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Un ensayo sobre la palabra hecha imagen

Alberto García-Álix expone ‘El paraíso de los creyentes’ en A Coruña

El fotógrafo Alberto García-Álix
El fotógrafo Alberto García-Álix GABRIEL TIZÓN

“Sí, claro que tengo discurso, pero hay que ponerlo a la luz, revelarlo. Escribir me cuesta mucho, es partir de cero”, quien define así su proceso creativo es un fotógrafo, uno de los más personales de las décadas a caballo del cambio de siglo, Alberto García-Álix. Lo que expone desde el miércoles día 11 en el Kiosco Alfonso de A Coruña, El paraíso del creyente, son 60 fotografías y una obra audiovisual, pero en origen era una conferencia que él leía en la oscuridad mientras se proyectaban las fotografías. La conferencia derivó en un libro y ahora ha mutado en una muestra que se podrá ver en A Coruña hasta el 16 de febrero y el autor pretende después exponer en Francia.

Enarbolando una mítica Bolex, una cámara de cine de 8 milímetros que parece extraída de una muestra de diseño de los 60 (pero que en realidad proviene de un mercadillo en el que la acaba de comprar), García-Álix entra en un antiguo ultramarinos reconvertido en bar y cuenta que aquel proceso creativo le costó dos meses de encierro y de trabajo a tiempo completo. “Cogía diez fotos y empezaba a escribir sobre ellas, como un ensayo”, explica. “El texto consigue dotar de cierto orden al pensamiento abstracto del artista y así estructurar sus pensamientos de manera más clara que las imágenes, con una naturaleza más desordenada al asociarse a momentos vividos”, analiza en su web.

Momentos vividos porque el artista leonés asentado –es un decir- en Madrid desmiente que él sea parte de su obra, o viceversa, pero sí que en ella hay un fuerte componente autobiográfico “porque trabajo alrededor de mi mundo, de lo que me rodea”. Estos días ha estado en Galicia fotografiando a “el Solitario”, “un chico de Vigo que es un genio, construye las mejores motos del mundo. Ha hecho una para BMW… Sí, son máquinas comerciales, pero únicas. He ido a fotografiar su moto para dotarla de personalidad. Cualquier elemento, personaje o paisaje, al fotografiarlo lo que haces es buscarle la personalidad, lo que lo hace diferente de otra cosa”.

Tampoco se ve como un personaje aquel entre autor de culto y forajido del que le sea difícil disociarse ahora que acumula premios. “Si soy un personaje es porque estoy vivo. Lo del personaje me la suda. No me dice nada, no me aguanto mucho a mí mismo. Lo difícil es crear. Empecé fotografiando, pero me he convertido en un creador de imágenes que se mide a sí mismo: qué quiero ver, cómo quiero ver. Necesito alimentarme de lo que veo y de lo que tengo enfrente, porque si no, no hay fotos. En el retrato, para mí, siempre es necesaria la presencia del otro, como un elemento donde encontrar el camino de búsqueda”.

La Bolex no tiene gran angular, con lo que, según el comisario de El paraíso del creyente¸ Nicolás Combarro, no va a cumplir la misión para la que la quiere García-Álix, y su futuro más cierto será pisapapeles sixtie, pero su nuevo propietario la resguarda celosamente en el estuche del manoseo ajeno mientras reflexiona que toda evolución artística, o al menos la suya, tiende a la abstracción, y además, cambia de foco. “No, no tengo las mismas obsesiones o intereses que antes. Tienes unas a los 20, otras a los 30, a los 40 y a los 50”.

-Menos en el caso de las motos.

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-¡Las motos no, claro! ¡Al pan, pan y al vino, vino! Pero cambias el concepto de mirada. Al principio miras desde fuera, ahora lo que miro desde fuera vuelve al interior. Hay un camino de ida y vuelta. Eso es lo que los años me han hecho.

 

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