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El comercio se desencanta con el PP

Las medidas tomadas durante la crisis abren un cisma entre los populares y los ‘botiguers’ De fondo, la pugna entre la vieja y nueva derecha

Ignacio Zafra
Un comercio del centro de Valencia en proceso de cierre y traspaso.
Un comercio del centro de Valencia en proceso de cierre y traspaso. JOSÉ JORDÁN

Los comercios atraviesan horas bajas y el oficio de botiguer vive tiempos convulsos. El centro de Valencia, por ejemplo, muestra abundantes locales vacíos. Muchos negocios abren y cierran en pocos meses. La clase media de los comercios se adelgaza. Desaparecen joyerías y aumentan las tiendas de golosinas a granel, en línea con una sociedad que lleva cinco años con una tasa de paro superior al 20%. Y crece el número de establecimientos, incluso en las principales calles de la ciudad, cuyo principal argumento es el precio.

El malestar entre los comerciantes va en aumento y la ira se dirige de forma creciente hacia el Partido Popular. Una formación con la que se han venido identificando mayoritariamente y a la que acusan de aprobar una batería de medidas dañinas para el sector, traicionando así una complicidad de décadas.

“Hay mucho cabreo con el PP y lo más triste es que las políticas comerciales han pasado de hacerse codo con codo con los comerciantes a diluirse completamente. Hablo con muchísima gente del sector, gente conservadora, que tiene un desencanto total. Y el que la hace la paga”, advierte Pedro Reig, presidente de la Federación Alicantina de Comercio e histórico líder de la Confederación de Comerciantes y Autónomos de la Comunidad Valenciana (Covaco). Es improbable, admite Reig, que muchos de sus colegas vayan a dejar de votar a los populares para hacerlo por los socialistas o por opciones a su izquierda. Pero hay “otros partidos”, afirma.

“Valencia no es Madrid”

I. Z., Valencia

La gran defensora de la libertad de horarios en la Comunidad Valenciana es la patronal de las grandes superficies, Anged, que lleva décadas reclamándola. Su portavoz considera que el levantamiento de las barreras es un camino sin retorno: “Cuando se está potenciando la venta on line, en la que no hay límites ni horarios, ¿qué sentido tiene impedir que los establecimientos físicos puedan competir”. El portavoz apela también a los “nuevos modelos de familia” que habrían dejado obsoleto el tradicional esquema horario.

Enfrente, los sindicatos consideran que la libertad horaria es muy dañina para la “conciliación de la vida laboral y familiar” de los trabajadores. Una postura similar a la de los pequeños comerciantes, la inmensa mayoría de las 65.000 tiendas abiertas a finales de 2012. “Las políticas están atacando las estructuras familiares de los comerciantes, una gran mayoría de los cuales son votantes del PP. Y los comerciantes se están apuntando estas cosas”, insiste Pedro Reig, dirigente patronal de Alicante.

El banco de pruebas ha sido la capital de España. “En Madrid hay una ola de liberalización brutal, y aquí se copia”, afirma Encarna Sanchis (Covaco). “Pero nuestras ciudades no son como Madrid, que quitando el centro es un desierto comercial. Nuestro modelo es mediterráneo, con comercio en toda la ciudad”, afirma la dirigente empresarial. El historiador de la Economía Joaquín Azagra confirma el rasgo característico del tejido comercial valenciano, más parecido al catalán, con una clase formada por botiguers con comercios más pequeños, “lo cual no necesariamente es bueno, pero más extendida y socialmente más importante”.

Isabel Cosme (Cecoval), confirma el cisma: “Lo que más ofende es que no se nos consulte, ni se nos escuche. Como si no entendiéramos. La desafección creo que es general, no sólo de los comerciantes sino de toda la sociedad hacia quienes nos gobiernan”.

Entre 2008 y 2012 se contabilizaron 11.269 comercios menos en la Comunidad Valenciana, lo que supone que ha desaparecido un 15% de los que había antes de la crisis. El dato no refleja exactamente, sin embargo, la magnitud de la debacle debido a la vitalidad de entrada que mantiene el sector, convertido en todas las crisis en un refugio en el que confluyen parados de otras actividades, señala Isabel Cosme, presidenta de la patronal Cecoval.

En nueve meses, entre diciembre y septiembre pasados, el comercio perdió 20.000 puestos de trabajo, más de la mitad de ellos en la provincia de Valencia. En ese periodo y en esa provincia es donde más se ha aplicado la nueva medida de libertad de horarios, que permite abrir todos los domingos y festivos. Una de las decisiones que más ha sublevado al sector porque el pequeño comercio no puede permitirse abrir esos días por la falta de ventas que justifique una ampliación de personal, y porque a los supermercados de alimentación no les interesa. El consumo de comida no aumenta por estar abiertos todos los días, explica un portavoz de la patronal de supermercado, Asucova, y supone, en cambio, “más costes de explotación”.

Según una opinión muy extendida en el sector, la Generalitat ha asumido con “seguidismo” y sin calcular las consecuencias el plan para levantar las limitaciones horarias de los comercios diseñado por el Gobierno de Mariano Rajoy, que en la Comunidad Valenciana empezó aplicándose a zonas muy concretas con el argumento de dar servicio a los turistas y ahora el Consell quiere extender a todo el territorio.

Y ese paso, una vieja reivindicación de la patronal de las grandes superficies que el Ejecutivo valenciano rechazaba hasta ahora, se ha sumado a otros como las subidas del IVA, de los IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) y otros tributos (como el IRPF), así como recortes (supresión de pagas extra a los funcionarios), que también hacen mella en el consumo y por tanto en su cuenta de resultados.

“Están dando palos de ciego. Aprovechando la crisis se está perdiendo el norte”, afirma Encarna Sanchis, presidenta de la patronal Covaco, que agrega: “Durante mucho tiempo las cosas han ido bien. Con dificultades pero bien. Pero durante esta última etapa vemos una gran desafección hacia la Administración entre los afiliados”.

“Hay mucho cabreo con el PP. El que la hace la paga”, dice un líder patronal

La comunión entre botiguers (tomados como colectivo) y PP es antigua y se ha basado en una confluencia “de ideología e intereses”, señala el profesor de Historia de la Economía Joaquín Azagra, y también de un cierto concepto de identidad popular. Una coincidencia que resultaba aún más clara en el caso de Unión Valenciana, cuyos cuadros y electorado fueron absorbidos por el PP en los años noventa.

El cisma es producto a su vez, del choque entre “la derecha clásica española, y especialmente valenciana, de corte regulador e intervencionista, que siempre ha estado un poco en contra de la competencia, y la nueva derecha que se abre paso aprovechando la crisis, partidaria de una gran liberalización, desregulación y competencia”, añade Azagra, que fue consejero en los años ochenta con los socialistas.

Un abismo entre los principios mantenidos por la vieja guardia del partido, que en Valencia representa el grupo popular en el Ayuntamiento, y los nuevos aires que soplan desde el Ministerio de Economía y Competitividad, en Madrid, y que sintonizan en el Consell con el discurso de la Consejería de Economía e Industria.

La derecha clásica valenciana ha sido reguladora e intervencionista

Esa pugna, y la conciencia de quién va ganando la partida, es percibida claramente en el bloque contrario a la liberalización de horarios, desde el que se critica especialmente, además de al presidente Alberto Fabra, al consejero de Economía, Máximo Buch. Y se describe al secretario de Estado de Comercio e impulsor de la medida, Jaime García-Legaz, como un “ultraliberal”, recordando que proviene de la dirección de Faes, el think tank vinculado al PP que abandera las reformas más radicales.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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