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Adiós, 2013

En el mundo, ha sido el año del conflicto con Siria, el Papa Francisco o la muerte de Mandela y Thatcher. En Europa fue el año del estancamiento. España merece renglón aparte

Parece razonable que un artículo que se publique un 31 de diciembre, se dedique a hacer balance del año que termina. Es lo que esperan los escasos lectores de artículos de opinión (y de cualquier cosa) que quedan; y no voy a defraudarles.

Veamos. En el mundo, así, en general, ha sido el año del conflicto con Siria, la llegada del Papa Francisco al Vaticano (para desgracia de Rouco y de su cohorte de fundamentalistas hispanos), la muerte de Nelson Mandela, tan apreciado ahora por los mismos conservadores que hace unos años le consideraban terrorista, y de Margaret Thatcher, la guía moral de todos ellos. En Europa fue el año del estancamiento y la deflación encubierta, de la decadencia política de la UE, y de la Grosse Koalition alemana, de la que yo, al menos, espero algo más de lo que Merkel ha dado hasta ahora al proyecto común del continente, que es bastante poco.

España, por su lado, merece renglón aparte. El año de las reformas, según lo ha caracterizado Rajoy, ninguna de las reformas que realmente son importantes para el país y su economía, han sido llevadas a cabo; ni siquiera planteadas. Hacer pasar recortes (de gasto y de derechos), o cambios puramente ideológicos (ley del aborto, de seguridad ciudadana, LOMCE…), por reformas estructurales, solo puede explicarse en un país como éste, acostumbrado a comulgar con ruedas de molino, e incapacitado como está para discernir entre lo importante y lo urgente. Ni la administración pública (sobredimensionada, y en algunos casos, ineficiente) ni los servicios públicos (abandonados a su suerte para justificar sus traspasos al negocio privado), ni el mercado energético (un desvergonzado engaño a los consumidores), ni las trabas burocráticas para crear empresas (tantas veces denunciadas por el Banco Mundial), ni un cambio institucional que impida la corrupción generalizada, ni la reforma del sistema fiscal tan rígido e injusto que tenemos, ni siquiera una apuesta decidida por el sistema de innovación que nuestro modelo productivo necesita con urgencia, han sido abordados por este gobierno, tan incompetente, como ideologizado. Dirán, naturalmente, que salimos de la crisis gracias a ellos, pero para salir así, mejor que no hubieran entrado. Nunca.

La Comunidad Valenciana, ya es otra cosa; aquí, a excepción del cierre de RTVV, ni siquiera se han tomado decisiones, ni malas, ni buenas. Excepto, claro está, aquellas que tienen que ver con a quién pagar primero las desproporcionadas deudas acumulada por los sucesivos gobiernos, tan megalómanos como manirrotos, ellos. Cierto es que a causa del injusto modelo de financiación territorial, sin duda, pero también por la desastrosa gestión realizada en estos últimos 20 años, que ha acabado con todo; y por el rosario de corruptelas sin fin que han esquilmado las arcas públicas, sin que nadie haya pagado todavía por ello. En fin, que al contrario que el gobierno central, aquí, el diagnóstico arroja encefalograma plano. Y, sinceramente, no sé qué es peor.

Pues eso, que feliz año a todos.

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