“Es un plan poco encorsetado para activar ya la marina”
El arquitecto José María Lozano defiende la "flexibilidad" de su propuesta para la dársena

José María Lozano (Burgos, 1950) es el redactor del Plan Especial de la Marina Real Juan Carlos I. En unos días defenderá en público —cuando arranque la exposición del proyecto— un planeamiento urbanístico que permite desde un hotel de 30 plantas hasta la ocupación parcial de espacios de agua con terrazas, piscinas o islas de deportes. No habrá viviendas pero sí espacio de sobra para el negocio. “Con este plan, la marina se convierte en un parque temático de ocio”, denuncia la oposición. Las asociaciones de vecinos del frente litoral han reclamado sin éxito participar en la redacción del documento. Ahora constatan que no se han tenido en cuenta sus necesidades. Las críticas se amontonan.
Considerado por la oposición el arquitecto de cabecera del PP —muy próximo a la alcaldesa, Rita Barberá, y a otros cargos públicos como la directora del IVAM, Consuelo Ciscar—, Lozano defiende el plan especial. “Todos los procesos de participación ciudadana que han empezado con un papel en blanco, se han perdido”, dice en respuesta a las críticas de los vecinos, que a través de la Federación de Asociaciones de Valencia harán alegaciones. “Comprendo a oposición y vecinos, pero lo que sugerían no era operativo”, añade sobre un debate público previo.
El arquitecto admite que el plan “define los usos de la dársena de manera muy flexible”, algo que se le ha reprochado. Es tan abierto que algún inversor podría verse tentado a hacer lo que quiera en esos espacios, le advierten. Lozano contesta que el Consorcio Valencia 2007, responsable de gestionar la marina, será el que vele por la integridad del proyecto, por la coherencia del mismo. Lozano descarta una ordenanza gráfica que unifique los criterios formales de los futuros edificios: “Nadie las defiende salvo en los cascos históricos”. “La lámina de agua es la que da unidad a todo el espacio y entiendo que el Consorcio sacará a concurso las parcelas con limitaciones. No se podrá hacer cualquier cosa”, asegura.
Al arquitecto le hubiera gustado colocar viviendas en la dársena, pero la ley de puertos de 2010 lo prohíbe expresamente en sus terrenos y en los suelos cedidos a la ciudad, los municipales, no hay espacio para ello, reconoce. Lozano insiste en que la ocupación del espacio con construcciones es mínima y más del 80% del suelo será para disfrute colectivo.
El autor defiende que su propuesta es una síntesis de todo lo anterior
En cuanto a los usos, la mayoría de parcelas se destinan a terciario —hoteles, restaurantes, bares, cafeterías, quioscos, etcétera—. Hay otra reserva de suelo para usos industriales y poco más. El arquitecto reconoce que ha optado por un planeamiento tan flexible, tan poco encorsetado, para facilitar la entrada de inversores. “Es necesario hacerla atractiva”, agrega reconociendo con la boca pequeña la urgencia de que la Marina Real despegue cuanto antes, a ser posible antes de las elecciones de 2015. El Gobierno local necesita ofrecer una imagen de actividad y explotar comercialmente un espacio por el que se deben 320 millones de euros al ICO (Instituto de Crédito Oficial).
En el área industrial está prevista la construcción del varadero —donde se repararán los barcos— más algunas parcelas en las que podría instalarse industria auxiliar, por ejemplo, una nave para la fabricación de mástiles. No hay lugar en el plano para dotaciones públicas o de otro tipo. Solo aparecen las oficinas del puerto de Valencia, susceptibles de reconvertirse también en terciario.
Lozano alude en los antecedentes del plan a proyectos como Valencia Litoral, del arquitecto francés Jean Nouvel, autor de la Torre Agbar de Barcelona o de la ampliación del Museo Nacional Centro Reina Sofía en Madrid, que duplicaba o triplicaba la intensidad de uso que contiene su plan. La razón es sencilla, explica: “Los espacios dotacionales se calculan según el número de residentes y en la dársena no habrá gente viviendo”.
“Me parece un error que se pierda la fórmula uno”, asegura
A diferencia del proyectado Parque Central, donde se prevén dotaciones públicas para los vecinos de la zona, el plan de la dársena no parece recogerlos. “La oposición ha sugerido que situáramos el museo marítimo en la dársena, pero ¿para qué? Hay un espacio estupendo cerca, las Atarazanas, totalmente restaurado, donde se podría ubicar ese museo”, replica. “Si eres generoso”, añade el arquitecto colocando la pelota en el tejado del Ayuntamiento, “puede acabar siendo lo contrario”.
¿Cómo es posible que un espacio tan emblemático de la ciudad, sobre el que han reflexionado estudios de arquitectura internacionales, se reduzca a un plan tan abierto y carente de personalidad? Lozano defiende su proyecto frente a otros como el de Valencia Litoral o los surgidos del concurso internacional que unía el PAI de El Grau y la marina. “Es una síntesis de todo aquello, exceptuando un concepto claro, que no está en mi plan y es el uso residencial”, explica sin complejos.
Otro de los retos del plan es desarrollar el proyecto sin tocar el circuito de F-1 que la atraviesa hasta que se decida la continuidad de la carrera. Lozano rechaza la idea de que el circuito embargue o condicione la dársena. Es más, defiende que coexistan. “Me parece un error que se pierda la fórmula uno”, opina el arquitecto, que reconoce que mientras haya carrera de coches existe un área entre la lonja de pescadores y la marina sur donde no se podrán colocar los establecimientos previstos.
La adjudicación a dedo de la redacción del plan a Lozano ha alimentado todavía más la polémica. El Consorcio Valencia 2007, que gestiona la Marina Real, transfirió a la sociedad municipal Aumsa 52.000 euros para contratarle. “La adjudicación es absolutamente legal”, subraya el arquitecto. La empresa pública invitó a una ingeniería y a otro arquitecto junto a Lozano antes de encargárselo a este último.
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