El pasado porvenir
‘Seuls’ es un solo apasionante en el que Wajdi Mouawad combina con sutileza ficción, autobiografía, drama y arte de acción
Cuando Harwan duerme, su conciencia se fuga por la ventana o se esconde bajo la cama. En su fuero íntimo, el protagonista de Seuls desearía retomar su vida donde la dejó con once años de edad, cuando la bomba que se llevó a mamá por delante empujó a su padre a meterle con sus hermanos en un avión rumbo a Québec. Ya casi no recuerda el árabe, su lengua natal. A sus 35 años, anda absorbido en la elaboración de una alambicada tesis doctoral sobre el imaginario de Robert Lepage.
Seuls, estrenado en el ciclo Otras Miradas del Mundo, del Centro Dramático Nacional, es un solo apasionante en el que Wajdi Mouawad, autor canadiense que abandonó el Líbano durante la Guerra Civil, combina con sutileza ficción y autobiografía y el drama con el arte de acción. Finalizada su tetralogía trágica La sangre de las promesas (en Madrid vimos y celebramos Incendies y Littoral), Mouawad parece haberse decidido a abrir senda propia en el gran bosque de la autoficción: recuerdos de infancia, vivencias íntimas, añoranzas de su lengua materna y fotografías de su álbum personal son el nervio central de una peripecia inventada, que lleva a su protagonista de Montreal a San Petersburgo, donde Lepage está preparando (en la ficción dramática) su próximo solo.
Como actor, Mouawad obtiene nuestro crédito de inmediato: respira una elocuencia natural, no hace un gesto superfluo y le saca jugo expresivo a los silencios. Su texto, escrito a base de conversaciones telefónicas en las que no escuchamos al interlocutor, mensajes de voz y monólogos dirigidos a un padre que no puede dar respuesta a Harwan, es a la vez poético y de una precisión algebraica, atravesada por relámpagos de humor. Cada cosa que el protagonista hace le lleva en una dirección (subir de estatus laboral y, por tanto, afianzar el rumbo que el destino imprimió en su vida) o en la contraria: algo dentro de sí se quebró al abrazar otro país y otra lengua, y tentado está en lo más hondo de desandar lo andado.
Seuls
Autor, director e intérprete: Wajdi Mouawad. Dramaturgia: Charlotte Farcet. Consejo artístico: François Ismert. Ayudante de dirección: Irène Afker. Escenografía: Emmanuel Clolus. Luz: Eric Champoux. Vestuario: Isabelle Larivière. Sonido: Michel Maurer. Música: Michael Jon Fink. Vídeo: Dominique Daviet. Teatro Valle-Inclán. Del 4 al 6 de octubre.
Seuls puede leerse como la lucha de Harwan consigo mismo y con sus demonios familiares en pos de su loable integración definitiva en una cultura genéticamente extraña para él, pero a costa de sacrificar su identidad profunda, su vocación artística y su lengua. Mouawad conduce el relato por una carretera ensortijada, con rumbo inesperado y cuando creemos entrever la meta, nos muestra que llevábamos media hora rodando en sentido contrario. Pero Seuls supone también un salto de su autor hacia un terreno donde la imagen es tan elocuente como el verbo, sino más: esa extensa, gozosa y autocatártica acción pictórica que cierra el espectáculo como desesperado acto comunicativo de una persona en estado vegetativo, es una traducción exacta y colorista de un acto común entre los enfermos mentales cuando, en los hospitales psiquiátricos de otrora, eran aislados en celdas y, no teniendo otra vía para expresar su protesta, embadurnaban las paredes con sus propios excrementos. Un cierre rabiosamente expresivo para un espectáculo que levantó al público de sus asientos.
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