Alicante despide a Cerdán Tato, un intelectual de “valores irrenunciables”
Sindicatos, políticos y colectivos agradecen la entrega del escritor y periodista
Una foto y la canción de Joan Manuel Serrat Mediterráneo sirvieron para abrir el acto de despedida de quien fuera todo un referente para el periodismo libre y la militancia de izquierdas en la ciudad de Alicante. Enrique Cerdán Tato, fallecido el sábado, se fue rodeado de amigos, cientos, y sin un símbolo religioso alrededor suyo, en el Tanatorio de la Siempreviva en Alicante con alguien que como él militó en el Partido Comunista.
El lugar del acto se desbordó. Hubo gente que ni llegó a poder entrar en el salón ceremonial. Se leyeron poemas y se recordó la alegría de vivir de quien fuera premio de las Letras Valencianas al tiempo que crisol del compromiso del pueblo alicantino: a favor del pueblo saharahui, de los muertos de la República, de la causa palestina, etc.
La palabra entrega definiría perfectamente al ciudadano Cerdán Tato. Muchos de los asistentes incluso parecían deberle algo. En vida, no juzgó: “Un día entrabas en su casa y te podías encontrar al rector, como a dos chavales de 16 años haciendo un trabajo. Un sahariano, un palestino, daba igual”, recordó Vicente López, yerno suyo: “En sus últimos tiempos, ya sin poder hablar, se echaba las manos a la cabeza cuando veía las noticias en el hospital”.
Sindicalistas, políticos, gente del mundo de la cultura, de los movimientos sociales, incluso de los nuevos en los que no tuvo ocasión de participar como Stop Desahucios presentaron sus respetos. “Es muy extraño que alguien después de pedir ayuda a Enrique no se hiciera amigo suyo”, recordó la diputada de Esquerra Unida, Esther López, a cuyos abuelos ayudó el escritor en tiempos más represivos. Una sensación de agradecimiento sobrevoló el acto, una frase: “Cuando necesité a Enrique, estuvo allí”, dijo desde el púlpito, Julia Díaz, amiga de la familia que consideró al escritor un enamorado del hombre.
Otros como Manolo Parra, compañero de fatigas en asuntos de Memoria Histórica, rememoraron su valentía, como cuando durante la dictadura organizó clases de política y cultura los sábados para los trabajadores del metal que luego constituyeron el primer núcleo de CC.OO. Cerdán Tato “fue el primero que me habló de Miguel Hernández”, dijo el escritor Miguel Ángel Pérez Oca: “Yo tenía 13 años. Era 1957 y ya entonces hablaba así en clase. Así, con dos cojones”. Por eso cuando publicó su primer libro, Giordano Bruno, Pérez Oca se lo llevó por el solo hecho de haberle enseñado literatura.
El poeta Miguel Hernández, objeto de adoración de Cerdán Tato, estuvo también presente. Lucía Izquierdo, presidenta de la Fundación Miguel Hernández, le definió como “un escritor de valores irrenunciables” y el profesor de la Universidad de Alicante, José Carlos Rovira, entonó el Vientos del pueblo me llevan. El verso No soy de un pueblo de bueyes describe perfectamente a alguien que no quiso llevar ningún yugo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.