Un museo en los comercios
La iniciativa C.A.L.L.E. disemina por 38 locales de Lavapiés las creaciones de otros tantos artistas
Las calles de Lavapiés son una especie de museo con piezas muy pequeñas y público miope. Es difícil darse cuenta, pero aquí y allá, en las persianas y las esquinas, en los bolardos o sobre nuestras cabezas, surgen silvestres obras de arte urbano, muchas veces efímeras. Ahora los artistas del barrio se alían con los comerciantes, que dan cobijo a sus creaciones en interiores, fachadas o escaparates dentro de la iniciativa C.A.L.L.E, el acrónimo, algo traído por los pelos, de Convocatoria Artística Libre Lavapiés Emergente.
“Desde la Asociación de Comerciantes pensamos qué hacer para Navidad, y como el centro ya está lleno de los típicos belenes, propuse hacer algo que le pegase más al barrio”, dice Stéphane Abondance, socio del bar La Playa de Lavapiés, poseedor de una extensa red de contactos entre los artistas del barrio y coordinador artístico de la muestra, “porque en estas calles hay muchas cosas que pasan desapercibidas si no se tiene el ojo educado: plantillas, pinturas, collages, cositas que aparecen por un lado u otro, personajes en las esquinas”. Hasta el 7 de enero se podrá ver la colaboración de 38 artistas en 38 locales: bares, tiendas, farmacias, etc, con la participación de nombres conocidos como E1000, Sr Mu, Dr. Homes, Chylo o Irene Izquierdo junto a jóvenes promesas. Una condición: utilizar materiales reciclados.
Ejemplos: en la taberna Donde da la vuelta el viento, el artista Raúl Armenteros ha construido una especie de árbol de navidad con antiguos vidrios de semáforos que se usaban cuando aún no se había introducido la tecnología led. Según su antigüedad, cada uno tiene una textura diferente. “La idea es que los clientes terminen la instalación: en los vidrios se colocarán, en cintas de vinilo, los malos deseos para 2014, en el color rojo, sentimientos de amor y prosperidad en el verde, y proyectos para mejorar como, aprender inglés o ir al gimnasio, en el ámbar”, dice Mercedes Saracho, una de las propietarias.
La idea es que los dueños de los locales colaboren con los artistas en la creación de la pieza. Así Sr. Mu utilizó unos viejos lienzos que tenía la dueña de la heladería Sani Sapori para pintar sobre ellos una imagen llena de esperanza que han colgado en el frontal del negocio. La diseñadora industrial Marta Daza ha utilizado unas grandes latas de café, cedidas por La Buga del Lobo, para crear unas piezas abolladas y lacadas en diversos colores que lucen incrustadas a unas bombillas vintage colgadas del techo del propio bar.
Hay artistas urbanos que entran en los comercios, pero también artistas no urbanos que salen a la calle. Es el caso de Lucía Alonso, que, con viejas cajas de fruta y unos retratos imaginarios que recuerdan a la pintura de Francis Bacon, ha creado una obra que habla del espacio que ocupamos en la vida. “Vivimos en un espacio prestado que acabamos dando a otros, somos inquilinos del mundo”, dice Alonso, inspirándose en el nombre del bar que la cobija: La Inquilina. Por su parte, Marcos Gutiérrez ha creado en el taller de la mueblería Magarca, utilizando únicamente restos de muebles, la obra Barco Real, a medio camino entre el pavo real y el barco. Se exhibe en el escaparte del negocio y no desentona nada con el resto de las mercancías.
El barrio se mueve: la gente del Madrid Street Project realiza frecuentes “safaris urbanos” para dar a conocer el arte que se esconde en sus muros al tiempo que la calle Dr. Fourquet se llena de pequeñas galerías y, el resto, de salas de teatro alternativo. C.A.L.L.E. nace ahora con la intención, según Abondance, de “hacer un homenaje a los artistas del barrio, que traen aquí su creación de todas partes del mundo, y sacan el arte a la calle”.
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