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Malasaña se hace teatro

Abre el Espacio Labruc con una programación alternativa y de corte contemporáneo durante toda la semana

Ángel Málaga y Eva Caballero, fundadores del Espacio Labruc.
Ángel Málaga y Eva Caballero, fundadores del Espacio Labruc. BERNARDO PÉREZ

Un almacén de jamones, una empresa de mensajería, un gimnasio, un taller de motos, un bar de cuplés... Todos esos negocios han pasado alguna vez por el número 18 de la calle de La Palma, en el barrio de Malasaña. Desde finales de octubre, sin embargo, este local se consagra al teatro de creación y pensamiento contemporáneo con el nombre de Espacio Labruc.

Los artífices del milagro hecho teatro son Ángel Málaga y Eva Caballero, dos jóvenes que, en teoría, son solo los fundadores, pero que en la práctica se han ensuciado tanto las manos como cualquier albañil durante la reforma previa a la inauguración, el pasado 24 de octubre.

Han dado vida al proyecto, lo han promovido y construido y, en definitiva, han logrado sacar adelante lo que habían soñado durante más de tres años, el tiempo que les costó conseguir la licencia. Tanto es así que han tenido que registrarse como empresa constructora para poder hacer esa reforma. Ya no son solo directores de teatro, también lo son de obra.

“Malasaña es un barrio muy duro para el teatro. Es una zona de copas y música, pero nosotros hemos querido arriesgar y cambiar eso”, cuenta Málaga en una terraza de la Plaza Dos de Mayo. Su compañera de batalla añade que es un acto de resistencia ante unas políticas que están matando la cultura en la ciudad. “Las salas más pequeñas cierran ante las trabas que se encuentran. Le ha sucedido al Garaje Lumier. Y eso sin contar que el público ha dejado de consumir teatro por la subida del IVA”, lamenta Caballero, asegurando que ahora es el momento preciso para luchar contra eso.

Las artes escénicas no son en cualquier caso el único plato fuerte del Espacio Labruc. Servirán también un menú cocinado a base de exposiciones de pequeño formato, performances, conferencias, conciertos acústicos mañaneros, danza contemporánea y brunchs un domingo al mes. Además, pondrán en marcha un laboratorio permanente de entrenamiento para actores y apostarán por la educación infantil con actividades como el aprendizaje de inglés a través del teatro. El escenario estará abierto los siete días de la semana. Un horario non-stop para un momento cultural que así lo demanda.

“Tendremos cinco obras de teatro al mes y dos más para niños. Y estarán al menos dos meses en cartel”, avanza Málaga, que cree que es la única manera de que el consumidor de teatro de las salas alternativas conozca la programación. Además, cada jueves tendrán a una compañía residente sobre las tablas, elegida mediante becas. “Queremos trabajar con compañías fijas al menos una vez al año para que haya una cierta continuidad”, señala Caballero.

“Este es un espacio de gestión independiente, lo que no significa hacer cultura gratuita. Nosotros queremos vivir de esto”, puntualiza la pareja fundadora. Pretenden es que su teatro sea un lugar sostenible y agradable, donde ver obras diferentes creadas con excelencia.

Un lugar en el que las obras tendrán textos con cinco años de antigüedad como máximo y donde los clásicos solo tendrán cabida con una revisión contemporánea. No les interesa el pasado sino el presente. “El ahora es lo que cuenta y más con la que está cayendo”, sentencian.

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