África también ama al cine
Córdoba acoge la décima edición de un certamen que hace visible las producciones africanas En la cita, con presencia de países árabes, podrán verse 27 películas a concurso
Desde la orilla de Tarifa, en Cádiz, África parece que puede tocarse. Lo mismo ocurre desde la costa de Marruecos, si se mira al norte. Europa está ahí mismo. Pero la franja de agua del Estrecho de Gibraltar es mucho más grande de lo que parece. A pesar de milenios de continuos contactos culturales, el desconocimiento sobre el otro, impera. Especialmente, si hablamos de los vecinos del norte con respecto a los del sur. Ocurre en casi todas las áreas de las artes. Pero una destaca sobre todas por su invisibilidad: la cinematografía.
El Festival de Cine Africano de Tarifa nació con la vocación de unir ambas orillas y presentar en Europa las historias que se cuentan al otro lado de sus fronteras meridionales. Una década después, el festival se celebra por segundo año en Córdoba. El cambio ha reforzado la cita con una carga histórica y simbólica nueva. La resonancia de los omeyas, llegados de Arabia por África, casa bien con la idea perseguida: unir dos mundos.
Entre las cintas de la muestra destaca Nairobi half life (2012), de David Tosh Gitonga. Es la historia de un joven de Kenia que sueña con convertirse en gran actor y decide irse a Nairobi, la ciudad de las oportunidades, donde le roban el dinero y todas sus pertenencias. Además se proyectarán Babylon, del tunecino Ismael Louati, que muestra la construcción, en mitad del desierto, del campo de refugiados en Túnez durante la guerra en Libia; el documental Jimmy Dakar Soul, estreno absoluto en Córdoba, dirigida por Marina Aguirre, que vive y trabaja en la capital de Senegal. También destaca la presencia de Newton Aduaka, director nigeriano que presenta One man's show.
El certamen internacional cuenta con 27 películas a concurso de 31 países
El Festival de Cine Africano o FCAT —acrónimo que sigue manteniendo a Tarifa en el recuerdo— es uno de esos pequeños milagros que renace a pesar de que, cada año que echa el telón, parece que vaya a ser el último. Los ajustes presupuestarios convierten a esta cita en una joya de la gestión dentro del sector. Si lo comparamos con el gigante de los festivales cinematográficos españoles, el de San Sebastián, su presupuesto asombra. El primero se celebró hace dos semanas con 7,2 millones de euros. Un sueño para Mane Cisneros, directora del FCAT, que ha tenido que apañarse con 200.000 euros para montar un festival internacional con 27 películas a concurso de 31 países africanos y estados asiáticos de cultura árabe. La presencia de países musulmanes de Oriente Próximo es uno de los sellos que, en la edición pasada, estrenó Córdoba. Cisneros ha querido ver el lado positivo del “sacrificio tan tremendo” que requiere el evento y ese es el “entusiasmo” de los organizadores. “La cultura es una de las puertas de acceso de los empresarios andaluces a un mercado tan inmenso como África”, asegura la directora.
El Festival de Cine Africano llegó el año pasado a Córdoba de mano del Partido Popular. Una apuesta arriesgada que sorprendió a muchos. Los apoyos no han sido fáciles. Los organizadores no han logrado entablar un diálogo fluido con la Junta. Y a la limitación de salas de proyección que existe en Córdoba, se ha sumado la ausencia de la Filmoteca de Andalucía en el proyecto. Ello ha obligado a proyectar las cintas a concurso en escenarios no habituales. Además del Teatro Góngora, el festival ocupará espacios municipales como la Casa Árabe, la Sala Vimcorsa (normalmente dedicada a exposiciones) o el Centro Cultural Rey Heredia Veintidós.
Para celebrar su décimo aniversario, el Festival de Cine Africano ha organizado una retrospectiva que revisa más de 50 años de producciones titulada 10 fragmentos de un discurso amoroso africano, una sección que se plantea como una declaración de intenciones de la organización del FCAT Córdoba. Este año se cumple una década desde que un colectivo decidiera mostrar su amor por el cine africano en forma de un festival, convirtiéndose así en una iniciativa única en nuestro país.
‘El Rayo’, una ‘road movie’ a 30 kilómetros por hora
En Córdoba también se hace cine africano. Al menos, una película rodada en la provincia y con una temática que casa perfectamente con el Festival de Cine Africano (FCAT), que comenzó el pasado viernes, ha tenido a Córdoba como plató. Se titula El Rayo y se presenta en el certamen, tras pasar por el Festival de San Sebastián.
El Rayo no está basada en un hecho real. Es un hecho real. "El filme cuenta la odisea de Hassan, un inmigrante marroquí que ya no encuentra trabajo en España y decide volverse a casa. Invierte todos sus ahorros en un tractor de segunda mano para ganarse la vida en Marruecos y se lo lleva conduciendo", resume el productor de la cinta, Guillermo Rojas. "Cuando llegó a España no tenía nada, ahora regresa con su única posesión: su tractor, al que llama El Rayo".
El director Fran Araújo —para quien este es su primer largometraje— conoció la historia de Hassan de la mano del también guionista y director Ernesto de Nova. Fue una tía abuela de Nova quien vendió el tractor a Hassan. Ambos directores se enamoraron de la vida del emigrante, de sus 13 años en España y su retorno a casa empujado por la crisis. Así que organizaron un equipo de rodaje que acompañó al protagonista de su película en el periplo de regreso a su casa en Beni Mellal, a los pies del Atlas de Marruecos. Un viaje a lomos de su vehículo agrícola de marca Massey Fergursson. Una odisea equiparable a la que el propio Hassan vivió hace más de una década, cuando dejó atrás a su familia y se embarcó en su particular, y finalmente infructuosa, búsqueda de El Dorado en España.
Los autores de la cinta prefirieron no hacer un documental al uso y escribieron un guion de base para articular esta road movie a 30 kilómetros por hora. Pero en el rodaje se compaginaron escenas improvisadas con la presencia de personajes reales que se interpretaron a sí mismos, siempre basándose en el libreto preestablecido. La mayoría de estos actores son del pueblo cordobés de Nueva Carteya, tierra de los abuelos de Nova y donde se rodó gran parte de la película. Así, el mecánico que le repara el tractor, el hombre que le auxilia con su moto o los guardias civiles que le paran por la carretera se convierten en intérpretes de ellos mismos, aportando autenticidad a la trama.
El Rayo se rodó en varias fases entre 2011 y 2012. Su realización ha sido posible a la colaboración internacional. Se trata de una coproducción hispanolusa en la que participa la productora sevillana Dos de Catorce, con el cordobés Guillermo Rojas como productor. La película cuenta con el apoyo del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA), la Consejería de Cultura de la Junta, el Gobierno de Castilla-La Mancha y Canal Sur Televisión.
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