Ejercicio de faroleo
"El crédit" , una obra sobre la dificultad de obtener un crédito bancario
En esta época de nacionalismo exaltado que estamos viviendo, lo que está haciendo Jordi Galcerán por la causa con la obra que nos ocupa tiene más sentido que un montón de estelades juntas. Una nación se mide por su cultura y esta, por el estado de su lengua. Y en El crèdit, aunque sea como recurso para alargar el texto inicial, Galcerán se dedica, a través de uno de sus personajes, a corregir castellanismos y a ilustrar al respetable sobre palabras catalanas que han ido perdiendo su uso.
De hecho, El crèdit fue el texto que ganó el Primer Torneo de Dramaturgia Catalana, ideado por Jordi Casanovas para el Festival de Tardor Temporada Alta, en 2011. Como en toda competición, la escritura de las propuestas que concursaban estaba sujetas a unas normas: su lectura no podía superar los 40 minutos; los textos no podían tener ni requerir necesidades técnicas; estos tenían que estar pensados para dos intérpretes y su trama debía suponer el acontecimiento más importante para la vida de uno de ellos. Y Galcerán arrasó con la primera media hora de lo que ahora nos ofrece La Villarroel: una comedia basada en un tema que sigue siendo de plena actualidad, como es la dificultad de obtener un crédito bancario, y cuya gracia consistía en su desarrollo hasta el límite apostando por un farol.
Y es que, ante la negativa del director de la sucursal de concederle un crédito a un tipo cuyo único aval es su promesa de cumplir con los plazos, este, presionado por la urgencia con que necesita el dinero, amenaza con hacer algo extremo, que no vamos a desvelar, pero que me hizo recordar el primer capítulo de Black Mirror.
Para alargar ese texto una horita más, Galcerán da una nueva vuelta de tuerca a la trama y se sirve de una serie de recursos como el gag recurrente del cliente corrigiendo al director del banco, que el público celebra con muchas risas porque el conjunto cae en manos de Jordi Boixaderas (cliente) y Jordi Bosch (director del banco), y ambos sacan el máximo jugo a lo que les toca decir, aunque el segundo, para mí, anda un poco suelto desde un inicio.
Al menos el planteamiento, hasta el primer giro, debería resultar creíble y la dirección de Sergi Belbel, en este sentido, parece un tanto laxa. Los sitúa en un escenario central que gira sin que nos demos cuenta para garantizar una visibilidad de 360º, cuida sus movimientos con ese fin, pero parece dejarlos un poco a su aire o bien apostar por el embolica que fa fort de la trama. Suerte que Boixaderas, más contenido, va compensando los excesos de su compañero.
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