de dirección de la segunda formación política de la región. Es decir, Gómez obtuvo el 58% de los votos en el congreso que le reeligió como secretario regional, pero solo le dio a su contrincante Sánchez Acera (42% de las papeletas) una representación en el comité de apenas un 6%.
Esta situación, los continuos desplantes a socialistas históricos, unas expectativas electorales no demasiado brillantes —Gómez es el candidato socialista al Gobierno de Madrid que peores resultados ha obtenido en la historia del PSM— han provocado un auténtica rebelión interna. Callada, sorda, agria, pero rebelión.
En el PSM pocos dan sus nombres a la hora de hablar abiertamente sobre lo que está pasando dentro. Pero hay excepciones. El diputado regional José Cepeda, el nacional y ex secretario general Rafael Simancas y la propia Pilar Sánchez Acera, porque ya están marcados. El resto calla y espera.
Las palabras de la secretaria de Organización, Maru Menéndez, número dos del partido en Madrid, afirmando hace diez días que en el PSM no hacían falta primarias abiertas porque Gómez era un candidato “consolidado” y “muy compartido”, reabrieron el averno socialista nada más ser pronunciadas. Menéndez vino a decir que, en su opinión y en teoría en la de su jefe, no hacía falta abrir las primarias a todos los simpatizantes —tal y como Gómez había venido reclamando a su enemigo Alfredo Pérez Rubalcaba—, sino solo a los militantes. Esto significaba que únicamente podrían votar los que siguieran afiliados y pagando las cuotas —en teoría los más adeptos a Gómez— y no los que se hubieran ido en los últimos años, pero que se siguieran sintiendo socialistas.
Cuando Rafael Simancas abandonó la secretaría general en 2007 tras perder las elecciones con Esperanza Aguirre, en el PSM había casi 30,000 afiliados. Ahora no pasan de 14.000. Algunas fuentes hablan ya de 13.500 y, además, con fuertes problemas económicos. El PSM redujo en 2013 un 30% sus gastos y un 8% sus ingresos por cuotas, según el Informe de Gestión de la Ejecutiva que hoy será debatido en el Comité Regional. El partido tuvo que reducir también su número de trabajadores en la Asamblea y los que quedaron tuvieron problemas para cobrar puntualmente sus nóminas, al tiempo que se abandonaba la modesta sede de San Blas —donde Simancas tenía su cuartel general— para alquilar una más pomposa en Callao.
Porque primarias abiertas o cerradas son el quid de la cuestión socialista. Nada más insinuar Menéndez su predilección por primarias cerradas, la oposición interna bramó. “Gómez no se atreve a abrir el partido. Se lo pide a Rubalcaba, pero él no se aplica el cuento, porque sabe que perdería”, dijeron. Tomás Gómez, consciente de la rebelión, tuvo que convocar una rueda de prensa urgente. No tuvo problemas en desautorizar a Menéndez, su mano derecha, y dijo que sus palabras correspondían a una “opinión personal”. Eso sí, que las primarias regionales deberían coincidir con las nacionales, donde Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario general de PSOE, también se juega su futuro. “No tiene sentido llamar a todo el mundo a votar en nuestras elecciones internas en septiembre [de este año], para volver a llamar a todo el mundo en nuestras elecciones internas en el mes de octubre y pedirles que se inscriban dos veces y pedirles que paguen dos veces”, señaló.
Todo o nada. Desde que Pérez Rubalcaba intentó que Trinidad Jiménez arrebatase la secretaria del PSM a Gómez en 2010 —ganó Gómez con el 51,71% de los votos frente al 48% de Jiménez—, el secretario general del PSOE pasó a la categoría de “contra mí”. Como Rubalcaba también está cuestionado dentro del partido —solo últimamente parece remontar en las encuestas tras el desplome del PP con la polémica Ley del Aborto—, Gómez intentará aprovechar esta contestación interna nacional para subirse a la ola antiRubalcaba en Madrid.
Pero no las tiene todas con él porque la oposición interna en el PSM sigue creciendo, si bien carece de cabeza visible. De momento. Por eso, Gómez ha apostado por una radicalización de su discurso para intentar atraer a los simpatizantes que se inclinan o ven con buenos ojos el discurso de Eddy Sánchez, el coordinador de IU. Fuentes de esta coalición se sorprenden muchas veces de los planteamientos del lider del PSM. “Parece que nos quiere pasar por la izquierda: banco público, expropiación de los hospitales privatizados por la Comunidad...”, admiten.
Y es que el cambio en las ideas del secretario socialista ha sido radical. De defender la enseñanza concertada o privatizar numerosos servicios de Parla cuando era alcalde —instalaciones deportivas, mantenimiento de jardines, teatros, ayuda a domicilio, centro de mayores...— a hacer de la lucha contra la externalización de seis hospitales su bandera. Y, por ahora, la jugada le está saliendo bien, porque tiene al Gobierno de González contra las cuerdas. Si la privatización finalmente es rechazada por los jueces, el Ejecutivo regional tendrá que rehacer sus cuentas. Y su proyecto político. Gómez le habrá inferido así un enorme golpe al PP madrileño.
Pero aún le queda otro as en la manga: su secretario de Economía, Antonio Carmona. Jaime Lissavetzky, el líder socialista en el Ayuntamiento de Madrid, que obtiene en las encuestas mejores resultados que el propio Gómez, y que es hombre próximo a Rubalcaba, quiere ser el candidato a la alcaldía. Los últimos sondeos le daban el bastón de mando municipal con la colaboración del IU y UPyD. Pero unas primarias con Antonio Carmona podrían dificultarle el camino. Gómez, según las fuentes del PSM consultadas, podría intentar un acuerdo con el secretario general del PSOE: Gómez, el candidato a la Comunidad y Lissavetzky, al Ayuntamiento.
Todo sería posible si el PSOE frena, además, el crecimiento de IU. En los últimos sondeos publicados por EL PAÍS en mayo de 2013, la coalición se quedaba a 1,2 puntos del PSOE en la Comunidad. En 2011, se llevaban 16. Y eso juega contra Gómez. Y contra su oposición.
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