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rebumbio

La deuda y el riesgo

Llegados a este punto en el Deportivo lo idóneo puede que sea aplicar aquella máxima de Toshack y no cambiar de caballo en medio del río

sanchofoto

Si el Deportivo quisiera abonar toda su deuda en monedas de euro podría ponerlas en hilera y llegar con ellas hasta Estocolmo. Aparcada la idea inicial de Lendoiro de pagar todo, parece que el club se acogerá a los beneficios de quita le ofrece la ley concursal. El proceso vivirá esta semana un punto de inflexión con la finalización del plazo para presentar las propuestas de convenio, pero ya es tan rico en rumores y en filtraciones interesadas como en recovecos, tan enmarañado que las juntas de accionistas se solapan con la de acreedores y desfilan los candidatos a suceder a Lendoiro mientras éste marca las condiciones de esa sucesión y al tiempo anuncia que competirá para que no le sucedan.

En todo este marasmo la sensación que subyace es que las soluciones siempre llegan tarde. Ocurre así desde hace años, cuando nadie tuvo arrestos para detener la deriva del club hacia el abismo actual. No se hizo desde la presidencia, donde siempre se optó por ganar tiempo hasta que éste se agotó; ni desde el bando de los principales acreedores, complacientes hasta que su propio desastre y la magnitud del agujero les hizo mudar de actitud; ni tampoco desde el de los accionistas, ensordecidos por el ruido futbolístico. Resulta lastimoso que donde ahora emergen alternativas a la sucesión a Lendoiro antes sólo hubiese vacío, tiempos no tan lejanos en el que cualquier argumento opositor era poco menos que un estigma. Muchos callaron porque lo cómodo era acodarse en la excusa de que parte de lo que se barruntaba no era ajeno a lo que sucedía en otros pagos y que el resto era tan sólo una cainita guerra entre popes locales. Pero el tiempo no dejó de correr en contra del Deportivo. Ninguna de esas candidaturas que ahora se vanagloria con pomposos lemas sobre su capacidad para sacar al club del hoyo logró organizarse cuando hace ahora un año Lendoiro anunció la solicitud de preconcurso de acreedores. Quizás era aquel el momento en el que más se necesitaba un intrépido que tratara de convocar una junta extraordinaria de accionistas que pusiese en claro quien debía de pilotar el proceso concursal.

Llegados a este punto lo idóneo puede que sea aplicar aquella máxima de John Toshack y no cambiar de caballo en medio del río. Porque además los nuevos jinetes llegan con la carrera empezada. Y estamos ante la deuda de Lendoiro, pero también ante su concurso. Es ahí donde su actual responsabilidad adquiere tintes históricos: el mismo dirigente que llevó al Deportivo a sus cotas más altas en lo futbolístico y a las más bajas en lo económico tiene el deber de firmar la mejor hipoteca posible y si ésta pasa por una quita superior al tercio de perdón cabe exigírsele la rúbrica. Suyos son los tiempos incluso para mostrar que si el motivo para quedarse en el 33% no es, como denuncia algún candidato, para eludir una responsabilidad personal pueda cerrar entonces un acuerdo en el 34%. Cinco años atrás cuando las quitas eran más generosas y el equipo disponía de un mayor potencial deportivo para abrigarse del invierno económico que se le echaba encima, optó por una estrategia dilatoria que derivó en un ingente crecimiento de la deuda por sanciones, intereses o aplazamientos. Ahora toca hacer unas cuentas sobre las que no podrán realizarse enmiendas y al tiempo lograr, casi sin músculo futbolístico, el ascenso porque pasado el periodo de carencia que se obtenga, y que en buena lógica no irá más allá de tres años, cumplir lo que se pacte pasará por lograr unos ingresos anuales próximos a 30 millones de euros, algo así como firmar que entre 2015 y 2025 el Deportivo deberá jugar entre los grandes. Como la pelota sigue siendo redonda y aquellos capaces de domesticarla son los más caros, Lendoiro ofrece una nueva huida. Arriesguemos de la mano, les pide a los acreedores, para reforzar al equipo y llevarlo a Primera ya mismo. Lo dijo ayer, justo después de superar al Castilla en un partido infame, parangonable al que depararon Mallorca y Lugo (segundo en la tabla, justo por delante de los coruñeses) el sábado. En Riazor la grada fluctuó entre el reproche y el estupor por el nivel exhibido por ambos equipos. Parece complicado imaginar que ofreciendo semejante espectáculo alguna sociedad facture cifras millonarias. Lendoiro lo sabe y por eso hace una invitación a una apuesta mancomunada que, en el fondo, encierra la clave del desastre financiero del fútbol porque entonces el resto de rivales se sentirán también legitimados para arriesgar e intentar sacar el premio gordo. Pero sólo hay para tres.

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