Una barricada teatral
El Teatro de Barrio nace como un espacio de debate de “ideas políticas útiles”
Una barricada ardiente y teatral se ha cruzado a la altura del número 20 de la empinada calle Zurita, en Lavapiés, donde antes había dado guerra durante 25 años la sala Triángulo. Ahora se ha reconvertido en el Teatro del Barrio, un espacio dedicado a la inflamable mezcla de pensamiento, política y, también, diversión, todo ello pasado por el tamiz de las artes escénicas. Y predican con el ejemplo: este es un teatro sin ánimo de lucro, cooperativo, horizontal y con un funcionamiento plenamente asambleario. El objetivo: implicar a la ciudadanía y generar conciencia crítica. Conocer la realidad para transformarla.
“Esta comprensión de la realidad es imprescindible para lograr el cambio”, dice el actor Alberto San Juan, uno de los artífices del proyecto, “por eso aquí se tratará de mostrar cómo funciona el poder, los bancos o los partidos políticos, y también cómo funcionan las alternativas que están construyendo los ciudadanos en todos los ámbitos”. Para ello el teatro ofrece una programación en cuyo núcleo duro están los temas político-sociales, aunque no exclusivamente. “También”, continúa el actor, “le damos mucha importancia a la fiesta, a la celebración del hecho de estar vivos y poder pasarlo bien juntos”. En este sentido discurrirá buena parte de la programación musical o la Noche de Baile de los viernes, en la que la Orquesta del Barrio tocará un repertorio para mover sin freno el esqueleto. Dentro de la programación teatral actual encontramos Non solum, una comedia existencialista con Sergi López (25 y 26 de enero), o el Autorretrato de un joven capitalista español, un monólogo del propio San Juan (varias fechas durante diciembre y enero). La Universidad del Barrio, unos cursos que se celebrarán desde febrero con especialistas universitarios como Juan Carlos Monedero o Ariel Jerez, tratará de dar herramientas para entender de manera crítica la versión oficial de la historia reciente de España.
“Todos los grandes movimientos han estado ligados a una revolución cultural previa”, explica Cote Romero, otra de la implicadas en el teatro, a la par que coordinadora de la Plataforma por un nuevo modelo energético, y directora de Ecooo, “estamos en un momento de monocultura, de monodiscurso, porque el discurso oficial se adueña de todos los medios de producción, inclusive los culturales. Es una manera de mantener a la ciudadanía dormida con el entretenimiento, el pan y circo”. Este teatro, según explica, es una cooperativa de consumo: hay un grupo gestor de profesionales pero cualquiera, haciendo una única colaboración de 100 euros, puede pasar a ser socio y formar parte de la comunidad. “Es la asamblea la que va a decidir las líneas generales del teatro y cómo utilizar los espacios”, dice Romero, “queremos mostrar cómo los ciudadanos informados y coherentes podemos apoyar los proyectos que tienen sentido y penalizar los que son nocivos”.
Da la impresión de que los productos culturales comprometidos gozaban de cierta mala prensa en época de expansión económica, cuando eran tachados de panfletarios, pero que han resurgido con fuerza al calor de la crisis: “El principal éxito del poder es esa labor de propaganda que ha hecho creer a la gente que la política es una mierda con la que no hay que tener contacto”, apunta San Juan, “cuando todos hacemos política cada día, por activa o por pasiva, porque la política no es más que la forma de organizarnos para convivir. Han creado una apatía política en la sociedad. Desde el 15-M esa apatía ha empezado a romperse, pero hay que seguir en ello”.
En la Sala Triángulo muchas compañías teatrales alternativas o principiantes han encontrado su hueco para desarrollar su actividad, sin embargo, la cartelera del Teatro del Barrio se ve ahora llena de caras conocidas. ¿Seguirán encontrando aquí su lugar? “Con el tiempo habrá, aunque nuestra prioridad ahora es política”, explica San Juan, “esta no es una sala alternativa en el sentido de dar espacio a compañías pequeñas, sino que es un centro difusión y debate de ideas políticas útiles”.
En la presentación de la cercana sala Mirador, al principio de la temporada, el programador actual, Juan Diego Botto, hizo fortuna con una frase: “si el parlamento es un teatro, hagamos del teatro un parlamento”. Y esa parece que es la idea aquí. De hecho Botto ha animado a las salas del barrio, entre las que se encuentran las citadas, La Corsetería de José Sanchis Sinisterra o el Teatro del Arte, entre otras, a reunirse e idear formas de colaborar. “Estoy completamente de acuerdo”, dice San Juan, “frente a la competitividad que se impone, la ley de la jungla, hay que optar por lo contrario: la cooperación y el apoyo mutuo. Crecer juntos”.
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