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ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Érase una vez...

La ópera "Cendrillon", basada en el cuento de "Cenicienta", encanta al Liceo

Un momento de la representación en el Liceo de la ópera "Cendrillon".
Un momento de la representación en el Liceo de la ópera "Cendrillon".A. BOFILL / LICEO

Érase una vez un pobre teatro de ópera que, tras haber vivido años de esplendor, veíase finalmente abocado a malvivir entre recortes presupuestarios, recortes de programación y amenazas de ERE.

Hete aquí, sin embargo, que una noche, cercana la Navidad, fiel a sus principios artísticos, desoyendo a quienes sostenían que su única salvación era ponerse a hacer la calle representando Traviatas y Carmenes para turistas, puso en escena, por primera vez en su historia, Cendrillon de Jules Massenet, una versión operística —otra— de Cenicienta, el más universal de los cuentos de hadas: una historia de crecimiento, de superación de la dificultad a través de la solidez en la creencia de unos valores.

Un título que aquí no se ha representado nunca y está fuera de nuestro repertorio no funcionará, decían los agoreros. “¿A quién le venderemos 10 representaciones —la obra estará en cartel hasta Reyes— de un cuento de hadas con música de Massenet?”, exclamaba un enterado.

Cendrillon

Cendrillon de Jules Massenet. Con Joyce DiDonato, soprano. Ewa Podleś, contralto. Alice Coote, mezzosoprano. Annick Massis, soprano, Cristina Obregón, soprano. Marisa Martins, mezzosoprano. Lauren Naouri, barítono. Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatre del Liceu.

Andrew Davis, dirección musical. Laurent Pelly, dirección escénica. Coproducción del Gran Teatre del Liceu en colaboración con la royal Opera House Covent Garden (Londres) el Théâtre Royal de la monnaie (Bruselas) y la Opéra de Lille.

Barcelona, 20 de diciembre.

En cuanto la función comenzó el público se dio cuenta inmediatamente de que estaba ante algo maravilloso: la bellísima escenografía de Barbara de Limburg, evocaba un gigantesco libro de cuentos, se movía con agilidad y creaba espacios cambiantes y eficaces realzados por una hábil iluminación, el vestuario era ingenioso y divertido y la coreografía de Laura Scozzi, sugerente. La dirección escénica, de Laurent Pelly, era sabia y sensible.

Sin traicionar el esquematismo de la oposición buenos-malos del cuento, elaboraba personajes, utilizaba con habilidad el gesto para crear situaciones y, al servicio de una música verdaderamente inspirada y muy hábilmente puesta en partitura con bellos matices de orquestación, construía emociones.

Los cantantes, además, eran un portento. Joyce Didonato estaba fabulosa como Cendrillon, Ewa Podles, amada y admirada por el público del Liceo, mostró en el papel de la madrastra una vis cómica genial que hasta ahora le desconocíamos. Alice Coote, debutante en el teatro, resultó un Príncipe Azul ideal y Annick Massis despachó con estilo y suficiencia unos agudos impresionantes en el papel del Hada Madrina. Cristina Obregón y Marisa Martins le pusieron gracia y voz a las ridículas hermanastras y contar con Laurent Naouri en el personaje, relativamente modesto, de Pandolfe fue un lujo.

Hasta la orquesta sonó bien. Para ser exactos: hasta la orquesta, tras un inicio más que dudoso, acabó sonando bastante bien gracias a la batuta mágica de Andrew Davis. También estuvo bien el coro.

Buena parte de la platea puesta en pie saludó a los intérpretes al final de la representación. Aún no era medianoche, la hora en que Cenicienta debe volver a sus fogones y a su siniestra realidad.

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