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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Epitafio para don Alejo?

Si alguien narrase la peripecia de Alejo Vidal-Quadras desde 1979, el título debería ser ‘Historia de una impostura’

Aparecida la semana pasada, la noticia (“el PP catalán no contempla a Vidal-Quadras en su lista de las elecciones europeas”) ha podido confundir a muchos lectores de buena fe, pues la memoria es frágil, y la información sobreabundante.

En efecto, el enfático rechazo de Alicia Sánchez-Camacho a admitir al físico como candidato propio del PPC al Parlamento Europeo inducía a pensar que, en las tres legislaturas anteriores, Vidal-Quadras sí había sido incluido en las codiciadas listas a propuesta de los populares catalanes. Nada más lejos de la realidad. En su debut europeo de junio de 1999, don Alejo fue el número 4 de la candidatura estatal por decisión omnímoda de Aznar, que quería indemnizarle por haberlo sacrificado al Pacto del Majestic y que, olfateando ya la mayoría absoluta, deseaba atar corto el discurso ultraespañolista del catedrático y a sus hooligans mediáticos. La cúpula catalana del momento (Alberto Fernández) consideró que su eurocandidato, con el número 16, era el tarraconense Juan Manuel Fabra Vallés.

Cinco años más tarde, en 2004, un PP desarbolado por la derrota del 14-M necesitaba colocar en Bruselas a muchos exministros, de modo que el primer candidato de su sección catalana (Salvador Sanz) se vio relegado hasta el puesto 25. Ello obligó a Josep Piqué a tener que admitir al detestado Vidal-Quadras (que repetía en el número 4) como el futuro eurodiputado catalán. Un Vidal-Quadras que, desde 2000, ya ni siquiera militaba en Cataluña, sino en Madrid, a donde le llevó un ruidoso divorcio disfrazado por él de heroico exilio.

Algo parecido sucedió en la primavera de 2009. El representante del PPC en la lista europea fue, a petición de Sánchez-Camacho, el bueno de Santiago Fisas, por más que a la sazón ocupase la consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid. Pero su ubicación en el puesto 23 obligó a la de Blanes a dedicar a Vidal-Quadras —sempiterno número 4— algunos forzados elogios, y a darle de mala gana cierto protagonismo en la campaña catalana. Él lo aprovechó, por ejemplo, para calificar de “chorrada” la petición de oficialidad del catalán en Bruselas.

Si, harta  sus maniobras y chantajes, la dirección  del PP lo elimina de la lista europea, eso no significa el fin político de Vidal-Quadras

Así, pues, no puede decirse que, de cara a los comicios europeos del próximo mayo, don Alejo haya perdido la confianza del vértice del PPC, porque esa confianza no la ha tenido nunca desde 1996; y hoy, con una Sánchez-Camacho a la que los dedos se le antojan huéspedes, menos que nunca. Pero si además, esta vez, también Rajoy y Cospedal le dejan caer, tampoco podrá atribuirse su exclusión a meras “actitudes críticas” del aún eurodiputado. De hecho, este lleva lustros gozando de cargos públicos merced al PP, pero desarrollando a la vez una tarea de acumulación de capital político fuera del PP, un capital personal con el que presionar a Génova 13 para mantener sus prebendas. Aquí va una breve síntesis.

La labor faccional de Vidal-Quadras había comenzado incluso antes del Pacto del Majestic, cuando ya en 1995 activó una Fundación Concordia para el cultivo de la beligerancia identitaria anticatalanista al margen del PP. Pero fue tras el acuerdo de gobernabilidad Aznar-Pujol (y pese a que, proscrito de lujo, el catedrático acumulaba los cargos de diputado autonómico, senador y coordinador general de FAES), cuando puso a flote (1998) Convivencia Cívica Catalana, concebida como un frente españolista transversal que tenía en él al líder y referente. Más tarde, instalado ya entre Madrid y Bruselas, devino un destacado impulsor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes)... La última de las iniciativas vidalquadristas que, de algun modo, son parasitarias de su militancia en el PP y de su vicepresidencia de la Eurocámara gracias al PP, se llama Reconversión.

Reconversión ("Por una reconversión del Estado") es una asociación configurada entre 2012 y 2013, un protopartido "más estatista en la agenda nacional española y más anarcocapitalista (sic) en la agenda económica", bajo cuyo rótulo don Alejo —que la preside— ha conseguido agrupar a escindidos (Santiago Abascal) o agraviados (Francisco José Alcaraz) del rajoyismo, a figuras de UPyD (Francisco Sosa Wagner, Fernando Savater), a españolistas de origen izquierdista (César Alonso de los Ríos, Amando de Miguel) o ultraderechista (Adolfo Prego), a cargos de Ciutadans (Carina Mejías) y a especímenes tan inclasificables como Fernando Sánchez Dragó.

En resumen: si finalmente, harta de su juego a dos o tres barajas, de sus maniobras y chantajes, la dirección estatal del PP lo elimina de la lista europea, eso no significa forzosamente el fin político de Vidal-Quadras. Reconversión puede transformarse en una candidatura de carácter españolista unitario. O UPyD, deseosa de reforzar sus expectativas, puede tentar al catedrático. O tal vez lo haga Ciutadans, que tendría así una buena baza contra los populares. Vamos, que tras veintitantos años de acumularlo, el capital "antiseparatista" de don Alejo no está hoy para esconderlo bajo una baldosa.

Si, un día, alguien con talento literario narrase la peripecia político-personal de Alejo Vidal-Quadras desde 1979, el título debería ser Historia de una impostura.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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