Historias en el autobús
El escritor y director de cine alterna unas cuantas barras donde tomarse un vino
1. Le Relais. Es la cafetería del hotel Eurobuilding, cerca de mi casa. Aquí solía quedar con Elías Querejeta para ver cómo iban las películas y pensar nuevos proyectos. O con el guionista Luis Megino, para mirar los textos y charlar. Llevo más de 30 años viniendo. He visto envejecer a todo el personal y cómo promocionan los empleados. También he visto pasar por aquí a todas las chicas de alterne y algunas se casaban con los americanos (Padre Damián, 23).
2. Charamaska. Es una tienda de vinos con taberna y clientes fijos. Conozco al barman, Eusebio, y se puede comprar todo tipo de vinos. Es como el harén de este caldo: puedes pedir ahora una rubia, una morena… lo que quieras. Voy un día sí, otro también (Bolivia, 1).
3. Parque Canal Isabel II. Está al lado de plaza de Castilla. Hay miles y miles de toneladas de agua bajo la tierra y lo puedes apreciar en la naturaleza de la superficie. Suelo caminar por allí y acercarme a la Colonia Albéniz —que es una prolongación, un poco más lejos— para ver a mi amigo Manuel Vicent.
4. Calle Topete. En los alrededores de Bravo Murillo, está llena de inmigrantes y de tiendas con productos latinos que venden de todo: empanadas, yuca y mermeladas de frutas tropicales,de las que toman allí. También hay un montón de locutorios y peluquerías que son impagables: esa decoración de las puertas y todo lo que te pueden hacer. La he utilizado para alguna de mis películas, como Cosas que dejé en La Habana.
Frío en el corazón
Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, Cantabria, 1942) cuenta que él solo quería escribir. Empezó con guiones cinematográficos. De ahí pasó a rodar sus propias películas, como La mitad del cielo o Todos estamos invitados. Y en 2009 se llevó el Premio Herralde por su primera novela, La vida antes de marzo. Ahora publica la tercera, Cuando el frío llegue al corazón, una historia de dioses y mitos en torno al descubrimiento del sexo.
5. Residencia de Estudiantes. Suelo ir a las conferencias que imparten y a documentarme sobre la Generación del 27. Me gustan mucho los ciclos que dedican a la ciencia. Me parecen muy interesantes y muy asequibles para gente como yo, que no entiende nada (calle del Pinar, 21-23).
6. Línea 51 de autobús. Une el norte con el centro. Desde la Puerta del Sol hasta la plaza del Perú. La cojo frecuentemente y me encanta. Se respira la ciudad y el cambio de calles y parques. Pasa por El Retiro y me lleva a mis sesiones en la Academia de Bellas Artes. Se sube gente variadísima de la que pueden salir un montón de historias.
7. Quiosco de la glorieta de Bilbao. Es alucinante. Tiene de todo. Es el lugar perfecto para encontrar películas antiguas. Vende todas las colecciones atrasadas y las dispone en cajas separadas. Tiene separaciones para el cine de Berlanga, cine español, españoladas (que no es lo mismo) o hasta cine erótico. Una maravilla. Y está enfrente del café Comercial.
8. Galería Cristóbal Benítez. Está reservada al arte africano. Sobre todo de Nigeria y Malí. Tienen una exposición permanente muy buena y, a veces, renuevan las obras (Almirante, 22).
9. Cines Princesa. Ofrecen películas en versión original y una cartelera muy buena. Como los Golem, que están al lado. Suelo acercarme sin tiempo, porque sé que siempre va a haber una película que me apetezca y se acople al horario. Y he estrenado muchas películas allí. (Princesa, 3).
10. Edificio España. Es como una casa del miedo. Está hecho de cemento y cristal y debe de ser costosísimo de mantener. De joven iba allí al baile que había en la cafetería. Ahora es una especie de metáfora de este país: un sitio en ruinas, derruido, que no se llega a caer del todo. No sé la de años que lleva eso así (plaza de España).
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