A la iglesia pagando entrada
La basílica del Pi cobrará entre 5 y 15 euros para financiar su rehabilitación
Desde este jueves, acceder a la Basílica de Santa María del Pi —la tercera gran iglesia gótica de Barcelona, junto con la catedral y Santa María del Mar—, ha dejado de ser gratis. Los miles de turistas y barceloneses que a diario admiraban el efecto multiculor que produce en el interior del templo uno de los rosetones más grandes del arte medieval, podrán seguir haciéndolo, previo pago de cinco euros los adultos.
El precio será de 15 euros para los adultos (un euro menos que la entrada a los Museos Vaticanos).para los que decidan realizar un recorrido completo por su interior: visitando las capillas laterales, el altar mayor, la sala del tesoro y el museo, bajar a la cripta, visitar los sorprendentes jardines interiores y ascender al campanario —si son capaces de superar los 260 escalones—, que ahora abre sus puertas convertido en una auténtica atalaya con unas vistas privilegiadas sobre Ciutat Vella.
La idea, según defendió ayer el rector de la iglesia, Gaietà de Casacuberta, en presencia del consejero de Empresa y Empleo la Generalitat Felip Puig y la teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Sònia Recasens, es que los visitantes actúen de micromecenas con sus entradas y ayuden a este edificio inmerso en una compleja restauración que lleva realizándose desde hace años y que están prevista que dure otros diez más.
Con el cobro de las entradas se quiere conseguir un millón de euros necesarios para acometer los trabajos en el campanario (45.000 euros), renovar la cubierta del archivo municipal (95.000), adecuar el jardín interior (45.000), restaurar las cubiertas de las capillas laterales supondrá otros 550.000, mientras que rehabilitar las fachadas de la basílica ascenderá a 200.000 euros más. Para más adelante, y dentro de los que establece el plan director, está previsto intervenir en el paso de ronda de la basílica y la restauración de toda la cubierta.
En 2005 la bóveda del Pi comenzó a mostrar los primeros efectos del paso del tiempo: desde las alturas se precipitaban fragmentos de piedra y mortero que ponían en peligro a todo el que deambulaba por esta iglesia. Tras un análisis se vio que el hierro colocado en una restauración de 1957 en las juntas de los sillares de los arcos, con la intención de devolver el aspecto que la iglesia tenía antes de ser arrasada por un incendio en la Guerra Civil, se había oxidado como consecuencia del agua de la lluvia filtrada por las fisuras de la cubierta. La oxidación había dilatado el hierro y estaba reventando la piedra. En 2010 acabaron los trabajos (tras invertir dos millones de euros la Generalitat y el Arzobispado). Fue posible gracias a la enorme estructura metálica que ocupó más de un año toda la nave central. El esqueleto metálico no impidió que los ritos religiosos siguieran celebrándose esos meses.
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