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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Gestión pública

Tras el sacrificio de RTVV hay mucho más que una actualización ideológica

Tras el sacrificio obligado de RTVV, una vez engordada artificialmente durante décadas, como tras el deterioro de la enseñanza, la sanidad pública, o de tantos otros servicios que corren serio peligro de ser desgajados, por distintas vías, del corpus benefactor del Estado, hay mucho más que una simple actualización ideológica del pensamiento neoliberal de toda la vida, tal como quedó escrito para la posteridad por Ronald Reagan en una de sus más enjundiosas sentencias: “El Estado no es la solución, el Estado es el problema”. Está también la incapacidad mostrada por la socialdemocracia europea, sobre todo la de los países del sur, para dar una respuesta eficaz y contundente al desprestigio del sector público (incluidas las instituciones políticas que lo sustentan) que ya venía produciéndose desde los años ochenta, y que siempre encontró en las épocas de crisis económicas prolongadas su mejor caldo de cultivo.

La defensa del Estado como factor central del desarrollo económico equilibrado de los países, manteniendo elevados niveles de cohesión social, depende fundamentalmente de la credibilidad que los ciudadanos otorguen a sus gobernantes en la gestión eficaz de los servicios públicos que inciden directamente en su bienestar, así como de la confianza que depositen en el conjunto de sus instituciones. Para la socialdemocracia europea, que fue uno de los principales artífices del Estado del bienestar, estos son los dos prerrequisitos esenciales de su propia credibilidad, y no puede caber ninguna duda que de su correcta instrumentación depende ahora en buena medida la renovación de su proyecto político.

La alternativa a la externalización de los servicios públicos básicos, a su privatización, o a su simple desaparición, que dominan el discurso político actual, no está solo en reivindicar el papel del Estado, así en general. También necesita refutar con un nuevo discurso político, y sobre todo, con hechos, esa presunción generalizada (más ideológica, que real) de que el sector público es incapaz de gestionar eficientemente los servicios públicos, y de que, por tanto, siempre acabará siendo una pesada carga para los ciudadanos, cada vez menos dispuestos a asumir el coste con sus impuestos.

Y es que, al margen de que el concepto de eficiencia en la provisión de servicios públicos no puede equipararse al del sector privado (sus objetivos no son solo de carácter económico), es muy evidente que la gestión pública de aquéllos ha sido, y es, en muchas ocasiones, manifiestamente mejorable, gracias, fundamentalmente, a que los sucesivos responsables políticos se han empeñado en que así lo fuera (RTVV, o sanidad madrileña, por ejemplo).

En resumen: o la socialdemocracia construye un nuevo discurso político basado no solo en más Estado, sino en mejor Estado, así como en la recuperación del prestigio y credibilidad de las instituciones que lo sustentan, o esto no tiene solución alguna, que no sea la tradicional del “sálvese quien pueda”, que tan bien se lleva con el discurso neoliberal dominante. Todo lo demás, créanme, es secundario.

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