A mí, la cultura ni fu ni fa
El balance cultural del gobierno del PP resulta tan vacuo y postizo como el revestimiento de la Ciutat de les Ciències
No se trata de una puesta al día de aquella canción que interpretaba Peret a principios de los años setenta ni de un titular del ministro Wert que ya sabemos como se las gasta con tal dar la nota y por saco. Los que pertenecemos a esta cosa llamada con ese nombre tan evocador de “Comunidad Valenciana” hace tiempo que sufrimos, no sé si con resignación de mártir cristiano o en silencio -como en aquel anuncio de una crema para las hemorroides- esta cultura del ni fu ni fa. O como me las maravillaría yo que diría Lola Flores.
Después de dos décadas a repartir entre el Ayuntamiento de la ciudad de Valencia, la Diputación y la Generalitat, el balance cultural del gobierno del PP regional resulta tan vacuo y postizo como el revestimiento de los caparazones de la Ciutat de les Ciències que no gana para sustos. Solo falta que descubran unas cuantas psicofonías escapándose entre sus muros agrietados y la sombra de algún fantasma vengador que se pasea por sus estancias pidiendo justicia para el denostado gremio constructor.
Veinte años de una política de derribos, fuegos de artificio, parches y sin rumbo conocido por parte de los que se supone habrían de velar por la promoción y el fomento de la cosa cultural. Veinte años que nos han acabado dejando con el culo al aire -un recuerdo para Carles Mira- y a la intemperie con la crisis. Aquí si ha habido alguna promoción y fomento ha sido la de la cultura del mal gusto - y a cargo del erario público- a la vista de la estatuaria monumental florecida en todos estos años.
Ya no hablamos de establecer objetivos, retos, horizontes, que deben figurar en cualquiera agenda cultural y previsora. Que alguien se le pase por la cabeza –no sé si a la concejal de cultura Mayrén Beneyto mientras espera en el secador de Tono San Martín- que la cultura puede ser un elemento de configuración clave de nuestras ciudades en el futuro. Que las industrias culturales no se hacen de un día para otro, aunque eso sí, se pueden desmontar en un plis plas. Reflexionar sobre los hábitos culturales en la nueva sociedad y como nos están afectando y afectarán. O si en ese club selecto de las ciudades creativas tenemos alguna posibilidad de entrar en el futuro -de momento parece bastante lejano- y si a parte del ingenio y gracia, sobresalimos en otras creatividades. Vamos, que alguien tenga en la cabeza el diseño de una política cultural para los próximos diez o quince años entre el Sènia y el Segura.
Ahora que gracias a series como L’Alqueria blanca habíamos conseguido un discreto star system siempre tan estimulante a la hora de esos vasos comunicantes entre televisión y teatro, va y dejamos la pantalla a oscuras y tiritando. Somos un pueblo tan desprendido que hasta nos hemos quedado sin Feria de Moda Infantil que se ha ido a la capital del Reino por aquello de la cosa centralizadora y aquí nadie ha dicho ni esta feria ni esta boca es mía.
Aquí, para no perder la costumbre seguimos con el ministro Margallo como mantenedor de falleras mayores y con el nombre siempre a mano de Sorolla, que como en una sesión de espiritismo es evocado cada temporada como el elixir de nuestros males endémicos. Ahora el último proyecto pasa por un centro de interpretación de la obra del pintor con el permiso y el capital de Bankia, que no se si tiene el cuerpo para muchas alegrías culturales a la vista del cuadro. Esto del centro interpretación es lo que se dice rizar el rizo: Dedicar un museo a un pintor pero sin cuadros del pintor. Bienvenidos a los universos paralelos.
La que fuera en otro tiempo joya de la corona, el Centre Julio González o IVAM, ya hace tiempo que se ha transformado en una caja de sorpresas que igual sirve para los modelos tutti frutti de Ágata Ruiz de la Prada que para una retrospectiva de Miquel Navarro. Y no es por nada, pero a más de un visitante del museo le ha dado un corte de digestión pasar de sopetón de las camisetas de colorines de la diseñadora madrileña a las torres fálicas de Miquel Navarro. Menos mal que el Muvim ha reivindicado como gran evento cultural de la temporada una de nuestras señas de identidad junto a la paella y el timbre sonoro de Nino Bravo: La ruta del bakalao, el fenómeno social y musical que situó el nombre de Valencia como destino privilegiado de la geografía española antes de la llegada del botellón.
De momento, todavía no me he repuesto del pantaix que me sobrevino cuando vi a la consejera María José Català inaugurando la exposición de Vicent Andrés Estellés. Ahora solo falta que un día de estos descubra que en la localidad de Sueca- ahí al lado- nació uno de los mejores ensayistas europeos de la segunda mitad del siglo XX. Tiene una ocasión magnífica: Este año se cumple el medio siglo de la publicación del Diccionari per a ociosos, una lectura, que si no la conoce, se la recomiendo fervientemente. Además con los ebook hasta te lo puedes ir leyendo ricamente mientras te haces unas mechas californianas, las uñas de porcelana o la ingle brasileña.
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